Nuestro devenir histórico- como el de América Latina y el de la humanidad, en general, está plagado de enormes contrasentidos. No obstante, a los mismos, a pesar de su ostensible ilogicidad, procuramos siempre encontrarle explicaciones racionales, procurando hacer honra al clásico aserto, conforme el cual, no existen en la historia “casualidades”, sino “causalidades”, que hemos de esforzarnos por desentrañar en sus más profundos alcances.
De entre esos hechos de nuestro atormentando discurrir contemporáneo, que al día de hoy continúan desafiando la intelección historiográfica, uno de ellos es el que refiere al papel legitimador que en el golpe de Estado al Profesor Bosch, del 25 de septiembre de 1963- del cual se cumplen hoy 58 años-, adoptaron prominentes figuras del exilio antitrujillista.
Otras figuras prominentes de las que secundaron el golpe, aunque no padecieron los rigores del ostracismo, optaron por la resistencia interna, sufriendo los rigores de un amargo “autoexilio”, con la consabida hostilidad del régimen, como fue el caso de Don Viriato Alberto Fiallo, quien tras la caída de Trujillo devino en figura de principalía en nuestro espectro político, liderando la organización política más importante de la derecha política dominicana postdictadura, como lo fue Unión Cívica Nacional.
Más allá, no obstante, de la modalidad opositora que adoptaron, prácticamente todos ellos tenían en común el hecho de haber prestado su valioso concurso para combatir la tiranía y entregar lo mejor de su vida y su juventud para que en el país se instaurara un régimen de justicia y libertad plena, ideal preconizado por el Profesor Bosch y, con el cual, logró alcanzar la conducción del primer gobierno democrático, venciendo a su más cercano contendor, Viriato Fiallo y a la UCN, en las elecciones del 20 de diciembre de 1962.
¿Cómo entender, entonces, el controvertido papel jugado por aquellos veteranos dirigentes del exilio, externo o interno, cuando llegado el momento de defender la legitimidad democrática, optaron por validar con su controvertida actuación política ante el golpe a quienes, precisamente, como es el caso de los militares golpistas, optaron por socavarla?
Al momento de materializarse el golpe, los principales partidos de oposición. de orientación derechista, encabezados por líderes del exilio antitrujillistas u opositores internos, se avinieron a legitimar el nuevo estado de cosas, con encendidas proclamas que en poco o nada diferían de los términos en que había sido redactada la que el día anterior, habían emitido los líderes de la cúpula militar, proclama, por cierto, que se presume redactada por una eximia figura de nuestra intelectualidad cuya prosapia resulta difícil conciliar con aquella acción a todas luces reñida con el más elemental respeto a la institucionalidad y los valores democráticos.
La proclama de los partidos políticos opositores, estaba calzada con la firma de Viriato Alberto Fiallo, Presidente de Unión Cívica Nacional; Horacio Julio Ornes, Presidente del Partido Vanguardia Revolucionaria Dominicana, Dr. Mario Read Vittini, Presidente del Partido Demócrata Cristiano, General Miguel Ángel Ramírez, Presidente del Partido Revolucionario Democrático y Ramón A. Castillo, Presidente del Partido Progresista Demócrata Cristiano.
Sólo Read Vittini, de entre los seis lideres antes citados, fue un protegido de Trujillo, y también en 1960, ya en el ocaso de la tiranía, fue de los que se exilaron en la Embajada de Brasil, yéndose al extranjero, para no retornar hasta después de ocurrido el magnicidio.
El texto de la proclama rezaba así:
“Tal como era de esperarse, en razón de la situación caótica que está viviendo el país como consecuencia de los desaciertos gubernamentales del Ex. Presidente Bosch, se ha producido el derrocamiento de su gobierno. Nos encontramos, pues, frente a un hecho consumado, al cual no hemos contribuido, y del cual el único responsable es el Ex. Presidente Bosch”.
“Ante la situación, y con la mirada puesta en los intereses fundamentales de nuestro pueblo, traicionado por la extinta administración hemos considerado nuestro deber atender a la llamada que inspirada en el deseo de orientar al país por vías democráticas, nos han hecho las Fuerzas Armadas”.
“En consecuencia, hemos acordado contribuir a los propósitos señalados por las Fuerzas Armadas en su Manifiesto, y brindar nuestros esfuerzos para la formación de un gobierno, que por su integración, inspire la confianza pública y encauce al país hacia la realización de una auténtica revolución democrática”.
Todos aquellos partidos minoritarios que cohonestaron con la asonada golpista, desaparecieron como pompa de jabón del escenario político nacional.
De los líderes opositores que entonces apoyaron el golpe, prácticamente ninguno escribió sus memorias o al menos dejó escrito para la posteridad una explicación razonada de su controvertida actuación en aquellos convulsos momentos en que nueva vez, como tantas en la historia, las botas suplantaron a los votos.
Un caso de excepción, sin duda, fue el destacado intelectual y político Juan Isidro Jiménez Grullòn, pero con una particularidad: dedicó abundantes y sesudas páginas encaminadas a demostrar lo que a su juicio fueron las causas que justificaron el golpe, pero muy pocas a justificar por qué se decidió a legitimarlo.
Ya en su artículo “Justificación ¡No! Explicación” (Listín Diario. 10 de febrero de 1964). , respondiendo a Pericles Franco Ornes, afirmaba que: “…el juicio de valor lo expresamos al afirmar que el golpe de Estado fue una regresión histórica, como también lo fue el gobierno del Sr. Bosch”, No hemos pues, JUSTIFICADO el golpe de Estado, lo hemos más bien condenado. Pero a la vez que hicimos esto, hubimos de EXPLICAR las razones históricas del acontecer. Y claro está: entre explicar y justificar hay una diferencia enorme”.
El 25 de septiembre de 1964, al cumplirse, precisamente, un año del hecho, escribió un interesante artículo titulado “El golpe de estado militar de 1963”, en el cual concluía con tres tesis principales, como explicativas, a saber:
1.- Que el golpe de estado militar fue la culminación de un proceso histórico que se había iniciado con el ajusticiamiento del tirano. Que el pueblo estaba inmaduro para la democracia, y se pretendió, sin embargo, instaurar rápidamente un régimen de este tipo. La inmadurez provocó un desajuste entre la realidad y el propósito y contribuyó a invalidar este último.
2.- Que la mayor contribución al golpe fue dada por la burguesía, y dentro de ella por las supervivencias del trujillismo. La burguesía impidió desde fuera y en el seno del gobierno de Bosch, la realización de un programa revolucionario.
3.- Que la actuación militar el 25 de septiembre fue una consecuencia de la presión burguesa, ejercida por los sectores burgueses oposicionistas. Estos sectores, integrados por trujillistas y pseudotrujillistas, se adueñaron desde entonces del poder, y nos mantienen hoy bajo el absolutismo.
En definitiva, afirmaba Juan Isidro: “…el mencionado proceso histórico se produjo porque el país no realizó, a raíz del ajusticiamiento, del tirano, la REVOLUCIÒN necesaria. El problema de la instauración de una DEMOCRACIA era POSTERIOR AL DE LA REALIZACIÒN, por un gobierno POPULAR de facto que suprimiera el poderío de la reacción de la REVOLUCION NECESARIA”.
Pero ahí no terminarían las explicaciones teóricas del golpe, por parte de Juan Isidro. Cuando en Septiembre de 1973, al cumplirse una década del mismo, y en respuesta a cuatro artículos escritos por el periodista e investigador Víctor Grimaldi en el periódico La Noticia, Juan Isidro escribió una serie de ocho artículos en el periódico Listín Diario, por momentos rebatiendo y en otros asintiendo a las tesis planteadas por Grimaldi como explicativas del golpe.
Cabe destacar, que lo que no hizo en sus tesis explicativas de 1964, ya anteriormente expuestas, sí lo hizo al responder a lo escrito por Grimaldi, es decir, ahondar en las razones geopolíticas, que a su juicio, motivaron el golpe, al afirmar, mostrando en ello acuerdo con el autor precitado, que “…el aludido evento fue urdido y ordenado por determinados sectores del imperialismo”, lo cual, desde luego, establecía un agudo matiz diferencial en sus teorizaciones sobre las causalidades de la asonada septembrina.
Qué lejos y profundo había llegado el desencuentro entre dos grandes políticos e intelectuales, hermanados, en su temprano exilio, en la causa común de luchar sin cuartel por la caída del tirano.
¿Acaso no había sido Juan Isidro el autor del libro “La República Dominicana: análisis de su pasado y su presente”, libro que Bosch prologara en fecha 12 de agosto de 1940 y en el cual preanunciaba que “El Instituto de opinión que necesita el pueblo para realizar desde el poder sus aspiraciones, es, pues, un Partido Revolucionario que dé a los campesinos y demás explotados todos los derechos que se les han secuestrado durante cuatro siglos?
¿Y no era, precisamente, ese insatisfecho anhelo del pueblo dominicano el que se cercenaba de raíz con el golpe militar del 25 de septiembre que Juan Isidro y varios de sus compañeros del exilio y la lucha antitrujillista terminaron legitimando?