La idea materialista del mundo, y de la vida, ha avanzado mucho. Desde los primeros griegos que intentaron explicar un mundo sin dioses, siempre en ese transcurrir del humano europeo surgían voces que quisieron conocer más y saber más.
Hoy leemos que Stephen Hawking, esa persona de mente excepcional que ha enriquecido la física de nuestros días al cumplir años hace poco señaló “Dios debe de ser algo muy aburrido ya que todo lo sabe y no le queda nada por aprender”.
S. Hawking y otros grandes pensadores de la actualidad ya no tienen que esconderse, ni temer por sus vidas, al expresar públicamente su ateísmo o su indiferencia hacia el mundo de las actitudes religiosas. A algunos los han llamado los ateos de Oxford, por ser un buen grupo de esa universidad inglesa y del mundo, que se originó, como muchas otras, como una universidad religiosa. Claro, esto es en nuestra parte del mundo. En muchos otros lugares no se permite ni pensar así.
En los Estados Unidos, por ejemplo, una encuesta Gallup del 2014 mostró que el 42% de los estadounidenses son creacionistas que creen en una Tierra joven, 31% son evolucionistas deístas (como el famoso científico contemporáneo de C. Darwin, Asa Grey) y solo el 19% (1 de cada 5) se adhiere a la visión Darwinista de que los humanos evolucionaron de una manera natural, sin intervención sobrenatural.
Tampoco es que los estadounidenses sean los grandes creyentes del cristianismo occidental, fue en 1952 , en plena Guerra Fría contra el comunismo euroasiático, que la Corte Suprema anunció que “somos gente religiosa cuyas instituciones presuponen un Ser Supremo” y fue en 1956 que se adoptó el “En dios confío” , el famoso “In God we Trust” en los dólares americanos.
La primera vez que escuché de manera organizada lo que hoy pensamos de este viaje humano en
nuestro universo, fue en una conferencia dictada a los estudiantes de INTEC, por allá por los finales del siglo pasado por el Dr. Daniel Sudarsky- quien no pudo establecerse en nuestro país y hoy día desde el Instituto de Física Atómica de la UNAM de México publica en los más elevados niveles mundiales de su especialidad, la física teórica, y sus opiniones se discuten abiertamente en revistas de alta divulgación científica como New Scientist-.
Hoy encuentro la misma historia- narrativa que también existe en lenguaje matemático- en el libro “Sapiens: de Animales a Dioses” del historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y, graduado de Oxford Yuval N. Harari.
Harari subtitula su obra- traducida a 26 lenguas y con más de 1 millón de ejemplares vendidos- Breve historia de la humanidad (2016, 3ra. Ed., Penguin-Random House).
Son interesantes algunos datos:
Hace 13,500 millones de años ocurre el Big Bang y se forma la materia, la energía, el tiempo y el espacio. Harari lo denomina el dominio de la física. 300 millones de años después aparecen los primeros átomos y moléculas y con ellos el campo de la química.
Hace 4,500 millones de años se forma el planeta Tierra y a los 3,800 millones de años, o sea unos 700 millones después de formada la Tierra, aparecen moléculas muy complejas que forman los primeros organismos que se reproducen y que evolucionan y así surge la vida y lo que Harari considera el campo de la biología.
Hace solo 6 millones de años vivió el animal de donde evolucionamos los humanos y los chimpancés y de hace 2.5 millones de años, o sea dos y medio millones de años, están fechados los fósiles de los primeros homínidos.
A partir de esta pre-historia, que Harari no gusta de llamar así, ocurren, según Harari, tres grandes revoluciones: la Revolución Cognitiva, en la cual ya formado el Homo sapiens aparece el lenguaje, hace unos 70,000 años y se conforman estructuras muy complejas que él llama Culturas.
Hace 12,000 años se forma la Revolución Agrícola, donde los humanos de la especie Homo sapiens comienzan a convivir en grandes números y finalmente hace 500 años aparece y se desarrolla la Revolución Científica que nos llega hasta nuestros días.
Hay dos puntos de esta narrativa que me interesan destacar: el primero es la domesticación del fuego. Hace unos trescientos mil años Homo erectus, Homo neanderthalensis y Homo sapiens empleaban comúnmente el fuego y la más importante consecuencia fue el aumento de calorías consumidas en menor tiempo.
Los cerebros de los Homo son grandes; nuestro cerebro, el de nosotros los Homo sapiens consumen en reposo el 25% de las calorías que consumimos al día, en cambio el cerebro de los monos solo consume un 8% de las calorías necesarias para vivir. Por otro lado al alimentarse de raíces, frutas, nueces y carne cruda un chimpancé dedica 5 horas diarias a su alimentación; al humano cocinar los alimentos, con una sola hora al día comiendo resuelve su problema.
El segundo punto es que no estábamos solos. Nos enseñan la evolución humana como si primero aparecieron los Pitecantropus y después los H.habilis, y más tarde los H. rudolfenses y después el otro y el otro, cuando la realidad fue que hace cien mil años caminaban por Africa y Eurasia unas seis (6) especies distintas del género Homo. Los últimos Homo soloensis desaparecieron hace unos 50 mil años. Homo denisova lo hizo algo después. Los neandertales caminaban por Europa hasta hace 30,000 años y los enanos de Isla Flores, separada de Java y Borneo, que evolucionaron a partir de los H. soloensis hace unos 12 mil años.
Hay que notar que cuando el Homo sapiens iniciaba su entrada al continente americano por el estrecho de Bering, aún había otro Homo en el sudeste asiático.
Lo arriba expresado es básicamente tomado de Harari y con vistazos a Yves Coppens (2010); a Cela Conde y Ayala (2005) y a Michael Brown (The Search for Eve, 1990). Hago este paréntesis para decir que las discusiones entre científicos de la antropología física humana y entre estos y los genetistas bioquímicos es la de no acabar. Cualquiera que consulte las cuatro obras antes citadas tendrá una buena fotografía de cómo se hace ciencia y cómo se discute en ciencia y como se tarda la ciencia en aclarar un problema y decidir sobre una verdad. Muchos que quieren iniciarse en Filosofía de la Ciencia creo que les vendría bien esta opción, que es mucho más fácil de comprender (no que sea más fácil de “hacer”) que la física cuántica para intentar hacer filosofía de la ciencia en base a la física.
De lo que si estamos seguros y no hay discusión al respecto (hasta ahora) es que desde hace 10,000 años estamos solos, somos la única especie del género Homo que sobrevive hoy día. Parece que esto fue tanto tiempo para nuestras “culturas” que nos acostumbramos a pensar que somos los únicos que siempre han existido, y algo más, prontamente pensamos que fuimos creados de manera especial, separados de los animales (que somos) y de la propia naturaleza (de la cual también formamos parte).
Harari plantea algo muy interesante: gracias al fuego y a la revolución cognitiva pudimos pasar de un lugar modesto en la cadena alimentaria al tope de la cadena y que lo hicimos tan rápido que no supimos manejar bien nuestra nueva posición. Dice que para imaginar cómo era un humano primitivo solo pensemos en un dictador de una república bananera (así llaman en muchos lugares a los países como el nuestro).
Presenta la idea de que al “haber sido hasta hace muy poco tiempo uno de los desvalidos de la sabana, estábamos llenos de miedos y ansiedades acerca de nuestra {nueva} posición, lo que nos hacía doblemente crueles y peligrosos”. Señala que muchas catástrofes y guerras se han debido a ese salto tan rápido en la cadena alimentaria.
Esa Revolución Cognitiva, que resultó en lenguaje, fue lo que nos separó del resto de los Homo y de los primates y otros animales. El lenguaje hizo más fuerte la sociabilidad de Homo sapiens
Y les permitió convivir en grupos más numerosos. Y como otros investigadores y eruditos Harari entiende que fue su uso como instrumento para chismear lo que nos hizo más sociables aún.
El chisme, la conversación sobre otras personas y objetos intrascendentes y su traducción moderna, el chat, crea espacios solidarios y comunales, hoy de manera instantánea. Por la borda se han lanzado las ideas de que el chisme era una creación pequeño-burguesa o un pecado a evitar. El chismoteo nos hizo humanos vencedores.
Si todo comenzó hace 13,500 millones de años, los últimos diez mil años serían los últimos minutos.
Recordemos por un instante el calendario cósmico que nos legó Carl Sagan en su libro “Dragones del Edén” ( Random House, 1977). En este calendario el Big Bang ocurre el 1ro. de enero, la Tierra se condensa en septiembre, los dinosaurios aparecen el 24 de diciembre, las flores el día 28 y los humanos el día 31 de diciembre a las 10:30 PM del mismo año. A las 11:59:20 aparece la agricultura. O sea, hemos estado pensando en los últimos 10 minutos de la historia del universo conocido, ya que toda la Historia escrita son los últimos 10 segundos y desde la Edad Media hasta nuestros días algo más de 1 segundo.
La verdad que sí, hemos avanzado en conocimiento una enormidad para el tiempo que tenemos en esa búsqueda de una llama en nuestra total oscuridad y aunque no todos los seres humanos poseen la cultura de estos conocimientos aún, es una forma de ver el mundo y la vida más hermosa de cuantas narrativas han sido inventadas. Ya lo dijo Charles Darwin al final de su obra El origen de las Especies (1859): “Hay grandeza en esta visión de la vida…de un inicio tan simple infinitas formas bellas y maravillosas han sido, y siguen siendo, producidas por la evolución”.