Segunda semana de confinamiento en República Dominicana y la progresión del virus todavía se mantiene controlada, aunque haya habido que recurrir al uso de la fuerza. El sector empresarial, con muchos supermercados a la cabeza, fue el primero en pedir sensatez. Tal vez otros sectores también, pero, por su trabajo con el público, sus esfuerzos fueron los primeros que se hicieron visibles desde antes de que se tomaran medidas nacionales. El sector financiero en su conjunto también ha colaborado. Y aunque artistas y personas del deporte se han sumado o como influenciadores o desde sus negocios particulares, a los llamados al #quedateencasa, las redes se han visto inundadas de mensajes de todo tipo: “límpiate los zapatos si saliste”, “pon tu esperanza en la hidroxicloroquina”. Esto último basado en estudios que todavía no son suficientemente amplios como para ser asumidos y que además está significando una limitación en el acceso para personas que ya lo necesitan y lo toman para graves enfermedades. Esa es una irresponsabilidad. Los recursos, de salud o financieros, son para usarlos bien, con eficiencia.
El miércoles 25, el presidente Danilo Medina anunció medidas que costarán 32,000 millones de pesos. Ese mismo día, en los EEUU, el Senado aprobó un paquete de estímulo económico por un valor de 2 billones de dólares (cifra con doce ceros que en inglés tiene otro nombre), el mismo monto que ha sido asignado por las Naciones Unidas para responder a nivel mundial a la propagación de este virus. Pero, más allá del dinero, es importante cuánto debe durar el confinamiento social para que no haya que repetirlo. En China fue de unas seis semanas.
Saliendo de lo inmediato, podemos empezar a visualizar hacia dónde deberán dirigirse los esfuerzos una vez contenida la enfermedad. Jacques Attali, antiguo asesor del presidente François Mitterrand y a quien se le atribuye haber sido el creador del proyecto presidencial del actual presidente Emmanuel Macron, indica que el empuje futuro debe ser hacia las industrias que ocupen el tiempo de la gente, como el turismo y la producción cultural. Tal vez lo dice para no poner en evidencia que, exceptuando en Alemania, al día de hoy en Europa no hay suficientes hospitales para situaciones como esta. En República Dominicana podría pensarse en construcciones que combinen la posibilidad de ser usadas como hoteles y como hospitales. El primero en presentar esta idea hace muchos años fue a Lucas Vicens, pero también su amigo Doroteo Rodríguez hablaba en los años noventa de “Zonas francas habitacionales”, es decir, de conferirle estatus de zonas francas a proyectos de larga estadía en el país a retirados de sistemas de pensiones extranjeros. Es que, como dice Joan Manuel Serrat, si a uno le toca llorar, es mejor hacerlo frente al mar.