La sociedad dominicana desde los inicios del mes de diciembre del año pasado, casi en su totalidad, se ha mantenido unida en torno a un reclamo justo en contra de la impunidad, la corrupción y el ocultamiento de la verdad por parte de de los que ostentan el poder. Las consignas han generado la adhesión simultánea de todas las fuerzas sociales y políticas que propugnan el cese de las malas prácticas en el aparato estatal. Las cuales han permitido a lo largo de los últimos veinte años un cumulo de deudas sociales, producto del robo de los dineros del pueblo, por los que han ocupados cargos públicos.
Lo mejor de esta lucha, es la coincidencia de grupos y sectores ideológicamente divididos. Unidos esta vez, por el sentimiento patrio de sanear el Estado y promover una nueva generación política, capaz de manejar los bienes del Estado con transparencia y pulcritud. La cohesión ha producido sin dudas, unos efectos políticos importantes y ha logrado acorralar al gobierno corrupto de Danilo Medina, que no ha podido manipular, con su gigantesca estructura mediática, la integración de un pueblo harto de que lo expriman como caña en trapiche.
La cohesión; repito, ha sido y será mientras dure el reclamo, el elemento clave para mantener una lucha que no tiene banderías políticas, ni líder alguno que no sea, poner fin a la impunidad y a la corrupción administrativa. Toda postura personal o grupal que se salga de esos parámetros, a la larga; provocaría la fragmentación de la protesta pacífica más importante que ha logrado el país en los últimos cincuenta años.
Se sabe que los verdes individualmente responden, en lo político, a una multiplicidad de colores. Todos ellos, atrapados en la decepción que causa la arrogancia de un gobierno que envía señales claras de no actuar en consonancia con el grito social. Que los hay de un bando y de otro, y que la oposición, apenas puede entender el rumbo que lleva el tren. De ahí, a imaginar que se puedan direccionar sentimientos y adhesiones políticas en contra o a favor de algún dirigente político. Es una muestra clara de que el movimiento sabe perfectamente a donde se dirige, pero sus interlocutores lo desconocen.
La unidad debe ser el enclave perfecto para que todos los sectores de la oposición y la Sociedad Civil, se sientan representados y comprometidos con la lucha férrea, inevitablemente necesaria, a favor de la transparencia administrativa. Descalificar a unos, repercute en la promoción de otros y pone trabas para que la gente ejerza el deber ciudadano de mayor importancia en democracia. Pretender excluir del torneo electoral venidero, sectores importantes de la vida nacional, cobijándose en los efectos sociales de la marcha, resulta una postura inflexible e intolerante y mas que fortalecer el proceso, apuesta al debilitamiento y la división de los reclamantes.
El peledeismo gobernante, se ha mantenido en palacio por la fragmentación del interés colectivo, pocas veces entendido por nuestros actores, que equivocadamente pierden la ruta entrampados en su insignificante interés individual. Y ellos unidos eternamente; no en torno a una idea, sino a ese amor profundo que proyectan al Presupuesto de la Nación, único proyecto transversal entre ellos y la política, acuden a lo humano y lo divino, con el fin de mantenerse enquistados en las instituciones públicas.
Sacar esa casta corrupta y corruptora del Estado, solo surtiría efecto si ampliamos nuestra capacidad de de mantenernos unidos, sin descalificar y ni propiciar vidicones que en este momento, no le aportan nada al proceso. Poca razón tendrá pensar en el 2020, si perdemos la cohesión. Evitemos a toda costa, dividir a un pueblo que rara vez se envuelve en una causa, justa, noble y colectiva.