Se atribuye a Bernard Shaw haber dicho que era más fácil siempre ser buen amante que buen marido, porque presentaba menos dificultad ser brillante de vez en cuando que todas las noches. Lo mismo ocurre en las demás facetas de la vida. En la política como en el periodismo, por ejemplo, la monotonía llega ser exasperante. Por eso me cuido de no esclavizar esta columna con un tema, aunque pudiera parecer superficial en el tratamiento de algunos, especialmente abordo asuntos que escapan a mi competencia. Me salva el hecho de que los lectores no siempre buscan ni les interesan las opiniones de los expertos que muchas veces no saben hacerse entender tratando de parecer más inteligentes y preparados que los demás.
En el béisbol los lanzadores alcanzan el éxito cuando logran dominar varias formas de llegar al plato con sus lances porque de esta manera toman desprevenidos a los bateadores. Aquél que solo depende una recta, por más fuerte que la envíe, siempre se la batearán al no poder engañarlos con un solo recurso. Una misma historia cansa y se descarta por más cambios que se le hagan al texto y otro tanto ocurre cuando un político repite una y otra vez el mismo discurso, por más bien escrito o dicho que parezca.
Se dio una vez un caso en un grupo de viejos amigos que solía reunirse cada miércoles para disfrutar contando chistes. Llegó un buen día en que nada nuevo se decía y las reuniones comenzaron a ser tediosas. Para salvar la tertulia alguien sugirió ganar tiempo enumerándolos. Bastaba con decir: “el número cinco” y todo el mundo al recordarlo estallaba en risas. Cuando le tocó su turno, el lerdo del grupo dijo: “número ocho” pero nadie lanzó una carcajada.. Al quejarse diciendo que era el mejor de todos, le respondieron: “Es cierto, pero tú lo dices sin gracia”.
En estos tiempos de tantos cambios, en que la monotonía no tiene ya cabida, salirse de la rutina parece aconsejable.