"Yo no aspiro a nada; no aspiro ni siquiera a eso que llaman la posteridad; yo no aspiro a nada; yo sólo aspiro a haber sido útil y les pido perdón a todos aquellos que a lo largo de la vida, en la búsqueda necesaria de lo que creí mi verdad, pude haber ofendido; y a mis propios errores que cometí con la pasión juvenil, en que todo hombre, y todo pueblo, busca su propio camino; yo creo que al final lo encontré; y que esa luz que veo ahora, ahí en medio de la tiniebla del ocaso, es finalmente, el camino". (Eusebio Leal)

Hay hombres muy especiales que asumen una tarea, con todos los sacrificios que implica un proyecto determinado, pero que una fuerza interior, y superior, los empuja hacia delante como un motor de grandes proporciones. Algunos seres humanos asumen una actividad, la cual abandonan al poco tiempo de su asunción; otros, los más convencidos, se abrazan a ella hasta el final de sus vidas, logrando sus objetivos total o parcialmente. En algunos casos los frutos no se ven durante el trayecto de vida del sujeto; sin embargo, se avanza hacia la meta. Y en este trayecto quizás serán los seguidores del precursor quienes continuarán la obra y verán lograda la meta. Los grandes logros de la humanidad son productos del esfuerzo y el sentido con que se asume la historia con su desafío.

Si la utilidad a la que aspiraba Eusebio Leal, expresada en la cita que nos ha servido como pretexto de este texto, es para nosotros justa y totalmente válida, lo es igualmente válido para reconocer el trabajo de toda una vida dedicada al cuidado y a la restauración de la parte histórica de la ciudad de La Habana. Casi medio siglo dirigiendo un proyecto soñado, estudiado, analizado, diseñado, planificado, ejecutado, y bien proyectado hasta el 2030, no es poca cosa. Ese trabajo arduo y sostenido y dirigido por Eusebio Leal, le valió numerosos reconocimientos de muchos países y organizaciones internacionales de todo el mundo. Eusebio Leal militó en el compromiso con su país y con los pueblos del mundo. Fue una figura de dimensión mundial.

En dos ocasiones tuve el inmenso privilegio de participar en eventos en los que estaba como figura de primer orden, Eusebio Leal; el primero de ellos se produjo en el Congreso "Universidad 2012″, celebrado en el Palacio de Convenciones de La Habana. Era viernes y ese día, después de una semana de debates académicos, el evento se clausuraba a las tres de la tarde; a ese extraordinario orador le tocaba dictar una conferencia magistral a las diez de la mañana. Debo confesar que yo terminé mi participación en el evento cuando él finalizó sus palabras. Le expresé al maestro Víctor Hugo Deláncer que nada mejor habría de venir antes de las tres de la tarde, hora de la clausura.

Inició diciendo que una vez se examinó de la vista en Japón, y que lo introdujeron en una máquina muy moderna; al salir de allí, lo llevaron al consultorio del doctor, porque independientemente de las condiciones de dicha máquina, el hombre debía examinarlo. Agregó que los bellos lentes que le recetaron, como él se duerme leyendo en cama, un día, ya en La Habana, amaneció con los lentes rotos debajo de su cuerpo; y expresó…"Pero aquí está el hombre".

Qué manera de introducir su tema de conferencia, para dejar claro que los seres humanos constituyen el centro de todo quehacer político y social en esta tierra. La segunda ocasión en que tuve la dicha de estar al lado de ese gigante, fue cuando ocupé, por segunda vez, la Vicerrectoría de Extensión de la UASD, y fui parte de los organizadores del acto de reconocimiento como Doctor Honoris Causa que le otorgara la universidad en el mes de marzo del año 2015.

Considerado uno de los mejores oradores del mundo, Eusebio Leal nació para comunicar; elegante no fue sólo su oratoria, sino que su oralidad cotidiana derramaba una magia en cada palabra; dejaba en poder del hablante la emoción de recibir formas y sentidos en un acto encantador y cautivante.