La Unión Europea ha determinado durante años a base de mucho trabajo y profundas reformas, la mejor definición de Estado de Bienestar. Un Estado donde el gobierno central de forma parental se ocupa de garantizar las necesidades básicas para que sus ciudadanos tengan una vida digna, evitando que entren en etapa de marginación. Estas necesidades básicas cubiertas por el gobierno son: pensiones, salud, educación y subsidios para desempleados.
Estas coberturas ofrecidas por el gobierno durante años han hecho que estas sociedades europeas vean el estado de bienestar como algo inherente, y no como un beneficio adicional otorgado por el estado. Este pilar solidario se sustenta económicamente por la redistribución de la riqueza y los impuestos recolectados por el gobierno.
Hasta este punto todo está muy claro y al parecer es de sencillo funcionamiento, pero no lo es. La crisis económica que viene azotando a Europa desde el 2008 ha rediseñado las reglas de juego. Lo que otrora se veía como algo de ley, ahora pareciera ser un beneficio solo alcanzable para algunos pocos, y no se equivocan.
Países periféricos como Portugal, Italia y España se han envuelto en un proceso de reforma laboral, con el objetivo de abaratar los costos del despido, eliminar días festivos, rebajas en el pago de horas extras y disminución del periodo de vacaciones. Todas estas medidas afectan al hasta ahora estado de bienestar que se vivía en el viejo mundo.
Los gobiernos no están en capacidad de mantener un sistema que ha demostrado ser insostenible en todos sus pilares. El desempleo y el quiebre de empresas tampoco ayudan a recobrar fuerzas para salir adelante
El asunto más apremiante es la sostenibilidad de este sistema de bienestar a través del endeudamiento local, ya que a medida que se dificulta el acceso al empleo de gran parte de la población, la única manera de mantener andando la seguridad social es con subsidios directos del gobierno.
Pero en momentos donde el déficit público europeo es inmanejable y donde la moneda comunitaria permanece en constante bombardeo, es prácticamente insostenible mantener el actual Estado de Bienestar, poniendo en jaque los cimientos sobre los que están establecidas las sociedades europeas.
Bajo la coyuntura actual, todo parece indicar que la gratuidad de los servicios básicos ha llegado a su fin. Los gobiernos no están en capacidad de mantener un sistema que ha demostrado ser insostenible en todos sus pilares. El desempleo y el quiebre de empresas tampoco ayudan a recobrar fuerzas para salir adelante.
Estos sistemas se basaron en el supuesto de estabilidad económica, pero ya hemos visto que la realidad actual se aleja mucho de estas condicionales. La Unión Europea si desea mantener a flote su sistema de seguridad social debe de embaucarse en un profundo rediseño donde se busque el equilibrio entre equidad y eficiencia. Ya que está demostrado que un sistema universal equitativo es insostenible económicamente.