Dos personalidades políticas tan importantes y tan reputadas como Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea y gran impulsor del europeísmo, y Felipe González, durante 14 años presidente del gobierno de España y que ha presidido un comité de sabios para proponer medidas para el futuro de la UE, ambos socialistas y pro europeístas, han dicho, con una diferencia de menos de 15 días más o menos lo mismo: “Europa está al borde del abismo”.

¿Por qué dicen esto? Debido a la situación económica y a la sensación de parálisis del proyecto europeo. Hay falta de liderazgo en Europa. Los actuales dirigentes de los principales estados europeos se muestran tímidos para afrontar los retos de los mercados financieros y son reticentes en avanzar por el camino de la cooperación reforzada que implica ceder más competencias de los Estados Miembros a la Unión Europea, es decir, hacer más cesión de su soberanía.

Afirman que los mercados son ágiles y cuando los dirigentes europeos anuncian medidas las mismas tardan en aplicarse dos o tres meses después de ser adoptadas. Para Delors  salir de esta situación propone acciones basadas en un triangulo compuesto por el estimulo de la competencia, la fortaleza que proporcionaría la cooperación reforzada, y la solidaridad.

Felipe González coincide en la gravedad de la situación y cree que la solución está en una política fiscal común y en la emisión de eurobonos para garantizar la estabilidad presupuestaria. Y dice que Europa está pagando la mezcla de discursos nacionalistas y de discursos populistas, y señala que este tipo de discursos fueron la perdición de Europa en el siglo XX.

Sin embargo, los datos sobre la Unión Europea son impresionantes: es la mayor economía del mundo, es el segundo bloque comercial del planeta, es el mayor donante de ayuda internacional, y es la segunda fuerza militar.

El problema es que tiene mucho poder, pero según ha analizado el profesor Torreblanca, ese poder está debilitado porque es un poder fragmentado. No hay un mando único y si estadísticamente es un bloque impresionante, en la realidad no hay manera de que actúen de manera coordinada.

Sin embargo, los datos sobre la Unión Europea son impresionantes: es la mayor economía del mundo, es el segundo bloque comercial del planeta, es el mayor donante de ayuda internacional, y es la segunda fuerza militar

El descalabro del sistema financiero en Irlanda, Grecia y Portugal, la situación de máximo riesgo de España e Italia, y ayer mismo la rebaja de la evaluación de dos de los principales bancos franceses Crédit Agricole y Societé Génèrale, que tienen cerca de 6000 millones de euros de la deuda soberana griega, e incluso lo expuesto por Paul Krugman de que la situación del Reino Unido no es mejor que la de España, salvo que ésta tiene la ventaja relativa de no estar en el euro. Son elementos que indican el nivel de los temores sobre la Unión Europea.

El ex comisario de asuntos Económicos y financieros y actual vicepresidente y comisario de la Competencia, Joaquín Almunia, señala que lo que hay que hacer es aprobar un paquete de gobernanza económica y presupuestaria, realizar la unión fiscal, es decir, una hacienda pública única, y más integración política. Si no se hace esto el sistema bancario europeo no va a estar a salvo de nuevas recaídas.

En cuanto a la solución que muchos propugnan pero que Alemania, entre otros, se resiste a aplicar, son los eurobonos, que son un sistema de solidaridad financiera europea que conlleva una mancomunidad, y por tanto, una cesión de competencia de los estados miembros. Esto implica que para endeudarse en los mercados tiene que haber una aprobación europea, no de los gobiernos nacionales.

La dificultad está en que los estados con economías más fuertes y sanas  se resisten mientras no haya una garantía firme de que los países endeudados van a hacer esfuerzos para poner sus cuentas públicas en orden. Exigen que se limite constitucionalmente el déficit público para que no se hagan políticas de gasto o endeudamiento basadas en la irresponsabilidad.

Y esto último no es fácil de hacer, como se ve en el caso griego, ya que las medidas drásticas que se requieren implican ingentes sacrificios que provocan conflictos sociales. El discurso que predomina en los países más poderosos económicamente es que no están dispuestos a cargar con el fardo de irresponsabilidad financiera y despilfarro de los demás.

Mientras el euro ha bajado en estos días hasta 1,36 respecto al dólar cuando en mayo había alcanzado un cambio de 1,48 y su tendencia es a la baja. Mientras, el dólar, el yen y el franco suizo se convierten en las monedas refugio.

¿Europa caerá en el abismo? Mi opinión es que no será así, pero también es cierto que el proyecto europeo está estancado y se requiere un impulso que pasa por mayor cesión de soberanía por parte de los Estados miembros, y también, un abandono del cuerpo de ideas y prácticas ligadas al llamado “consenso de Washington” que acepta e impone a los Estados miembros la Unión Europea.

Es decir, el modelo social europeo requiere, además de competencia y empresas privadas, de empresas públicas, de bancos públicos, y no de privatizaciones por doquier y de rechazo de lo público. Hay que volver a políticas neokeynesianas y a fortalecer un Estado de bienestar responsable – que impida al máximo los fraudes-, y mejor si eso se hace sobre una base europea, tratando de homogeneizar tanto las tributaciones como los beneficios sociales.

Bruselas, 13 de septiembre de 2011