Eugenio María de Hostos, nació en el barrio Río Cañas de Mayagüez, Puerto Rico, el 11 de enero de 1839, hijo legítimo de los señores Eugenio de Hostos y Rodríguez y de María Hilaria de Bonilla y Cintrón.

Fue exaltado en el Panteón Nacional en el año 1985. Se le ha llamado como: Peregrino de América, Apóstol de América, ciudadano de América.

En Puerto Rico, recibe su educación primarias y secundarias. Al terminar sus estudios de bachillerato es enviado por sus padres a Madrid, España y allí ingresa a la Universidad Central de Madrid a las Facultades de Derecho, Filosofías y letras, para estudiar Derecho. No terminó dicha carrera, por las convulsiones políticas de esos momentos. Se dedicó por completo a la lucha de su pueblo por sus rescates de su Soberanía y de otros países.

A partir del año 1863, comienza su peregrinaje por varios países del mundo, como fueron: España, Barcelona, París, América, New York, Perú, Chile, Montevideo, Buenos Aíres, Río de Janeiro, Brasil, Saint Thomas.

El 31 de mayo de 1875, visita Hostos por primera vez el país, entrando por Puerto Plata, a bordo del vapor americano Tybbe. Allí es recibido por el General Gregorio Luperón. También conoce, a Segundo Imbert, Federico Henríquez Carvajal y otros. De visita estaba el Dr. Ramón Emeterio Betances, quien vivió por muchos años en Puerto Plata.

Hostos se hospeda en la casa del matrimonio de John Kunhardt y Josefa Weston (quienes son los padres del iniciador del Movimiento Sindical Dominicano, José Eugenio Kunhardt, tenía éste diez años edad para ese entonces) ubicada actualmente entre las calles 12 de Julio y 20 de diciembre (donde está hoy la Ferretería San Antonio), de Puerto Plata.

En Puerto Plata escribe Hostos: “Ignoraba que allí había yo de conquistar algunos de los mejores amigos de mi vida”. Como sucedió.

Comienza Hostos colaborando con el periódico semanario Las Dos Antillas, dedicado a la defensa y propaganda de los intereses de Cuba y Puerto Rico. En Puerto Plata funda y dirige el periódico Las Tres Antillas, siendo éste clausurado por el Gobierno, y funda otro periódico Los Antillanos, también fue clausurado. Allí escribió Hostos sus mejores páginas, como lo registra la historia.

Eugenio María de Hostos inicia su apostolado en el magisterio, fundando el 5 de marzo de 1876, la sociedad—escuela La Educadora, en la ciudad de Puerto Plata. En su discurso de inauguración, pronunciado por Hostos, este explicó el objetivo de la misma: “Popularizar las ideas del derecho individual y público, el conocimiento de las constituciones, dominicanas, norteamericana, latino—americana, y los principios económicos—sociales; en resumen: educar al pueblo”.

El 18 de febrero de 1880 inicia sus labores en Santo Domingo la Escuela Normal, fundada y dirigida por Hostos. Recibe el apoyo moral y económica de su amigo Gregorio Luperón, en su nueva y emprendedora empresa. También de Salomé Ureña de Henríquez, de su esposo Francisco Henríquez y Carvajal, de Federico Henríquez y Carvajal y de otros tantos.

Funda el 25 de noviembre de ese mismo año, el Instituto Profesional de Santo Domingo, donde imparte las cátedras de Derecho Constitucional e Internacional.

Hostos lleva la Escuela Normal a Santiago, fundándose ésta el 19 de enero de 1881.

Los frutos comienzan a verse, de la gran labor que estaba realizando en el país, el Señor Hostos. El 28 de septiembre de 1884, son investidos los primeros maestros normalistas graduados en dicha Escuela. La Iglesia Católica, desde un principio se opuso al plan de enseñanza de éste.

En el año 1888, Hostos se va del país debido a la situación política en que se encontraba el país, bajo la dictadura encabezada por Ulises Heureaux a (Lilís). Se traslada junto su familia a Chile y continúa con su apostolado allí.

A la caída de la dictadura de Lilís, regresó nuevamente al país, el 6 de enero de 1900, siendo nombrado Inspector General de Enseñanza Pública, en ese mismo año.

Desde esa posición, se ocupa de fundar escuelas en varias provincias y comunidades del país, como fueron: en Sánchez, La Vega, Moca, Santiago, Puerto Plata, Montecristi, etc.

Eugenio María de Hostos, murió en Santo Domingo, el 11 de agosto de 1903. El Lic. Federico Henríquez y Carvajal pronunció el discurso de orden y dijo: “¡Oh, América infeliz que sólo sabes de tus grandes vivos, cuando ya son tus grandes muertos! 

Sus restos reposan en el Panteón Nacional, desde el 1985. Antes de Morir, pidió que su cadáver permaneciera en el país, hasta que su país Puerto Rico, logrará su Independencia.

El profesor Juan Bosch se ocupó de la publicación de sus Obras completas, en veinte tomos, en 1939, en el centenario de su nacimiento.

Sus libros: Moral social y Lecciones de derecho constitucional han sido reeditadas en el país en varias ocasiones.

El Instituto de Estudios Hostosianos, de la Universidad de Puerto Plata, realizó el Primer Encuentro Internacional sobre el Pensamiento de Eugenio María de Hostos, celebrado en Puerto Rico, del 2 al 7 de abril de 1989 y cuyas ponencias fueron recogidas en el libro: Hostos: Sentido y proyección de su obra en América. Entre los ponentes dominicanos, participaron: Carmen Duran de Avelino García, Eugenio María de Hostos, vigencia y proyección del antillanismo, páginas 5 a 12; José del Castillo, La obra de Hostos en Santo Domingo, páginas29 a 44.

El profesor Juan Bosch escribió una biografía sobre Eugenio María de Hostos: Hostos, el sembrador, en 1939.

El profesor Bosch dice en dicho libro, lo siguiente: Eugenio María de Hostos, llevaba 35 años sepultado en la tierra dominicana, apareció vivo ante mí a través de su obra, de sus cartas, de papeles que iban revelándome día tras día su intimidad; de manera que tuve la fortuna de vivir en la entraña misma de uno de los grandes de América, de ver cómo funcionaba su alma, de conocer en sus matices más personales el origen y el desarrollo de sus sentimientos. Hasta ese momento yo había vivido con una carga agobiante de deseos de ser útil a mi pueblo y a cualquier pueblo, sobre todo sí era latinoamericano, pero para ser útil a un pueblo hay que tener condiciones especiales, ¿y cómo podía saber yo cuáles condiciones eran ésas, y cómo se las formaba uno mismo si no las había traído al mundo, y cómo las usaba si las había traído?

“La respuesta a todas esas preguntas, que a menudo me ahogaban en un mar de angustias, me la dio Eugenio María de Hostos 35 años después de haber muerto. Si mi vida llegara a ser tan importante que se justificara algún día escribir sobre ella, habría que empezar diciendo: “Nació en La Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909, y volvió a nacer en San Juan de Puerto Rico a principios de 1938, cuando la lectura de los originales de Eugenio María de Hostos le permitió conocer qué fuerzas mueven, y cómo la mueven, el alma de un hombre consagrado al servicio de los demás”. (Hostos, el sembrador. Rio Piedras, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1976, páginas 7 y 8).