Es el prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos quien, en 1897, propone a los dominicanos la designación del Instituto de Señoritas con el nombre de Salomé Ureña al recibir, en Santiago de Chile, la infausta noticia de la muerte de Salomé Ureña de Henríquez.
En esa carta de pésame enviada a la familia Henríquez Ureña, vía su entrañable amigo Federico Henríquez y Carvajal, Hostos lamenta así la muerte de Salomé:
¡Hay que llorarla! Son muchos los que estaban interesados en su vida: la patria, que no tuvo corazón más devoto; su discipulado, que no tuvo mejor luz; la mujer quisqueyana, que no ha tenido reformadora más concienzuda de la educación de la mujer; su familia, que no tenía mejor ambiente que el de aquellas virtudes morales i sociales tan sencillas; sus coetáneos, que no pudieron tener centro mejor en donde confluyeran tantas admiraciones motivadas, como en aquel cuerpo débil i alma fuerte, que era a la vez sacerdotisa en el aula, una pitonisa en el arte, un mentor en el hogar.
Y más adelante propone: «El primer homenaje, para la educadora: una suscripción nacional para un Instituto Salomé Ureña; el segundo homenaje, la publicación de todas sus poesías; el tercer homenaje, una patria como la que soñaba ella».
Dicha carta está fechada en la capital chilena el 30 de mayo de 1897, es decir, dos meses y 24 días después de la partida definitiva de la ejemplar educadora. Fue publicada el 16 de agosto de 1897 en el número 127 de la revista «Letras y Ciencias» (p. 120), de circulación quincenal y editada en la ciudad de Santo Domingo por los hermanos Federico y Francisco Henríquez y Carvajal.
Salomé había fundado el Instituto de Señoritas el 3 de noviembre de 1881, en la calle Isabel la Católica No. 84 de la ciudad de Santo Domingo (en su propio hogar), bajo el estímulo de su esposo, el intelectual y patriota Francisco Henríquez y Carvajal, y bajo la influencia de las ideas pedagógicas de Eugenio María de Hostos.
A partir del 1ro. de septiembre de 1897 —casi a seis meses de la muerte de Salomé y convirtiéndose en realidad el deseo del padre de la educación moderna en República Dominicana— dicho instituto pasó a llamarse Instituto de señoritas Salomé Ureña. Todavía se mantiene abierto en la calle Padre Billini No. 304 de la citada ciudad, enseñando —como en sus inicios— solo a jovencitas.