Uno de los focos centrales de lo que hemos venido trabajando en el entorno corporativo y que perfectamente aplicable al social, es privilegiar al lenguaje y la conversación como base para hacer trabajo, y entender el mundo de manera efectiva. Esta vez, a propósito de dos palabras que recientemente hemos estado de alguna forma en contacto con ella, plantearemos como nos relacionamos con el lenguaje y como pudiéramos, a partir de este, ser beneficiados o víctimas, entender algo como fácil o difícil o simplemente como productivo o improductivo.
Y es que en estos días, muchos en República Dominicana hemos escuchado o hemos estado envueltos con dos palabras: democracia y dictadura. Ahora, cómo estos términos y sus análisis impactaron en los medios de comunicación a través de artículos, editoriales de periódicos, entrevistas, comentarios en radio y televisión cuando hace apenas quince días no estaban en primer plano de nuestras mentes ni diálogos? Aunque frecuentemente estos eventos se abordan desde el contenido (pretendiendo saber si es cierto o no, o quién tiene la razón), veámoslo desde la parte conversacional o lingüística.
Primero, vienen sucediendo eventos, situaciones o experiencias (esta última palabra más adecuado si nos colocamos como simples observadores del mundo) que pudieran ser muchas o pocas, nuevas o relativamente viejas que alguien (o “alguienes”) eligió (o eligieron) etiquetar como “Dictadura”. Este termino que se repitió en diferentes ámbitos, primero nos hizo, a cada uno quienes leímos o escuchamos el término, remontamos al período comprendido entre los años 1930 y 1961 cuando como nación impero ese tipo de régimen. A seguidas, otros arguyeron que no, que vivimos en tiempos de democracia. Entones nuestra cabeza se movió hacia las actividades que representan los periodos en democracia, sobretodo los últimos treinta años. Al pasar los días, otros reenmarcan la experiencia añadiéndole un adjetivo y nos hablan referenciando estos eventos con la calificación de “democracia imperfecta”. Esta última ya no está polarizada, y aunque está sesgada hacia un polo, nos dice que falta “algo” para alcanzar el diez como valor máximo. Si reflexionamos sobre lo comentado, hemos entrado a ponerle atención a los hechos analizándolos desde estas etiquetas, tal vez más animados que por los hechos mismos.
Hasta aquí notemos cuatro elementos distintivos y representativos que nos suceden a diario: sucede algo en el mundo, alguien lo nombra, referenciamos y polarizamos al irnos al otro extremo de lo planteado. Si repensamos, los cuatro movimientos antes expresados sucedieron fuera de nosotros, los cuatro fueron creados por el ser humano en su necesidad indetenible de evaluar y valerse del lenguaje para comunicarse con otros. Esto nos da una brecha inmensa para reflexionar como nos conectamos (u otros nos conectan) con el mundo pudiendo manejar percepciones relativas y no absolutas.
En este ejemplo mostrados, a los ciudadanos nos toca hacernos la pregunta: ¿representan estos términos lo que en efecto se quiere decir? ¿Hay que usar los términos democracia y dictadura o, por ejemplo, libertad versus limitación o hechos versus pendientes? ¿Cuáles otros piensa usted?
Una frase maravillosa que me ha incrementado la forma de entender el mundo la acuño Humberto Maturana, biólogo y filósofo chileno, y te la comparto, ya que de alguna forma resume lo planteado: “Todo lo dicho es siempre dicho por alguien”.