Los moralinos o moralinas ven el árbol, no el bosque, la sombra no la luz. Como resentido su mirada del otro es demoníaca. Viven en polémica no en la argumentaciones, van dando sermone no orientaciones, carecen de virtud como expresa Nietzche. Este filósofo fue el que más situó el concepto de moralina, su obra es una crítica a la moralina la cual es diferente a la ética del sujeto ético.
En la ética el sujeto es único y contradictorio en las dimensiones de la vida social, cultural, filosófica y literaria, como tal va perfilando algunos de sus actos humanos y otros no, muchos de esos actos humanos pasan desapercibido, de poca monta y que a veces cobran importancia por uno o dos acto humanos en que ha sobresalido en la sociedad.
Los actos humanos que son los que estudia la ética, entran en la relación con el sujeto, el lenguaje, el discurso y el poder. De acuerdo a su accionar estratégico el sujeto va inventando una imagen en la sociedad, en la que sobresale por unos o dos actos humanos, quedando sin importancia los demás. Para la ejecución de esos actos, tal elección, entra en el plano típicamente humano por su capacidad de razonamiento y su voluntad para hacer esos actos.
Por lo que el sujeto ético cuando se lanza a la aventura de construir discursos en el ámbito social, va dejando la impronta de sus actos humanos, muchos de estos la sociedad los reconocerá; otros no los tomará en cuenta. Dentro de los actos humanos que se destacan en el plano de los discursos sociales se encuentran el de la creatividad literaria, artística, filosófica, económica, tecno científica, educativa y política.
Es por eso que la ética nos invita a cuidarnos de la moralina, en cuanto a destruir por un determinado acto humano malo (juicio de valor), una trayectoria de vida que se ha caracterizado por actos humanos constantes y que sobresalen por su hazaña intelectual de valor universal, como es el caso del valor de la obra literaria que trasciende cualquier acto humano de construcción puramente ideológica y política. Lo que no significa que el texto literario no haya valor ideológico y político, pero va más allá de la ideología y de la política, de lo contrario sería un panfleto literario que se lo lleva el viento, que es siempre aire de viaje, como dice el poeta Octavio Paz.
Para Edgar Morín (2009) hay dos tipos de moralina: la de indignación sin reflexión ni racionalidad que conduce a la descalificación del prójimo y la de reducción cuando comprime al prójimo a los actos malos que ha realizado, a sus antiguas ideas nocivas y le condena totalmente. Según este pensador de la complejidad “la moralina juzga y condena en virtud de criterios exteriores o superficiales de moralidad (…) se apropia del Bien y transforma en oposición entre el bien y el mal lo que en realidad es un conflicto de valores” (ibid, p. 61).
En tal sentido, podemos estar o no de acuerdo con Mario Vargas Llosa en determinado actos humanos como el político o el ciberpolítico en cuanto a su relación con el poder digital y social, pero eso no se puede dejar de reconocer que unos de sus grandes actos humanos ha sido de ética en cuanto a la creatividad literaria, en la que sus novelas producen placer, más allá de un simple goce como dice R. Barthes en El placer del texto.
Hay textos que producen placeres de caída libre, en donde el lector va perdiéndose dentro de sus símbolos, más que en palabras, algunos como La ciudad y los perros, Conversaciones en la Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La guerra del fin del mundo y La fiesta del Chivo, tienen encanto mágico de dimensiones universales y por las cuales Mario Vargas Llosa ha recogido numerosos premios en el mundo, entre los que sobresalen el Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias de las Letras (1986), el Cervantes (1994) Premio Nobel de literatura (2010), el internacional Carlos Fuentes a la creación literaria en idioma español (2012).
En el Ministerio de Cultura, los intelectuales se encuentran divididos en cuanto a la firma de un documento en solidaridad con el Jurado que decidió por unanimidad otorgarle el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña al laureado escritor. Por miedo al poder y a los poderosos hay escritores que guardan silencio frente a una realidad que los convoca; otros la eluden por miedo a una cancelación del empleo público. Los actos humanos nos revelan gracias a esa capacidad simbólica que es el lenguaje (Benveniste) y nos dicen (los discursos) quiénes somos sujetos sociales.
Dos importantes políticos, en representación del gobierno del presidente Danilo Medina, se han expresado contra el veredicto del Jurado. El primero es Roberto Rodríguez Marchena, portavoz y director general de Comunicación del Gobierno, quien expresó que desde el punto de vista literario fue una imprudencia política otórgale la premiación a Vargas Llosa, ya que “cometió la imprudencia y el irrespeto de acusar a los dominicanos de ser los parias del Caribe”. (Ver: acento.com.do, 7 /2/2016).
El segundo fue el Ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, quien dijo que “el sentido humanista, latinoamericanista, plural y progresista de la obra de nuestro Pedro Henríquez Ureña no tiene continuidad en la forma irrespetuosa y ofensiva con que Mario Vargas Llosa ha tratado a la nación dominicana. Una nación que le ha dado mucho, desde temas para sus novelas, hasta otorgarle la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el Grado de Gran Cruz Placa de Plata en el año 2010” (Ver: hoy.com.do,8/2/2016).
Como se puede apreciar, ambos funcionarios como políticos tienen una visión instrumental de la literatura, actúan como gendarme político en el plano de la literatura, y no es que son ultraconservadores, sino zorros políticos que olfatean en la actual coyuntura electoral (15 de mayo) cualquier asomo de baja popularidad de su candidato-presidente Danilo Medina. De ahí que hablen de imprudencia y lo inoportuno de dicha premiación.
Estos políticos deben cuidarse de no vivir el acto humano político como si fuese el único acto humano de la vida, en la que el instrumentalismo de los otros es parte de la estrategia de poder con el único objetivo de seguir en el mando. Esto no le ha dado resultado a la coalición electoral de extrema derecha Polo Soberano que lidera el pequeño partido ultranacionalista Fuerza Nacional Progresista (FNP), el cual junto a los reformistas y a determinados sectores de los perredeístas, peledeístas y perremeístas, son la encarnación del síndrome de la hibris (desmesura) del poder en la República Dominicana.
Y sobre todo, cuando el mismo Vargas Llosa en una carta dirigida al filósofo e intelectual Brea Franco, al enterarse de la premiación, dice que se alegra mucho por el generoso reconocimiento que le hace la República Dominicana. Esto es así porque en el susodicho artículo de 2013 hizo una “crítica severa a la política del Gobierno respecto a la inmigración de origen haitiano”, por lo que le acarreó muchas críticas en el país, pero que pese a ese antecedente, sigue diciendo el escritor, “se me conceda este premio habla muy bien del espíritu democrático, tolerante y abierto que por fortuna parece prevalecer en el país” (elcaribe.com.do/2016/02/02/).
En conclusión, ninguno de estos elogios de Vargas Llosa al país interesan al moralizador político, sino lo que su anteojera ve: una posibilidad de que su poder sea disminuido un ápice y la alergia a todo tipo de crítica a su actuación clientelista y patrimonialista, y por qué no, deshumanizante.
Referencias bibliográficas
Cortina, Adela (1996). Que hacer Ético. Una guía para la educación moral. Madrid: Santillana
Morin, Edgar (2009). El método.Vol.6. Madrid: Cátedra