En la era de la Posverdad, ¿qué es verdad, qué es lo real?, en un universo en el que reina lo relativo y en el que se privilegia lo superficial, lo inmediato, la cantidad de posesiones, lo placentero, lo entretenido, ya sea instrumentalizando las relaciones humanas y a las personas para convertirlas en medios para fines propios y la obtención de algún objetivo sin meditar ni sopesar las consecuencias que implican, los actos guiados por el impulso y una moral primitiva que se ejerce a través de artificios que utilizan los miedos, prejuicios, pasiones e ignorancia de seres de voluntad escasa y niveles infantiles de racionalidad para negarse y resistirse a cambios que exige un Estado de derecho, por la heteronomía de la voluntad para dirigir eternos enanos mentales, eternos Peter Pan de sentidos seducidos y distraídos; ¿existe lo verdadero?, ¿o debe ser esta la suerte que debemos asumir por lo evidente que se presenta?

Las personas que no han sometido la experiencia a su pensamiento crítico y reflexivo consideran que lo real es “lo que está allá afuera"; todo lo que cautiva los sentidos desde afuera, es a lo que nos hemos acostumbrado a percibir como “lo real” y por tanto en lo que ponemos la atención y a lo que otorgamos poder, esto implica a su vez que con ello deponemos todo atisbo y consecuente madurez de la racionalidad para desarrollar la conciencia, al asumir lo que está allá afuera como lo natural, “lo dado", lo inmutable, lo incuestionable, nos disponemos con ello a convertirnos en autómatas inconscientes, en instrumentos y medios para otros que si tienen consciencia de la realidad así sea para su propio provecho y en detrimento de los demás, la realidad es que hasta tanto la conciencia no toma lugar en un ser humano dotado de voluntad y racionalidad, el mismo se hace esclavo de una mentira que una mayoría institucionaliza y valida, pero que por ello no deja de ser una mentira ampliamente aceptada.

La ética proviene del latín ethĭcus, que a su vez procede del griego antiguo ἠθικός (êthicos), derivado de êthos, que significa 'carácter' o 'perteneciente al carácter'. Desde mi perspectiva la ética vendría siendo la conciencia de cada individuo  detrás de los preceptos de la moral, costumbres,  hábitos, normas, deberes y virtudes que guían el comportamiento humano hacia la libertad y un proceder cada vez más justo entre los hombres. Sin embargo, la realidad latín es que en un Universo moral construido por esclavos de su propia voluntad y con niveles infantiles de razón, dar paso a la ética, es decir, madurar la conciencia para construir un universo personal que dé lugar aún comportamiento que genere relaciones humanas sanas y equilibradas que conviertan a ese individuo en un legislador en el reino de los fines, se presenta como un desafío titánico para cada individuo que pretende ser libre.

Tanto la verdad, como lo real es lo que subyace y da sentido al ser sin reducirlo a ello y para ser real y verdadero lo que emane de su accionar debe tener un carácter de universalidad y no resultar contradictorio para ningún ser de igual naturaleza racional. El principio que no permite que el ser sea reducido a la verdad y a lo real es la autonomía, lo que a su vez constituye la base del carácter del individuo, para la ética kantiana toda la moral del mundo debería reducirse a un solo mandamiento fundamental que como atributo exclusivo sea nacido de la razón humana y no otorgado por una supuesta “ley moral divina”, pero dada a las sociedades por los hombres, como Moisés, Hammurabi, Mahoma, Budha, etc.,  Esta ley moral de la construcción kantiana es el Imperativo categórico, que actúa sobre todos los seres racionales independientemente de sus intereses, necesidades y deseos. Este imperativo categórico ha sido enunciado de diversas maneras en todas las obras de Kant, pero esencialmente en todos sus enunciados indican la fórmula de que solo la autonomía de la voluntad, fundamentada en la racionalidad del individuo que actúa, es el principio moral por excelencia. Dicha autonomía es en esencia libertad; un individuo que actúa por deber y respetando solo el mandato que proviene de su propia razón, es libre.

La ley del imperativo categórico que sentencia: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”, deja muy claro que hasta el momento no todos somos libres, ni obramos de acuerdo a nuestra propia voluntad fundamentada en la racionalidad y menos bajo un marco ético que dé lugar a un Universo moral y una conciencia universal que fluye y está sincronizado con un espíritu libre y dotado de razón, no, porque hasta el momento la voluntad humana ha sido y continúa siendo reducida a los caprichos de corruptos tanto del clero como del Estado, que no son más que esclavos que solo perciben lo real y lo verdadero como un círculo vicioso de poder enmarcado en un cuadro moral de mentiras lo bastante repetidas como para ser aceptadas por individuos que se niegan a crecer e indicarle a su razón de que ya es el momento de que aprenda a sostenerse por sus propios pies para recorrer su propio camino en libertad.

Cuanto más ético, autónomo y auténtico es un individuo más verdaderos y reales son sus vínculos, estos no están mediados por vanos deseos, necesidades y debilidades del carácter sino que están fundamentados en la confianza en sí mismo, la verdad connatural del ser, que es la condena de ser libre y la aceptación de una realidad que solo sea posible como principio de una legislación universal para todos los seres humanos.

Si el universo moral permite privilegios para unos en detrimento de los derechos humanos de los demás estamos viviendo bajo su esclavitud moral, pero para librarnos de ella debemos primero construir nuestro propio marco ético, cuyos valores, sea cuales quiera que elijamos, sean establecidos en autonomía, con racionalidad y conciencia, solo así seremos seres humanos de valor que perciban valor en la humanidad, porque como bien sentenció A. Schopenhauer: “Nadie puede ver más allá de si mismo. Con esto quiero decir: cada uno ve en los demás tanto como él mismo es, pues solo puede concebir y comprender según la medida de su propia inteligencia”.