Las virtudes que adornan la moral cívica: tolerancia, disponibilidad para el diálogo y para aceptar lo consensuado a través de él, rechazo de toda pretensión de poseer el monopolio de la verdad (…).La moral civil descansa en la convicción de que es verdad que los hombres son seres autolegisladores, que es verdad que por ello  tienen  dignidad y no precio, que es verdad que la fuente de normas morales solo puede ser un consenso en el que los hombres reconozcan recíprocamente sus derechos(…).Por eso, si entendemos el consenso como estrategia, y no como concordia, invitar a una moral ciudadana es puro cinismo.( Adela Cortina, Ética mínima,1986: Pp.153-157)

El cibermundo no es un mero  producto de herramientas y parafernalia tecnológicas digitales, sino que es el resultado de una revolución en el conocimiento filosófico tecnocientífico, de la cibernética de primer y segundo orden, y de la robótica que han forjado toda una cibercultura social y  de espacio virtual (ciberespacio) articulados a las relaciones de poder- saber cibernético y en cual se ha comenzado a incorporar la computadora  cuántica como parte de los dispositivos cibernéticos que han dado como resultado el sujeto cibernético en esos entramados de poder.

Estos poderes cibernéticos tienen como objetivos reforzar el discurso de lo tecnológico digital edificado en la concepción mercantilista de producto de   compra,  venta, consumo y de un vivir por la  entrada (input) y la salida (output) de datos  y de la   industria  de software y hardware; en este caso, la estrategia es encuadrar al sujeto cibernético como dispositivo no desechable, sino que sea permanente consumidor, una fuente de información y de conocimiento explícito. 

Como sistema social, económico, cultural y político, el cibermundo se despliega en rizomas de poder cibernético, particularizado en cibersociedades caracterizadas por los diversos tipos de sujetos cibernéticos: ciberempresarios, cibertrabajadores del conocimiento, precariatos sociales,  infopobres , Hacker-variopinto (como los son: ciberseguridad,  empresario, libertario, mercenario, terrorista, rebelde y hackativismo) que se van definiendo y redefiniendo de acuerdo a sus relaciones con el poder cibernético.

Ese mundo cibernético ha sido diseñado bajo un nuevo enfoque discursivo filosófico tecnológico que he nombrado “Filosofía cibernética e innovadora (Merejo,2018) y que se entreteje de Tecnología de la Información  y del Conocimiento, así como de la revolución cognitiva y diversas  disciplinas, como: inteligencia artificial, lingüística, sociología, lógica, ética,  epistemología, teoría de sistema, y pensamiento y ciencia de la complejidad.  Sin dejar a un lado la raíz y la conceptualización  de lo cibernetico en el propio filosofar antiguo de los griegos (Heráclito, Platón y Aristóteles, entre otros) y del filosofar moderno y posmoderno (Landriere, Heidegger, Castells,  Mitcham, Morin, Foucault, Gadamber, Virilio, Lipovetsky, entre otros pensadores).

Es partiendo desde esas vastas disciplinas y otros campos del saber tecnocientifico y político que he ido construyendo  (por más de 25 años)  dicho pensamiento sistémico cimentado en una epistemología cibernética o ciberepistemología, que desde su inicio tuvo como punto de partida el ciberespacio, el sujeto cibernetico y los dispositivos de control virtual  en un conocimiento más allá de lo técnico, tal como es el discurso del internet y las redes tecnológicas digitales del cibermundo y de todas sus redes manipuladoras del espacio virtual y del espacio físico del mundo.

De ahí que, no es lo mismo pensar el ciberespacio, que  pensar el Internet, este último como red de redes, forma una amplitud de radiación para conectarnos y comunicarnos con otras redes de ellas mismas y que implica un conjunto de herramientas interconectadas entre sí; en cambio, el ciberespacio incluye estas redes pero las desborda, ya que como espacio virtual e interactivo se entreteje de otras redes de comunicación virtual desconectada de internet, en la que entran los flujos de redes  de dinero y los diversos tipos de operaciones de mercados de valores, entre otras tanta redes que no están conectadas al internet, pero que como dispositivos forman parte del ciberespacio.

El internet y el ciberespacio son como el mar y océano. Ambos son de agua salada, el primero es cerrado (internet), poseen límite en su extensión de espacio físico y el segundo es abierto (ciberespacio) y de mayor profundidad. De ahí, que las profundidades del ciberespacio, se trabajen como metáfora “La fosa de las Marianas”, ya que es lo más profundo de los océanos de la tierra, localizado en el océano pacifico.

En esas profundidades entran la lucha de intereses y de todo tipo de relaciones de poder (batallones de hackers diseminados en el cibermundo) y de dispositivo cibernetico, que no es fácil de controlar y manipular; además los sistemas de ciberseguridad más estratégicos en cuanto control virtual.

Es desde el ciberespacio, que los sujetos cibernéticos han de empoderarse, de la tecnología del aprendizaje, del conocimiento y  no solo de la información.  Desde una ética cívica, caracterizada por conceptos como justicia, igualdad y la libertad de todo un proceso de participación –aprendizaje- conocimiento- empoderamiento de los espacios virtuales como redes sociales, comunidades virtuales en el ámbito académico, científico, lingüístico,  social, filosófico, psicológico  y político, entre otros refugios cibernéticos interactivos y de participación, que implican: blogs, videos, trending tropic  y los linchamientos cibernéticos  justicieros, estos últimos han de apuntar a las aberraciones políticas de Estado de corte autoritaria y que pretende vivir al margen de la ética cívica, del ejercicio democrático y de su propia función en cuanto a la aplicación de una ética pública.