Según va llegando la madurez en nosotros y los años te acercan al final o cuasi final de la existencia, resulta tan interesante esa etapa de la vida porque nos damos cuenta con bastante seguridad y comprensión de los éxitos y desaciertos que cometemos; es la reflexión y mayor entendimiento que suele emerger en la conciencia ya aleccionada por los tropiezos y experiencias agradables que

se cometen en nuestras acciones humanas. Hemos de ver la micro historia de la vida personal como las escenas que van pasando en un films donde cierta y crudamente no vuelve la misma escena de lo acontecido y otros cuadros aparecen ante nuestra presencia y así sucesivamente, en su condición natural e irreversible.

Vamos cuajando hechos con y sin premeditación, o mejor dicho,  a veces sin un plan preconcebido, porque hacemos agendas, pero se nos van de las manos el control de las cuestiones que habíamos añorado sucedieran de tal manera; en otros casos se materializan como menos queríamos, de conformidad a los requerimientos de nuestras apetencias y ambiciones.

Sin embargo, de lo que sí sentimos y razonamos es que la historia no se repite, aunque parece repetirse. Falsa ilusión, somos ilusionistas cuando abrigamos una gran pasión, en unos más que en otros.

Todo depende de la cultura y educación que poseamos, asociado a los ideales que se instalaron en nuestra mente. Aunque las pasiones humanas bajo el crisol de la razón impulsa con fuerza inusitada todo el andamiaje vibrante de su conducta. Sin pasión el ser humano no emprende grandes empresas, no irrumpe con determinación para construir los designios de cambios educativos, revolucionarios o patrióticos.

En cada etapa de la existencia en la vida de nosotros, se presenta una evolución que debemos situar como única oportunidad que la naturaleza nos entrega a ser aprovechada. Somos bebés inocentes y juguetones, cuidados y provocamos en los padres la reacción lúdica más hermosa y tierna. Luego pasamos a los juegos rudos, la socialización y los estudios; seguimos con la adolescencia y niveles superiores de nuestra formación, despertando la vocación profesional o de trabajo y los perfiles de madurez que nos identificaran.

Al llegar la adultez madura suponemos que se definieron los elementos     de la personalidad definitiva con que lidiaremos y nos enfrentaremos en el curso inevitable de las relaciones sociales y culturales; ningunas de las etapas se saltan, hay que cumplirlas con algunas variantes que identifican la complejidad de la persona.

El problema radica en que algunos humanos no están preparados para entender el ciclo normal de estos procesos. Y lo que no hicieron en su momento histórico, ya no les queda bien intentar hacerlo, sobre todo ciertas cosas, porque un adulto mayor no se encuentra en condiciones de abordar la pertenencia de actitudes que encajaban cuando era adolescente, por ejemplo.

La vida es cierto, es un banquete que debemos degustar conforme a esa naturaleza del desarrollo personal, cultural  y profesional; sin embargo, he visto relacionados acometer acciones y comportamientos que no cuadran con su madurez y experiencia, dado a que al parecer saltaron etapas que no " quemaron" y hoy ilusamente quieren compensar como niños juguetones.

Otros convertidos después de viejos en " saltarines" de la política, cambiándose de chaquetas por " unos dólares más", cometiendo el craso error de dejar marchitado su familia e imagen en sus postreros días. Ilusión, ambición, desesperanzas y resentimientos carcomieron sus cabezas y optaron por la locura. ¡ qué locura!. Imagínese usted algunos de esa especie que pululan en su mente, ataviado de buen traje, poseedor de algún patrimonio desnaturalizado o con una desgarbada imagen teñida de hipocresía.