Literatura, teatro y antropología religiosa han creado desde la antigüedad hasta nuestros días un vínculo troncal permanente. Existe en tal sentido y orden, una relación entre el sujeto, el conflicto y lo social, la conflictividad y la sociedad. Se reconoce en el caso de las diversas dramaturgias modernas y contemporáneas el valor del personaje y el intérprete, el rol y la función, la represión y el goce, el goce y el deseo, la escena y el público, el teatro y el espacio de la cultura, el origen y las diversas funciones de la obra teatral, la creación y la destrucción de mundos posibles a partir de los diversos lenguajes de comunicación y significación en el teatro.

En este contexto de origen y desarrollo encontramos los ejes de una práctica teatral, conformada a partir de pulsiones, ilusiones, contradicciones y oposiciones. El principio de placer y el principio de muerte, Eros y Thanatos, el dispositivo de vida y el dispositivo de muerte, conforman la expresión de los personajes en acción, pero también los niveles de relación que involucran la teatralidad a partir de la acción y el género de los personajes.

Los anteriores argumentos serán consecuentes con el marco de desarrollo de líneas escénicas y dramatúrgicas propias del teatro realista, psicológico, naturalista, metafísico, simbólico y otras rutas imaginarias que nacen de las tipologías modernas del teatro y la teatralidad.

En La dramaturgia de Hamburgo, de Lessing y El teatro de marionetas, se anuncia un tipo de actuación que fue representativa hasta comienzos del Siglo XX y asumida por los estudios teatrológicos modernos. De las vivencias y del equilibrio entre razón y sin razón, observamos algunos comportamientos que surgen de la práctica teatral misma. Un ejemplo elocuente en este sentido es el relativo al Teatro de marionetas. Till Eulenspiegel, como espectáculo ha sido realizado en diferentes teatros europeos donde el personaje en cuestión creó toda una tradición teatral y musical, pues se representaba como personaje folclórico del norte de Alemania y los Países Bajos. Las diversas travesuras de dicho personaje, las acrobacias de la acción cómica y la acción dramática, basadas en el mecanismo de apariencias y en la oposición entre humano y no humano, se han reducido a líneas escénicas, dramatúrgicas y actorales como personaje cómico y bufón campesino.

El mecanismo que caracteriza la actuación moderna, basada en la psicología de la mente creadora, supone el personaje y el intérprete, pero también el rol o función afectiva y accional, para caracterizar y llevar a cabo, las acciones y objetivos de la función dramática y ontológica del teatro.

Se trata, pues, de la representación en estado cómico, trágico y dramático que involucra una tarea o trabajo sobre, o, acerca de las acciones; lo que involucra una relación de vida internalizada por el intérprete, o lo que es lo mismo, asumida por la función del rol en el espacio de la representación.

En efecto, lo que impone el texto teatral, normado por la psicología del sujeto y por la antropología misma del intérprete y del personaje, es lo que se deja leer, para hacer y poder-hacer desde el inconsciente cultural y colectivo en el sentido junguiano de la palabra que absorbe el todo simbólico del arquetipo, y de la mirada interna o externa. Este proceso puede comprobarse en la tragedia histórica Shakespeareana, en la tragicomedia española dieciochesca, en la tragicomedia isabelina, en el teatro barroco-manierista español, inglés, y francés, así como en toda la dramaturgia que va de Sofocles, Eurípides y Menandro hasta Plauto, Terencio y Séneca, Racine, Cornielle y Moliere, llegando hasta Ibsen, Hofmannsthal, Diderot, Voltaire, la òpera cómico-dramática de los siglos XVIII, XIX y XX, así como el teatro de Chejov, Gogol y otros realistas psicológicos: Andreiev, Lermontov y una larga cadena de intérpretes de la psique humana, sustentada en un teatro de fuerzas psicológicas basado en el goce  y el deseo del personaje o los personajes.