Todos los foros económicos han reconocido la importancia de las micro, pequeñas y medianas empresas por su impacto en la generación de riqueza, empleo y sustento para innumerables familias. Según la Encuesta FondoMicro 2013 para República Dominicana, en el país hay 791,236 micro, pequeñas y medianas empresas, de las cuales unas 18,337 son pequeños y medianos negocios, y el restante 772,899 son microempresas. Estas empresas emplean un total de 2,166,491 personas, lo que representa el 46.2% de la población económicamente activa del país y el 54.4% del total de empleo de la economía.
La presente gestión gubernamental ha hecho encomiables esfuerzos por incentivar el desarrollo de las MIPYMES a través de planes de capacitación, acompañamiento y financiamiento que ejecutan el Ministerio de Industria y Comercio, Cree Banreservas y la Banca Solidaria. Durante los últimos años he sido testigo de cómo crece y se materializa un ecosistema emprendedor que impulsa la salida al mercado de nuevos negocios.
Las nuevas tecnologías han abierto las puertas para que nuevas ocupaciones como el marketing digital, el desarrollo web, diseño gráfico, programación de aplicaciones, blogueros, el coaching, la consultoría, la capacitación en línea y otras más se sumen a las áreas tradicionales de producción a través del conocimiento como la medicina, el derecho, la enseñanza y las producciones artísticas.
El problema está en que el gobierno ha dejado fuera de su agenda de apoyo un área de sensible impacto a este sector: la estructura tributaria.
Los impuestos en nuestro país están pensados para una economía basada en la industria o el comercio de productos importados, pero resultan onerosos y opresivos para los profesionales que ofrecen servicios. Veamos un ejemplo: Supongamos que un profesional de cualquiera de las áreas antes mencionadas, un abogado, un diseñador de páginas web o un consultor financiero decidiera ofrecer sus servicios a empresas medianas y grandes. Ese profesional necesita formalizarse para poder entrar a estos sectores. Aparte de una computadora y un smartphone, necesita vestimenta, salón o barbero, y comida de forma regular para mantener a “la máquina” en operación. En una industria, todos los gastos relacionados con la adquisición de la maquinaria y su mantenimiento para su óptima operación (como pintura, aceite, mantenimiento realizado por un especialista), son gastos admitidos por la DGII. Sin embargo, un profesional independiente no puede presentar las facturas de su vestimenta, salón y supermercado como gastos de operación de su negocio, a pesar de ser el equivalente a lo antes descrito en el ámbito industrial.
Un negocio tradicional compra o alquila una planta o un local comercial en una plaza, el cual le es facturado por un tercero. Un profesional de servicios toma una habitación del apartamento por el cual le paga un préstamo al banco y la convierte en oficina, sin que tenga formas de convertir esa inversión en el negocio en gasto deducible.
Las reglas tributarias actuales dictan al profesional independiente lo siguiente:
- Inscríbete en la TSS como empleado de tu propio negocio, y paga la cuota correspondiente al empleado y al empleador por tu sueldo, con lo cual pagas alrededor del 22% del salario registrado.
- Si tu salario excede los 34,000 pesos, pagas el ISR que va desde un 15 hasta un 25% del salario.
- Paga el ITBIS a los 20 días de haber facturado, aun cuando tu cliente te pague a 120 o más días. Eso no nos interesa.
- Paga el 0.15% de todas las transacciones bancarias realizadas, a pesar de que esto fue una medida transitoria que se tomó durante el gobierno de Hipólito Mejía que hace tiempo debía cesar.
- Aun cuando tus ingresos sean debidos a un golpe de suerte coyuntural, asumiremos que el próximo año venderás igual de bien, así que debes pagar mensualmente los anticipos de tus ingresos, aun cuando a tu negocio no le esté yendo bien.
- Como tuviste la osadía de registrarte como accionista de una empresa, asumimos que eres millonario, por lo tanto el beneficio de Deducción de Gastos Educativos no está disponible para ti.
- Si por casualidad llega a quedarte algo de dinero después de los pocos gastos que estamos dispuestos a admitirte, de eso tomaremos el 27%.
- De eso que te haya quedo después de ese impuesto, si necesitas utilizarlo para pagar el colegio de tus hijos, reparar tu casa o ayudar a tu madre enferma, tienes que pagar primero otro 10%.
Ironías y bromas aparte, es importante que la estructura fiscal del país sea simple, sencilla, ejecutable. Que no sólo se tome en cuenta lo que el Estado necesite recaudar para su diseño, sino que se convierta en un auténtico instrumento de impulso del desarrollo de la economía y los nuevos negocios. El sistema tan complejo (y a veces absurdo) que tenemos fomenta la evasión y la elusión. Un ciudadano que se convierte en delincuente por no cumplir adecuadamente con sus responsabilidades fiscales, pierde su voz para señalar las faltas que cometen otros, ruborizado por su propia vergüenza.
El momento es propicio para hacer las reformas que necesitamos en ese sector, dentro del marco del Pacto Fiscal que manda la Estrategia Nacional de Desarrollo. ¿Qué tal si iniciamos el debate?