Comenzaré diciendo que soy católica por tradición y por convicción. He recibido los Sacramentos del Bautismo, la Confirmación, Penitencia, Eucaristía, Matrimonio y hasta la Unción de los Enfermos, que se le administra generalmente a las personas en su último momento de vida, pero que yo tuve la dicha de recibirlo un día de Nuestra Señora de Lourdes, patrona de los enfermos, cuando iba de voluntaria a las Siervas de María, hace muchos años. De los siete Sacramentos, solo me faltó el “Orden Sacerdotal” y porque no enganchan a mujeres.
Les comentaré que la posición de Monseñor Ozoria, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, se me parece a la de Danilo Medina en el discurso de toma de posesión de su primer período presidencial, que mañana cumplirá de eso ocho años. En ese entonces, y creo que lo dije alguna vez en uno de mis artículos, sentí un baño de esperanza, llegué a creer que por fin habíamos conseguido un presidente que viniera a servir, no a servirse, que vino a respetar nuestra Constitución, que la reelección nunca estaría en sus planes, porque sería como “comerse un tiburón podrido sin eructar”. Palabras textuales. Se lo comió y no eructó.
Monseñor Ozoria sustituyó al Cardenal López Rodríguez, quien no era muy bien visto por el pueblo, ya que a éste lo tildaban de altanero, prepotente, aliado a los gobiernos de turno y más.
Con la designación de Ozoria, la comunidad católica vio un rayo de luz y de esperanza. Se creía en un cambio de actitud frente a los pobres, a los más necesitados, a los marginados. ¡Qué va! Bastó con ofrecerle ayuda económica a todas las iglesias, tanto católicas como evangélicas, para que su discurso en el Sermón de las Siete Palabras, de Jesús en la Cruz, en la Semana Santa del 2019, fuera cambiado. Jamás se le escuchó hablar sobre la justicia, la igualdad, el desempleo, la corrupción, algo que abanderó antes de ser “Arzobispo” y pertenecer a una diócesis pobre.
El poder y el dinero hacen que la gente cambie. Tanto Danilo como Ozoria, se dejaron seducir por éstos. ¡Cuánta vagabundería! Como diría Doris, una ex compañera de trabajo, ex secretaria de un Secretario de Estado, hace muchísimos años.
A todo el que tiene un poquito de poder se le van los humos a la cabeza. Sea dirigente de un grupo social, religioso, económico o político. Solo hay que ver a quien recoge las ofrendas o leen las lecturas en las iglesias. A quienes presiden cualquier club de esos altruistas, que se inflan como pavos reales, creyendo que son alguien. Los que dirigen instituciones, que se creen dueños, y todos los que están en una posición superior a los demás, que miran por encima del hombro y creen que hay que rendirles pleitesía.
Los que se van se llevan los bolsillos llenos. Muchos se van con el rabo entre las piernas. Otros saldrán por la puerta de atrás, pero Monseñor Ozoria se quedará con un ascenso militar que por dignidad nunca debió aceptar, por respeto a sus vestiduras y a sus fieles, por emulación a la sencillez de Francisco, quien mandó en su homilía en la Capilla de Santa Marta, en el Vaticano, el Jueves Santo de 2013, “que se necesitaban pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres”.
No necesitamos pastores con rangos militares.