Admiro la sensatez y coherencia del ex embajador de Haití en el país Daniel Supplice, de admitir el fracaso de su propio país del Programa de Identificación y Documentación de los Inmigrantes Haitianos en la República Dominicana, un secreto a voces y una realidad que organismos internacionales y multilaterales quieren ocultar.
El Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE) siempre ha dicho desde que inició el Plan de Regularización, que el mismo no tendría éxito debido a la inercia y la apatía de las autoridades haitianas en dotar a sus ciudadanos tanto dentro de su país como en el exterior de documentos de identificación.
Precisa recordar que el estado de indocumentalidad en Haití es catastrófico: un 80% de ciudadanos haitianos no están inscritos en el registro civil. Hace poco más de un año, la Organización de Estados Americanos (OEA), prometió una ayuda técnica y económica importante, pero nunca llegó al vecino país.
Ahora la realidad le ha dado duro en la cara al presidente haitiano Martelly. Por más subterfugios, diatribas y engañifas diplomáticas, la realidad es una sola: ha sido incapaz de llevar a cabo su propio plan de identificación de inmigrantes haitianos.
El que lo admite públicamente es nada más y nada menos que el ex embajador castigado por decir la verdad: Supplice, diplomático de carrera, que era considerado un estrecho colaborador del presidente haitiano, Michel Martelly y un profesional de sólida formación intelectual.
Supplice no se anda con rodeos. En otras palabras acusa a su presidente de “amateurismo”, en el sentido de que las relaciones entre estados no deben resolverse con improvisaciones. En una carta enviada a Martelly así lo expresa: “Es con calma, sabiduría y visión que se resuelven los conflictos entre los estados. La gestión de las relaciones entre Haití y la República Dominicana demanda de la actitud racional y razonable diversos actores y donde el amateurismo y la improvisación no tienen lugar”.
Tres palabras llaman la atención: calma, sabiduría y visión, tres virtudes que precisamente no ha tenido el gobierno haitiano, con un Primer Ministro imprudente, que ha acusado a los dominicanos de “torturadores”. Apoyo el hecho de que nos neguemos a reanudar el diálogo binacional. El gobierno haitiano no está en condiciones para llevarlo a cabo.
Supplice dice otras verdades: “En doscientos once años, no hemos tenido éxito en la reducción de las brechas socioeconómicas o mitigando la espinosa cuestión de color. Tampoco en dar a nuestros ciudadanos un acta de nacimiento demostrando que existen y creando internamente una situación que podría impedir a millones de haitianos y haitianas salir del país a todo costo y, a veces en cualquier condición. Si no aceptamos el hecho de que hay un problema, no habrá solución.
Lo cierto es que creo que existen pocas posibilidades de que el gobierno haitiano cambie su rumbo en relación a las relaciones bilaterales con la República Dominicana. El camino inadecuado y desastroso que ha tomado, ya está dando sus frutos: las críticas valederas de Supplice y otros que lo harán en un futuro no muy lejano.