La poligamia es una de las formas de matrimonio existente en distinta sociedades. Consiste en la unión matrimonial de una persona con varias parejas. Esta puede ser de dos tipos: poliginia que es la unión de un hombre con dos o más mujeres y poliandria que es la unión de una mujer con dos o más hombres. Esta clasificación la establece la Antropología del parentesco desde el estudio de diversas sociedades y culturas.
En la sociedad dominicana legalmente solo está permitida la monogamia, la poligamia está prohibida y se supone que “no debe existir”. Sin embargo, la poligamia es una vieja e histórica práctica social en la República Dominicana con predominio de la poliginia, un hombre con varias mujeres. Encontramos muchos casos de hombres en zonas urbanas y rurales que tienen varias mujeres tanto en los estratos pobres, estratos medios y altos.
Nuestra sociedad tiende así al fortalecimiento de patrones conyugales a las que supuestamente condena legalmente, como la poligamia, pero que nadie denuncia como irregular ni ilegal
En estas relaciones paralelas hay una situación desigual para la familia formada con la pareja denominada “la amante” cuyos hijos son estigmatizados como “hijos de la calle”. En términos legales ya no existe diferencia entre los/as hijos/as dentro de un matrimonio legal y los/as que surgen de uniones consensuales no-legales. Esta igualdad de condiciones en derecho no se produce en términos sociales, económicos y culturales.
Niños, niñas, adolescentes y jóvenes que son hijos/as de uniones paralelas en una poligamia no-declarada sufren la discriminación en sus centros educativos, en sus comunidades y en la vida social. A esta población infantil, adolescente y joven se le juzga porque “no tienen familia” en su contexto social.
Esta discriminación también la sufre la mujer que dentro de la poligamia no tiene el estatus legal de “esposa”. La mujer se convierte en “amante” con un estatus inferior siendo condenada socialmente a mantenerse “oculta” y ser parte del “chismorreo” en el sistema de control social del grupo de referencia en los distintos estratos sociales.
Esta ambigüedad en el manejo de la poligamia es parte de nuestra cultura social. Por un lado se fortalece la imagen del hombre polígamo en tanto se convierte en un “macho” reconocido y por el otro se sanciona a la mujer que está en segundo o tercer plano en el segundo o tercer matrimonio paralelo.
El uso de la categoría “familia” desde la nueva constitución reducido a la familia nuclear, genera muchas crisis en niños y niñas que al confrontar su situación de que no conviven con una pareja, padre/madre, no están dentro de la “normalidad” y se consideran “anormales”. Cuando estos/as si forman parte de una estructura familiar que en este caso es una familia monoparental porque conviven con su madre, extensa, en caso de que sea con su abuela y tíos/as o son parte de una estructura familia con padre compartido resultado de una poligamia.
Nuestra sociedad tiende así al fortalecimiento de patrones conyugales a las que supuestamente condena legalmente, como la poligamia, pero que nadie denuncia como irregular ni ilegal ¿No sería mejor que integráramos la poligamia como una de nuestras formas de matrimonio? así no se generaría tanta discriminación social y exclusión para las mujeres y para los niños y niñas que conviven dentro de familias con este tipo de matrimonio.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY