A partir de la Edad media el arte verbal y el arte visual conformaron una relación interna y externa proyectable en el contexto de la creación mística o religiosa. Desde allí la escritura se convirtió en textualidad, iconografía y gestografía, mientras que la palabra culta y teológica se convertía paulatinamente en mundo, ritmo, inscripción alegórica verbal y no-verbal.
La latinidad se conformó en la tradición de la letra proveniente de las raíces y signos de idiomas indoeuropeos, donde se consagraban ciertas ritualidades de la palabra. Rituales griegos, latinos, eslavos, balcánicos y otros verbalizaron el cuerpo y corporalizaron la palabra. La tradición manuscrita evolucionó hasta concretizarse más tarde en liturgia, canto, coralidad, voz poética, himno y forma de mensaje a través de la escritura. De ahí que el latín literario, teologal y filosófico se apoyaba en el logos sagrado, el verbo mirífico y el fraseo poético. Los mismos conformaron espacios de cultura que, en muchos casos y momentos, fueron asimilados por la Romania oriental y occidental.
Se trataba, en este caso, de la vida de una estética infusa y una estética difusa, de una vía positiva y una vía negativa en las formaciones artísticas y literarias. Se podría leer y observar en este contexto de creación un canto, un poema, una crónica y un relato visionario de imágenes creadas mediante una relación o una correspondencia estética y filosófica en los actos de escritura narrativa, legal, religiosa, poética y visual. Este fenómeno vino a confirmarse en la Filocalía de los padres y teólogos latinos, en sus influencias posteriores, pero también en los llamados pensadores renacentistas que se abrieron a la modernidad.
En efecto, la Estética de la palabra y de la imagen se hace visible en poetas contemporáneos, en la relación imagen-cuerpo, la imagen-logos como fuerza de sentido institucional, público y privado. El ritmo de esta escritura cobraba valor, tanto en la tradición alegórica, así como también en la naciente modernidad. Con anterioridad y según Ernst Robert Curtius se profundizó y propició un vocabulario proveniente del sermo humilis o lengua popular que caracterizó toda una producción literaria culta, justificada por los tratados de poética y estética cercanos a los teólogos cristianos, y por lo mismo ligados a los padres de la escolástica. (Ver, Literatura europea y Edad Media Latina, 1955(1998), Vols. 1-2.
Por su parte, las imágenes visuales estaban respaldadas por diversos sistemas iconográficos, hieráticos y profanos que expresaban, tanto en la Edad Media como en el Renacimiento, la servidumbre de una lectura mítica y específica dentro del contexto de una dialéctica y una estética de la palabra y la imagen.
Una estética de la palabra y de la imagen justifica todo el entramado ideológico y cultural utilizado en la escritura verbal y en la creación pictórica, arquitectónica, escultórica, dibujística, alegórica y visionaria. Se trata de la dimensión literal y la dimensión iconográfica proliferante en el espacio eclesiástico fundamentado en un discurso literario y artístico expreso en los géneros practicados por el arte de las memorias renacentistas, post-renacentistas y por el arte de las escrituras materiales y gráficas utilizadas desde ciertos momentos y ritmos del sentido visual y textual.
Es importante entender que la voz y el cuerpo cristiano populares influyen en el logos y el ícono, a partir de los cuales se va instituyendo lo que resulta de un proceso propiciatorio, de una ratio textual organizada a partir de micrografías y macrografías que encontramos en algunos diseños visuales de la modernidad-contemporaneidad y en grandes representaciones híbridas que participan de valores llamados cultos y populares de nuestros días; lo que implica una correspondencia entre tradición y ruptura; modernidad y traducción; literalidad y discurso; presencia y multiplicidad de elementos y escrituras que hacen del saber una práctica de interpretación y comprensión de productos intelectuales.
La concepción según la cual el signo surge vinculado al texto, la encontramos a todo lo largo de la productividad textual icónica y fónopoética. Los poetas, narradores, dramaturgos, predicadores, divulgadores, políticos, teólogos, publicistas y otros productores de discursos orales y escritos asumen en todo Occidente el sentido y la memoria como procesos reflexivos, redaccionales, poéticos, históricos, lingüísticos y literarios.
Es así como la Estética de la palabra y de la imagen (de Alberti a Vico, de Ficino a Castelvetro , de Hegel a Lukács y de Marx al realismo crítico implica todo un proceso recesivo incidente y acentuado en diferentes mundos de creación, espacios y tiempos generadores de textos e imágenes que dialogan en los ejes vinculantes de la cultura de los signos, sus huellas verbales y figurales en movimiento.