A Marcio Veloz Maggiolo

He escogido estos tres poetas. De ellos algunos poemas que quizás el lector conozca, pero creo que los jóvenes y los no tan jóvenes, encontrarán en ellos algo que necesitaban: Hablan de amor, con ternura; de la muerte, sin violencia; de la vida con todo su esplendor humano, de lo que saben cantar los poetas. Francisco Luis Bernárdez escribió una sonata en versos en ese poema Estar Enamorado, pero los dos sonetos que escogí no desmerecen su fama de dominador del difícil género de aprisionar el pensamiento en catorce versos rimados entre sí, iniciando con ese soneto de sonetos que es Si para recobrar lo recobrado.

Luego va ese poeta Eduardo Carranza, colombiano, que también domina el soneto como un buen cabalgador del verso y de la rima, fundador junto a Jorge Rojas del movimiento poético Piedracielista. De quien recomiendo especialmente su Soneto sentimental.

Concluyendo con lo que podría ser considerado “lo mejor”. Como siempre se dejan las cosas para cerrar. El postre de esta semana de fin de año es un manjar cuajado de bellezas. Por lo menos  uno siente que además de sus versos, ella era la poesía misma. Por eso no debe sorprender que siga siendo la más popular y más querida poetisa americana de todos los tiempos, Juana de Ibarbourou o Ibarborou, tanto, que el título con el que fuera coronada, como Juana de América, resplandece en su testa de emperatriz del verso.

Lo hacemos, además, para que los jóvenes que se asoman a la poesía, comprendan que si es hermosa la libertad del versolibrismo, del cual soy adicto, no lo niego, es preciso aprender a dominar el oficio poético. En mi juventud, para ser considerado alguien poeta, debía, por lo menos, escribir algunos sonetos bien medidos y bien rimados, el último que pasó con suma cum laude ese doctorado, fue René del Risco y Bermúdez. Ya vimos la forma de recordarlo en la Feria Internacional pasada, y la fervorosa emoción de cantantes y público con sus versos de Una primavera para el mundo. El padre del versolibrismo en nuestro país, Domingo Moreno Jimenes, midió y rimó por varios años antes de atreverse a escribir poemas libres, iniciando, como luego haría Franklin Mieses Burgos, contando como un contable celestial, al pasar balance de sus emociones en sílabas, haciendo versos de verdad, que vivirán eternamente. La actual crisis poética no es por falta de personas sensibles que expresen sus emociones o sus sentimientos, es la ausencia del dominio del instrumento literario. Nadie imagina un músico que ignore el pentagrama o un pintor que no sepa dibujar. Los hubo y los habrá. Algunos podrían ser geniales, pero esa no es la regla. La norma es aprender el oficio y llegar a dominarlo. Primero la cárcel, como los meses en el vientre de la madre y los años en la cuna, para después disfrutar la libertad, al principio con pasos torpes antes de aprender a correr. Esperamos que estos ejemplos magníficos, los ayuden a orientarse en el proceloso mar de las palabras, donde tantos bajeles han naufragado por falta de la simple brújula de dominar el arte de hacer versos.

No es curioso que los tres elegidos para este regalo, que estimo precioso, sean nativos de América del Sur. Ese subcontinente (sin nombrar a Brasil, el mayor de sus países, por el asunto de la lengua, no por ausencia de grandes talentos; que los tiene), posee a todo lo largo y ancho voces extraordinarias, si solo citamos otros tres: Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y César Vallejo. Inclusive, el centroamericano más famoso y más citado, Rubén Darío, vivió sus años más prolíferos en Chile donde publicó a Azul en 1888, y la apoteosis del Modernismo, que culmina en Argentina con Prosas Profanas en 1897. No sabemos qué, pero algo mágico hay en esa parte de nuestro continente que con extraordinarios narradores también puede hombrearse y mujerearse con los y las del Norte.

POEMAS DE FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ

(Argentino, 1900-1978)

Soneto: Si para recobrar lo recobrado

Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.

Soneto del dulce nombre

Si el mar que por el mundo se derrama

tuviera tanto amor como agua fría,

se llamaría, por amor, María,

y no tan solo mar como se llama.

Si el amor que el viento desparrama

por amor se quemara cada día

esa llama de amor se llamaría

María, simplemente en vez de llama.

Pero ni el mar inundaría

con sus aguas eternas otra cosa

que los ojos del ser que sufre y ama,

ni la llama de amor abrasaría

con su energía misericordiosa,

sino al alma que llora cuando llama.

Estar enamorado

Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo
[de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a
[la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que
[el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama
[desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne
[se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón
[de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que
[nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente
[repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta
[compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra
[sombra está vencida.

Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan
[cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río
[que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera
[nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas
[y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes
[y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla
[de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho
[se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo
[de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón
[y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música
[sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches
[y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza
[distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción
[de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras
[golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una
[casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las
[luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre
[el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena
[y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión
[de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña
[lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo
[con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores
[y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras
[criaturas.
Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas
[amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente
[de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir
[su noche oscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía
[sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre
[es menos dura.
Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver
[a decir nunca.
Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las
[manos puras.

*****

POEMAS DE EDUARDO CARRANZA

(Colombia (1913-1985)

Soneto con una salvedad

Todo está bien: el verde en la pradera,

el aire con su silbo de diamante

y en el aire la rama dibujante

y por la luz arriba la palmera.

Todo está bien: la frente que me espera,

el agua con su cielo caminante,

el rojo húmedo en la boca amante

y el viento de la patria en la bandera.

Bien que sea entre sueños el infante,

que sea enero azul y que yo cante.

Bien la rosa en su claro palafrén.

Bien está que se viva y que se muera.

El Sol, la Luna, la creación entera,

salvo mi corazón, todo está bien.

Soneto sentimental

Eres el cuándo, el dónde y el porqué.

La respuesta final enardecida

a mi pregunta de toda la vida.

Lo que es, lo que será y lo que fue.

Si hacia otro instante avanzo el pie,

si viajo a una ciudad entredormida,

si la súbita estrella aparecida:

eres el cuándo, el dónde y el porqué.

Si me llevo la mano hacia la herida,

si ocupo este planeta y este día

y oye mi frente una palabra fiel,

si confundo llegada y despedida,

si en mis venas el tiempo desvaría:

eres el cuándo, el dónde y el porqué.

Soneto sediento

Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te-amo.

El puñal y la herida que lo encierra.

La respuesta que espero cuando llamo.

Mi manzana del cielo y de la tierra.

Mi por–siempre jamás. Mi agua delgada,

gemidora y azul. Mi amor y seña.

La piel sin fin. La rosa enajenada.

El jardín ojeroso que me sueña.

El insomnio estelar. Lo que me queda.

La manzana otra vez. La sed. La seda.

Mi corazón sin uso de razón:

me faltas tanto en esta lejanía,

en la tarde, a la noche, por el día,

como me faltaría el corazón.

Azul de ti

Pensar en ti es azul, como ir vagando

por un bosque dorado al mediodía:

nacen jardines en el habla mía

y con mis nubes por tus sueños ando.

Nos une y nos separa un aire blando,

una distancia de melancolía;

yo alzo los brazos de mi poesía,

azul de ti, dolido y esperando.

Es como un horizonte de violines

o un tibio sufrimiento de jazmines

pensar en ti, de azul temperamento.

El mundo se me vuelve cristalino,

y te miro, entre lámpara de trino,

azul domingo de mi pensamiento.

*****

JUANA DE IBARBOUROU

Uruguay (1894-1979)

A las mujeres de mi país. A las amadas y a las que buscan y desean encontrar el verdadero amor.

El dulce milagro

¿Que es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
"¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!"

¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de estos y que solo entiende
Que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!

Que requiere líneas y color y forma,
y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: "Voy con la dulzura",
de inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierren
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: "Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen".
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!


Raíz salvaje


Me ha quedado clavada en los ojos
la visión de ese carro de trigo
que cruzó rechinante y pesado
sembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!
¡Tú no sabes en qué hondos recuerdos
estoy abstraída!

Desde el fondo del alma me sube
un sabor de pitanga a los labios.
Tiene aún mi epidermis morena
no sé qué fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigo
a dormir una noche en el campo
y en tus brazos pasar hasta el día
bajo el techo alocado de un árbol!

Soy la misma muchacha salvaje
que hace años trajiste a tu lado.


Como la primavera

Como una ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
diciéndome luego:
–¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque acaso en ella exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? Y riendo te dije:
–¡Ninguno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!


Despecho

¡Ah, qué estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo)
es por la fatiga de la loca risa
que en todo mi cuerpo su sopor desliza.

¡Ah, qué estoy cansada! Déjame que duerma;
pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto…

Te doy mi alma desnuda

Te doy mi alma desnuda,
como estatua a la cual ningún cendal escuda.

Desnuda con el puro impudor
de un fruto, de una estrella o una flor;
de todas esas cosas que tienen la infinita
serenidad de Eva antes de ser maldita.

De todas esas cosas,
frutos, astros y rosas,
que no sienten vergüenza del sexo sin celajes
y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
¡que tuviera una intensa blancura de azucena!

Desnuda, y toda abierta de par en par
¡por el ansia de amar!

La hora

Tómame ahora que aun es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aun es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.

Ahora que mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.

Después…, ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aun es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?


El pozo

Asiento de musgo florido
sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
bajo el enorme paraíso en flor.

¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡Tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
bajo esta nerviosa ramazón violeta!

–Vámonos. No quiero que el agua nos vea
cuando me acaricies. Tal vez eso sea
darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
–Tonta! ¡Si de noche la besa una estrella!


La higuera

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten…

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
–Es la higuera el más bello
de los árboles en el huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
–Hoy a mí me dijeron hermosa.

La promesa

¡Todo el oro del mundo parecía
diluído en la tarde luminosa!
Apenas un crepúsculo de rosa,
la copa de los árboles teñía.

Un imprevisto amor, mi mano unía
a tu mano, morena y temblorosa.
¡Eramos Booz y Ruth ante la hermosa
era que circundaba la alquería!

"¿Me amarás?", murmuraste. Lenta y grave
vibró en mis labios la promesa suave
de la dulce, la amante moabita.

Y fue como un ¡Amén! en ese instante
el toque de oración que alzó vibrante
la rítmica campana de la ermita.


Vida – garfio

Amante: no me lleves, si muero al camposanto
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
Yo subiré a mirarte en los lirios morados!

Nota: Me veo obligado a pedir excusas a mis lectores, más doctos que yo en asuntos de farándulas musicales. “Mi pueblo ya no es mi pueblo” no es de Serrat sino de Luisito Rey. Gracias al amigo que me hizo la anotación. Yo vivo embobado en recuerdos literarios más que en asuntos, que sé importantes, pero que no son mi verdadero mundo, por más que disfrute muchos poemas musicales que me sé, y que han sido mis compañeros de nostalgias. A veces en un bolero o en una canción, hay tanta poesía como en un poema de un poeta con cierta fama, algo que compruebo cuando escucho canciones y luego voy a ciertos recitales. La diferencia no es solo la métrica o la rima, es la manera de exponer los sentimientos. Los compositores tradicionales, cuyos nombres huelgan, escribían o escriben para que los disfruten todos, no para que los lean en silencio, gritan lo que sienten, como los poetas de antes que escribían pensando que alguien, en algún lugar del mundo, recitaría o declamaría en público sus versos, como los de estos tres: Verbo y gracia.

En otras ocasiones volveremos a tratar de endulzar con versos, la triste vida que llevamos en estos tiempos tan antipoéticos, quizás porque realmente no encontramos, como dije más arriba, poetas verdaderos como estos tres.

¡Ah!: Que el 2018 sea totalmente diferente para todos. Que sea para bien.