Este es mi país. Los turistas hacen pucheros de niños de jardín cuando el sol, harto de ganar batallas, promesa de los tour operadores, no sale, si se esconde dando chances al cielo que llueva un poco de agua o radioactividad o las dos. A los turistas les venden Caribe dentro. Y en ese paquete todo incluido, de cinco días y seis noches, no puede caber la tristeza. Pero, ¿cómo no ponerse triste, aún con la esperanza soliviantada por este cambio electoral? ¿Se puede? ¿Vale la pena soñar? Bueno, depende nena: si el sueño lo usas como metáfora para mejorar el ahora, o sea, no esperando que en el mañana la cosa estará mejor, sino apostando a ese mejor futuro para hacer valer el hoy, pues vale, y mucho.
No me entiendas, que yo me entiendo.
Sola al lado de tanta gente. Sola, al otro lado, en el Palero, en El granero del sur, mas allá de las lomas de Sabaneta, la madre de Gerito, le dice a Berto, el enano que cuida la Casa De Pesca: Hoy amaneció bonito er día… tá negrecito el cielo, caiga ojualá una agüita. La lluvia odiada por los que esperan broncearse es en su anverso, la cara añorada por los campesinos estatuas de polvo. Okey, tenemos nuevo gobierno, viva Dios, pero ¿lloverá café en el campo? Yo creo que sí, porque tú puedes crear tu propio clima, tú y nomás que tú, puedes reclamar la promesa del cielo. Tú eres el regalo. Tú eres la sutil venganza de nuestra tierra abusada.