Es penoso que en la víspera de la celebración de nuestra más importante fecha patria, mi reflexión no encuentre otro rumbo hacia donde dirigir mi azimut, que no sea de pesadumbre, aflicción y contrariedad. ¿Porqué hemos renunciado al ideario de Duarte? ¿porqué hemos desdeñado la entrega de Sánchez? ¿porqué nos olvidamos del arrojo de Mella? ¿Por qué nos ha emponzoñado la indecisión y amilanamiento de quienes no han sabido erigirse en ejemplos para los jóvenes? En todo esto la mayor responsabilidad reside en el liderazgo que hemos tenido en todos los ámbitos, máxime, el liderazgo político.
Nos lo grita la conciencia: “El liderazgo político de la República Dominicana no es referente moral para la ciudadanía, para los jóvenes actuales , y para las futuras generaciones”. Es urgente ya el surgimiento de nuevos líderes que destaquen por su alta calidad ética y moral, que no sólo demuestren capacidad extraordinaria en lo profesional e intelectual, sino que su principal carta de presentación sean aquellos valores como el patriotismo, la honestidad, integridad y rectitud; que promuevan y apliquen la transparencia en su accionar, y que su trabajo al frente de la cosa pública sea por el bien común y dirigido a alcanzar el desarrollo y crecimiento económico anhelado.
La sociedad dominicana no marcha por buen rumbo, y gran responsabilidad en este mal lo tiene el liderazgo político con que contamos, de manera principal, ese liderazgo que se encuentra en el poder, porque no son un paradigma moral ni ético, ni de justicia. No creo en aquella máxima que reza que: “los pueblos se merecen el gobierno que tienen”. No puede ser que por la equivocación de aquellos que sucumbieron ante la venta artificiosa de sueños, como clientes desorejados, todo un pueblo viva distanciado de un verdadero Estado de Derecho, porque las leyes sólo se apliquen a los desposeídos, porque las desigualdades imperan en el día a día, y porque las leyes y la Constitución sea irrespetada precisamente por los llamados a hacerla cumplir. Para tener una idea de lo que digo, pregunte usted por la lista de los funcionarios que no han cumplido con lo establecido por la Ley No. 311-14 que instituye el Sistema Nacional Autorizado y Uniforme de Declaraciones Juradas de los Funcionarios y Servidores Públicos.
La clase gobernante de la actualidad, fundamenta su accionar en el llamado pragmatismo político, pues entienden que sólo es correcto y efectivo aquello que reporta efectos prácticos, lo que convenga a la parcela política que detenta el mando. Olvidan que tal poder le fue otorgado por el pueblo y que a este deben servir, que no están allí para servirse, sino para encaminar el país por un sendero de progreso, a través de la eliminación de la desigualdad y del fomento de una verdadera justicia social. Han dejado de lado la concepción aristotélica de que la ética y la política deben ir estrechamente vinculadas; y han preferido guarecerse bajo la sombrilla de la concepción maquiavélica que entiende que en la política los valores éticos no tienen aplicación, pues lo primordial y verdaderamente significativo, es obtener el poder, mantenerlo e incrementarlo.
En la República Dominicana, de manera casi generalizada los políticos viven de la política, bajo la premisa maquiavélica que lleva al “calculo político”, y donde todo y todos los demás son meros instrumentos. Analice usted, porqué tanta dificultad para el conocimiento y aprobación de una Ley de Partidos, o de la Ley Electoral; seguro el resultado de su análisis será que no ha sido posible hacernos de tales leyes, porque las mismas traerían reglamentaciones al uso indiscriminado de fondos públicos, entre otras cosas.
La desvergüenza campea por sus fueros, pues estos cachazudos políticos – de casi todos los partidos – no muestran un ápice de sonrojo ante los escándalos en que muchos se ven envueltos; más bien ve usted cómo alardean y se jactan de su inmunidad ante una justicia en su mayor parte viciada y manejable. Ya se ha hecho una costumbre que cada vez que el Presidente de la República emite decretos nombrando funcionarios, salgan a relucir entre ellos algunos con historial moral que deja mucho que desear, y que son conocidos por todos. Lo peor de todo es que ya la ciudadanía se percibe aletargada, apática, desmoralizada. Es mínima la actitud crítica o de censura ante los numerosos escándalos que ponen en entredicho la ética y moral de los políticos, de manera principal aquellos que ocupan algún cargo, curul, o despacho judicial.
De igual forma, podemos ver como muchos personajes de la política vernácula abandonan los principios y fines de esta ciencia en su fundamento, que no es otra cosa que el bien común, el cual se consigue con el buen gobierno. Sólo basta con hurgar retrospectivamente en la crónica noticiosa y veremos como muchos políticos cambian de discurso y de color partidario según convenga a sus aspiraciones, más que políticas, económicas. De manera que tales personajillos pierden legitimidad y credibilidad ante la ciudadanía; y crece su riqueza material pero también crece su pobreza moral; mientras en la población, crece la desmoralización, el escepticismo, y la desconfianza.
La celebración de la fecha más importante de la Patria de Duarte, encuentra al pueblo desmoralizado y sumido en una casi abyección, ya no sólo por la falta de ética y moral política, sino que también vemos como la irresponsabilidad e inacción de estos políticos ha permitido un desorden migratorio de tal envergadura, que ya todo el mundo sabe que han cruzado la frontera y viven en nuestro país unos 2 millones de haitianos; y no hay una autoridad que diga una sola palabra sobre este, que es el principal problema de la República Dominicana, y que defienda la soberanía nacional dejando a un lado el temor que ya perciben muchos países que presionan para ello, por lo que nos desconsideran como Estado.
Pero hagamos un alto, vamos todos a asumir la responsabilidad patriótica que amerita el momento; siempre apegados al respeto de los Derechos Humanos hagámonos respetar, hagamos respetar nuestra soberanía, vamos a exigir a las autoridades actuaciones pulcras, sin privilegios y apegados a la justicia. todavía estamos a tiempo de enrumbarnos por el camino del decoro y del honor y de enaltecer nuestros héroes independentistas, de manera que en nuestra generación no se pierda la patria que costó tanta sangre de buenos dominicanos. ¡Viva la República Dominicana!