En una guagua camino al sur iba el otro día una discusión sobre la reelección, y uno de los contertulios tiró la siguiente parada:
“Yo no digo que Danilo y su gente quieran o no, o puedan o no reelegirse. Lo que a mí me gustaría, para entonces creerlo, es ver al Presidente dando el triple salto mortal que sería primero, comprar otra reforma constitucional o un fallo del Tribunal Constitucional, sin que se arme la de agáchate y no te menees.
“Segundo, lograr su repostulación sin dividir al PLD; y tercero, imponerle su reelección a un pueblo que ya se hartó de cuentos, y que demanda un cambio…”
Y tomando aire, apostilló: “Eso no es brincar cualquier charquito”, dijo agitando de un lado a otro el índice de su mano derecha, y volteando a lo Alto como si estuviera hablando con el propio Presidente, o quien sabe si con Dios.
La guagua quedó en silencio ante tan concluyente sentencia, cerrando su discurso con ese énfasis cortante, abrupto, del habla la gente de las vueltas de San Juan y Elías.
Además de esa panorámica popular, las encuestas en que cree la gente reflejan que una contundente proporción del pueblo rechaza la idea de una reforma constitucional para abrir paso a la repostulación presidencial, y que la mayoría perdió la fe en el gobierno, pensando que estará igual o peor cuando Medina termine su segunda gestión.
Peor aún, la mayoría de los electores no creen más en la palabra del mandatario, menos cuando repite los datos de Valdez Albizu y el Banco Central de que han sacado a muchísima gente de la pobreza.
La química (el laborantismo y sus amarres políticos) y la magia (la enorme y costosa nublazón propagandística) han terminado en fracaso, al menos como lo observa, siente y expresa la mayoría del electorado.
Es evidente que el Presidente está desenfocado y desbordado porque no estaba preparado para tantos fracasos y tan juntos, como se ha advertido en estos días sobre los que él creía pilares de su gestión
“En muchos países está ocurriendo una verdadera revolución agropecuarias”, planteó el lunes el director del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas, excluyéndonos y desmintiendo así que las “visitas sorpresa” eran un milagro en el campo.
El desplome de la educación primaria indica que la “revolución educativa” proclamada por el gobierno, era un cuento chino. El miércoles, especialistas del sector, dijeron en la cara al ministro Navarro que “El país no ha logrado traducir la más elevada inversión presupuestaria en la mejora de la calidad de los aprendizajes”.
Reclamos de más de 3 años para que el gobierno instale una sala de cirugía en el Infantil Arturo Grullón, que sirve a las 14 provincias del Cibao; la admisión oficial de que el país no dispone de suficientes vacunas para prevenir algunas enfermedades; y el escandaloso aumento de las muertes infantiles en casi un 32%, reportan lo que el presidente del Colegio Médico Dominicano acaba de definir como el “colapsado sistema de salud”.
Ni qué decir de la inseguridad ciudadana que desborda cada límite, mientras las reformas policial y carcelaria se quedan frisadas; la podredumbre del sistema judicial hechura de los gobiernos del PLD; las erupciones de la corrupción y la impunidad a niveles nunca antes vistos; el caos del transporte; los retrasos en la agenda de competitividad; los enormes déficits del intercambio comercial, mientras Miguel Ceara vuelve a desmontar andamio por andamio los falsos pisos del empleo, montados por Albizu.
Ni qué decir de la incapacidad gubernamental para concertar los indispensables pactos eléctrico y fiscal, que incluyen los comisionistas del FMI en su retahíla de recomendaciones críticas al desempeño económico, luego de contarnos la poesía de un crecimiento económico que no llega ni al 10% de los hogares dominicanos.
Es mucha la carga para un gobierno del PLD que ni escucha ni dialoga con la sociedad, que sólo recita los costosos pasajes mercadológicos del estilo carioca de Joao Santana y su bonche.
Sólo el desfase y desbordamiento que puede provocar tal carga de fracasos puede explicar que mientras descuida tantos reglones en crisis se concentre el gobierno en hacer aprobar unas “abiertas” que llevan a la crispación y la desestabilidad política -como le observó en estos días Luis Abinader- que lo apartan de la agenda que debe ocupar su atención, he repetido, que es la de concentrarse en lo que le queda de gestión en terminar lo mejor que pueda para entregar tranquilo el mando a su sucesor, el 16 de agosto de 2020.