¿A que nos enfrentamos?
La Amazonía es el bosque tropical más extenso del mundo, siete millones de kilómetros en nueve países, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana Francesa, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela.
Fue elegida una de las siete maravillas naturales del planeta, junto con la Montaña de la Mesa en Sudáfrica; las Cataratas del Iguazú en Argentina y Brasil; la Bahía de Ha-Long, en Vietnam; la Isla Jeju en Corea del Sur; el Parque Nacional Komodo en Indonesia y el río subterráneo de Puerto Princesa en Filipinas.
Es una de las zonas con mayor biodiversidad, gravita alrededor del río Amazonas y posee una vegetación muy verde y tupida, se afirma que es el principal pulmón del mundo.
Y está ardiendo, quemada por la intencionalidad humana; no es el proceso natural de recomposición boscosa que permite que emerjan algunos incendios, que por lo regular se autocontrolan y sirven para regenerar la vegetación. Los datos que encontré hablan de 8 de ese tipo y pequeños. Es una tragedia ambiental de dimensiones catastróficas, provocada por humanos, y que afirman tomará cientos de años su recuperación.
La Amazonía arde y es por dolo, latrocinio, pillaje, codicia, egoísmo, ambición, angurria, avaricia, mezquindad, maldad, perversidad, protervia, perfidia, perversión, es un nivel tan alto de desarraigo del sentido de humanidad que es cuasi indescriptible, por eso hay que expresar muchos conceptos que magnifiquen estas acciones.
Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, hay un 83% de aumento de fuegos en comparación al mismo período en el 2018. Los focos trascienden Brasil, también hay en Bolivia, Paraguay y Perú, con miles de hectáreas consumidas. Informaciones de la BBC, indican que es una situación sin precedentes desde que en el 2013 los incendios comenzaron a ser monitoreados.
Los grupos que luchan por la conservación de la amazonía responsabilizan al presidente de Brasil porque ha fomentado a madereros y ganaderos a la quema ilegal de terrenos para sus actividades. Este a su vez emitió una cuestionable declaración alegando que son estas organizaciones quienes podrían estar detrás de los graves incendios, para perjudicar la imagen del gobierno, y porque se le han recortado los fondos. A mi esta “acusación” me parece el ejemplo perfecto para ilustrar el refrán “El ladrón juzga por su condición”.
Ya es hora de que no sigamos permitiendo que unos cuantos, por avaricia destruyan el planeta. Tenemos que exigir una redefinición de las prioridades, no es posible que la ambición desmedida acabe con todo. El objetivo de un grupito de enriquecerse sin límites no puede seguir siendo una de las principales bases de sustentación del supuesto “desarrollo”. Es urgente que las mayorías poblacionales, aunque no tengamos “el poder” y “el dinero” impongamos una forma de humanidad respetuosa del planeta.
Están destruyendo el hogar de muchas personas, tribus indígenas completas en peligro de desaparecer; el 50% de las especies de plantas que hay en el mundo; una gran cantidad de animales, pumas, jaguares, cocodrilos, caimanes, tortugas, serpientes, monos; y 20% de las aves del planeta. Evidentemente esto se revierte en un mal mundial, porque si se afecta una zona tan importante, las otras áreas sufrirán. Hay que recordar que si no se deforestara la sequía no fuese tan profunda y el bosque tendría formas naturales de enfrentar los incendios y recomponerse.
Se calcula que el daño hasta ahora producido en la Amazonia ha extinguido un 20% de selva, lo igualan al tamaño del territorio de Francia. En esa zona se perdió la diversidad biológica y la función de la selva de abastecer a la atmósfera de nubes para producir lluvia y grandes complicaciones a la salud de las personas. El daño emocional, social y económico es inconmensurable. La pregunta es ¿qué vamos a hacer con el 80% que queda? ¿Protegerla para que podamos seguir viviendo? O ¿Permitir que sigan destruyéndola? y con su destrucción ¿ponernos a contar los días que nos quedan como humanidad?
Cantemos:
Ven brisa vete sol, dale vuelta al zumbador.
Que llueva que llueva la virgen de la cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que caiga un chaparrón con azúcar y turrón.
Ojalá que llueva café en “la Amazonia”, que caiga un aguacero de yuca y té, del cielo una jarina de queso blanco y al sur una montaña de berro y miel.
Y que el hierro que quema encuentre el amor.
El amor que respeta, que reconoce, que no se justifica en las “imperfecciones” humanas, para destruir y luego “confesar” y quedar eximido del horror.
Que el perdón nos arrope, pero que cada uno asuma sus responsabilidades.
Que la “gran culpa” confesada, no sea para justificar el oprobio, sino para la liberación.
Que nos venga la resurrección y despertemos a la vida.
Salvemos lo que nos queda del planeta, que es salvarnos nosotros mismos y nosotras mismas, y vivamos.