Introducción

1.- La indiferencia no cuadra en la persona formada para no  adaptarse a lo que mandan las circunstancias. Demuestra no ser sumiso aquel que permanece entusiasmado y presto para enfrentar lo que considera dañino para el medio donde desarrolla sus actividades. El hombre o la mujer que vive en sociedad no debe portarse despreocupado e indolente con lo que afecta a su comunidad. Enfrentar y de cualquier forma censurar lo infecundo es aportar para la solución de las dificultades sociales.

2.- La vocación cívica la pone de manifiesto el ciudadano cuando, por los medios a su alcance, se interesa para que desaparezca todo aquello que no conviene al buen vivir. Aquellos que quieren el adelanto y la buena conducta, contribuyen a ilustrar a sus conciudadanos a engrandecer y civilizar su país.

3.- No hay duda de que inquieta la forma de comportarse la generalidad de los miembros que componen la comunidad dominicana y cómo los peores vicios se afianzan llegando a conformar la forma de pensar y actuar de segmentos sociales que no tenían un proceder distinto al que ahora exhiben. La propagación y extensión de inconductas muestran su afianzamiento y revelan que con el transcurrir de los años han sido perfectamente asimiladas y negativamente muy bien aprovechadas por sus receptores. 

4.- Lo que estamos comprobando es que hay indiferencia total a las prácticas divorciadas de la decencia; tolerancia  a lo que significa indecencia, y alianza impúdica con lo que representa degradación. Ante la no repugnancia a lo que simboliza degeneración, hay que admitir que nos estamos moviendo en un medio propicio y de simpatía al fenómeno de la corrupción en todas sus manifestaciones.

5.- La realidad de nuestro país prueba en lo ético y moral que aquí hay sectores contrarios a todo lo que significa vicio y degeneración social, aunque esto no quiere decir, que como sociedad la degradación sea extraña a la esencia misma del sistema que le sirve de caldo de cultivo anda con ella mezclada, enredada hasta el tuétano.

I.- Al país le espera un futuro promisorio si salvamos la niñez

6.- Si un ordenamiento económico y social está entregado a lo dañoso  y no se vislumbra en lo inmediato un cambio que elimine lo que significa crapuloso, concupiscencia, relajamiento, depravación y degradación, estar esperanzados en lo no contaminado y salvable. En el caso específico de nuestro país lo único fiable es la niñez, siempre y cuando sea guiada por caminos de honradez, honestidad, integridad y solidez en principios éticos y morales.

7.- Debemos de ser realistas, poner nuestro reloj de razonar en hora, acorde con el signo de los tiempos, y así nos daremos cuenta de que el país está obligado a aprovechar lo que nos queda y se puede formar saludable porque está libre de los vicios que corroen la sociedad dominicana de hoy, entre los que sobresalen deshonestidad, falsía, hipocresía, traición y ambición desmedida por alcanzar la mercancía dinero sin ningún esfuerzo.

 8.- Si todavía contamos con niñas y niños que están en condiciones de ser correctamente formados, y estamos conscientes de que la enseñanza ocupa el lugar central de todo sistema de organización de la vida, debemos esforzarnos para contar en el futuro con seres humanos de buen proceder porque su formación está gestada partiendo del aprovechamiento de su disposición de aprender las buenas costumbres y todos aquellos valores que rodean a la persona y la hacen adecuada para el buen vivir en comunidad. El más profundo y alto sentido de los principios que rigen la moral del ser humano son aquellos que se adquieren en la niñez, y son los mismos que van a determinar sus potencialidades para compartir y querer a los demás por el solo hecho de formar parte de la comunidad humana.

9.- El perfecto proceder de una persona solamente es posible alcanzarlo obteniendo buenas actuaciones desde la niñez; si logramos la decente formación en los primeros años del niño, de seguro que en la adultez no incurrirá en faltas que vengan a dañar el ambiente donde viven. Un joven de correcta orientación tiene un porvenir cierto, siempre y cuando sea sometido a una educación que haga de él un sujeto acreditado por el sello que le sirve de distinción a su carácter que es la identificación de la conducta cultivada para llegar a ser modelo de ciudadano. 

10.- El carácter con el cual se ha levantado la juventud nuestra de los últimos años es sumamente débil, carece de vigor y prueba haber tenido una orientación que cede ante cualquier influencia extraña. La flaqueza de que está constituida la conciencia de los jóvenes actuales revela que tuvieron padres flojos, complacientes, tolerantes; que carecían al dar sus consejos de la fuerza suficiente para influir en la mente de sus descendientes. Sus métodos educativos resultaron no ajustados a la realidad, no acertaron en el objetivo que debe perseguir todo progenitor de entregarle a la sociedad un ser humano que ajuste sus actuaciones a las normas de buen vivir.

II.- Necesitamos buenos orientadores

11.- Debemos aspirar, partiendo de la niñez dominicana actual, a formar un ser humano que por ser flamante tenga una formación contraria a la que tiene el adulto, el viejo munícipe o ciudadano de ahora. Si logramos hacer algo contrario al proceder de hoy, podemos decir mañana que pasamos de mal a bien porque nos hemos transformado en conducta.

 12.- Nos espera un futuro promisorio si ahora salvamos la niñez para que no sea tocada con inconductas indecorosas, como la generalidad de los integrantes de la generación presente cuyos miembros con sus acciones dejan una mala opinión ante sus conciudadanos. El deshonor, la humillación y la indecencia no deben continuar siendo el normal proceder de personas que quieren vivir en una sociedad civilizada.

13.- Es necesario desplegar gran ánimo a los fines de lograr que los que ahora son niñitos y niñitas, sean orientados en el sentido de que el futuro les pertenece, y que de ellos depende todo lo bueno, pero también todo lo mala que sea la sociedad nueva; que les corresponde construir siguiendo los lineamientos que les dieron sus educadores. La posteridad no debe proseguir como hasta ahora.

14.- Es una necesidad para nuestro país convertir el medio donde hoy vivimos en una especie de establecimiento donde habitan niños y niñas que deben ser sometidos a un régimen especial de prevención contra enfermedades que ya han lesionado a otros seres humanos, que en el caso específico dominicano son aquellos que están imposibilitados de restituirles la salud ética y moral porque se corrompieron por entero.

15.- Si se lleva a cabo una labor de tomar medidas para evitar que de la niñez dominicana se apoderen las taras que acompañan a muchos de los adultos, de seguro que en el mañana no van a sobresalir los deshonestos, no será posible que se esté descollando el corrompido, ni mucho menos imponiéndose los vagabundos, truhanes y canallas. Para alcanzar algo distinto a lo que ahora nos coloca como sociedad de ladrones, hay que preparar con antelación el material humano, acondicionar a los que están subiendo y todavía no se han contaminado. 

16.- Nuestro pueblo debe confiar que si logramos salvaguardar a nuestra niñez para que se prepare decente y honestamente, una vez haya madurado espiritualmente, con conciencia de su compromiso social, actuará cumpliendo con su deber, respondiendo con solidez ética y moral, no sedientas a las tachas que hoy han manchado a amplios sectores de la sociedad que llegan hasta el punto de ver en la honradez un estorbo y en el robo una virtud. 

17.- La buena formación de las niñas y de los niños de ahora es algo que se puede realizar. Es posible llegar a contar para la posteridad de nuestro país con mujeres y hombres delineados correctamente; perfilados para que luego ejecuten con el esmero que fueron educados y tuvieran un comportamiento acrisolado. Ante la presencia de personas que hoy nos avergüenzan por sus actuaciones indecorosas, deben llegar aquellas que prueben haber sido formadas en su niñez para tener todas las cualidades deseables en un ciudadano o munícipe magistral todo porque fue bien hecho, ausente de vulgaridades y de las taras que acompañan a los desvergonzados de hoy. Corresponde a los padres y madres darles a nuestra niñez conocimientos para crear en ella la base de principios éticos y morales para que mañana sean adultos estupendos porque darán a sus ciudadanos prueba de servir de primer modelo.

18.- Contar con individuos que hagan las cosas con mucha escrupulosidad, es demostración de que en su niñez tuvieron maestros que les dieron forma para que fueran dueños de un correcto proceder y su espíritu cultivado para actuar bien. Producir un hombre o una mujer de correctas actuaciones se logra plasmando en su cabeza una doctrina para accionar conforme las buenas costumbres.

19.- En la adecuada dirección debe estar la línea que han de seguir en el porvenir los niños ahora bien encaminados. Aquel que tiene la facultad de dirigir, le corresponde hoy pulimentar el cerebro de las niñas y los niños que mañana van a dar ejemplo de excelente comportamiento exterior. La manera como actuarán los adultos del futuro responderá a los modos de conducirse como fueron adoctrinados.

20.- Los instructores están en el deber de formarles a las niñas y a los niños en su cerebro elevados objetivos a los cuales deben aspirar para que se conviertan en sus ideales de solidaridad, sociabilidad, honradez y libertad; de paz, fraternidad y tolerancia. En la medida que el infante acumula ideas sociales sanas se forma una ideología que rechaza los vicios sociales que dañan a las personas.

21.- La grandeza de los padres ante los hijos no está en el exceso de demostración de afectos sino en enseñarles en el hogar para que luego, al ser adultos, sirvan de ejemplo cívico y ciudadano. La demasiada condescendencia que se les manifiesta a los niños no prueba la buena educación que se les está dando. El papá y la mamá dan demostración de don educativo por la enseñanza que bien reciben sus vástagos. El jovencito que sale del hogar dañado, entra al medio social a pervertir por culpa de sus guías hogareños.

22.- Papá y mamá deben ser objetivos y desapasionados; proceder como verdaderos preceptistas, además de buenos consejeros. A los niños hay que darles a conocer el criterio, la opinión certera que se tiene con respecto a una materia o asunto; hay que hacerles exposiciones comprensibles para que no guarden indecisión o vacilación de lo que han aprendido para que luego, en el accionar de sus vidas, no se comporten con inseguridad.

23.- Lo que deben procurar los padres es hacer que sus hijos y sus hijas les vean como sus mejores amigos, guías y protectores, además de sus educadores. La ternura para con los hijos debe ir acompañada de la buena educación, para que a la expresión de cariño se una la explicación con suavidad y sincero mimo.

24.- Lo que está revelando la sociedad dominicana es que los padres tienen que someterse a un profundo examen en lo que se refiere a la formación de sus hijos, y la revisión que precisan no tiene espera, porque los controles requeridos por sus hijos son de tal urgencia que más tarde sería muy triste. Los ascendientes deben someterse a una sincera autocrítica y saber que están obligados a revolver su forma de educar, darle vuelta atrás a los métodos que han utilizado para entregarles a la sociedad un material humano bien hecho, realizado adecuadamente y confeccionado a la medida. 

25.- Si en verdad aspiramos a tener un mejor país, debemos comenzar a cuidar a la niñez que es la que debemos formar con una orientación exquisita. Si logramos que nuestros niños y niñas se desarrollen con una conducta depurada, de seguro que vamos a dejar a la posteridad una nación integrada por ciudadanas y ciudadanos de comportamiento excelente. Está dentro de los deberes de los progenitores formar el pensamiento de sus descendientes porque la niñez es posible guiarla correctamente siempre y cuando los padres se ocupen de mantener la dirección de la educación llevándoles a la conciencia el deber de ser disciplinados, cumplidores y correctos; comportándose con responsabilidad y actuar con prudencia y seriedad.

26.- El buen papá no es aquel que satisface los deseos de sus hijos, sino el que cumple con la función de guía, instructor, preparador y organizador de la buena conducta que les acompañará para siempre. El padre que bien enseña en el hogar hace de perfecto docente y entrega a la sociedad un ser humano digno de ser modelo de ciudadano.

27.- Todo aquel que decide asumir la calidad de padre debe saber que tal condición entraña responsabilidad no solo materiales, sino también en el orden espiritual. A los hijos hay que aportarles ideas, conocimientos y los principios que en el curso de su existencia les van a servir de guía en sus actuaciones. Aceptar ser papá quiere decir hacerse cargo del comportamiento responsable del futuro munícipe y ciudadano.

 28.- Los hijos no son del padre ni de la madre; “son la unión de ambos personificada y es afán de perfección modelada en carne y alma”. Esto se sintetiza en que el proceder de los descendientes es la realización de los ascendientes. El producto bien acabado prueba dedicación y escrupulosidad en su estructuración. 

29.- En los períodos venideros de nuestro país el ciudadano que va a incidir en la vida pública desde diferentes escenarios debe haber sido instruido para que sea sumamente sensible, laborioso, honesto, colaborador, en fin, rodeado de todas las condiciones, hábitos y disposición para servirle a la sociedad. Debemos aspirar a contar con el ser humano que al obrar lo haga en forma virtuosa, para así olvidarnos para siempre de los deshonestos, inmorales y viciosos.   

 Reflexiones finales

30.- Lo menos que pueden hacer los adultos de hoy, no comprometidos con la degradación ética y moral de la sociedad dominicana actual, es preocuparse para quedar bien distantes de los que ahora, en nombre de acumular la mercancía dinero sin ningún esfuerzo, obran en forma desvergonzada, sin importarles ser calificados como sobresalientes en gamberradas. Mañana, cuando el país esté compuesto por la niñez salvada hoy, se podrá decir que en este fango social progenitores se ocuparon de dejarles al porvenir descendientes venerables.

31.- Las inconductas practicadas por los adultos de ahora, son responsabilidad de sus progenitores que no cumplieron con los deberes puestos a su cargo de formar a sus vástagos como personas íntegras. Sería un logro que la niñez de hoy, ya mañana en la adultez, pueda renegar de lo que fue el indecoroso proceder de sus ascendientes, muchos de los cuales en la actualidad simbolizan la perversión.

32.- No resulta nada fácil lograr reeducar a amplios segmentos de la sociedad que han caído en la más profunda degeneración ética y moral. Pero por muy dificultosa que se presenta una situación social, siempre es posible buscarle solución, y dentro de la degradación existente en nuestro medio, si no los adultos, por lo menos la niñez es salvable.