Cuando el mundo observó atónito el asalto al Capitolio, se corría el acto más cruel de la obra, el acto final de la teoría de la conspiración; el objetivo anclar en el imaginario nacional que el presidente electo Joe Biden, era fruto del fraude colosal del Sistema Electoral Norteamericano.

Se apelaba así, a los más profundo del sentimiento trompista, -a lo mejor y a lo peor-. La marcha sobre el Capitolio, quebranto la simbología del poder, en la Capital del Poder.  El hollín se encrespo en las legendarias pinturas del Capitolio, y los lienzos de esperanza danzaron con la muerte, el día de la epifanía el 6 de enero.

El gobierno que termina con el presidente Trump es un amasijo de variables complejas que hay que examinar.   Desde su visión autocrática, marcada por una accionar mega práctico, sin limitación de las normas de gobiernos; llegando a considerar indultarse así mismo, divinizado Dios y hombre.

Es el presidente que autorizo, más de sesenta recursos jurídicos para que se desconociera la voluntad de los electores, rechazados por las diferentes Cortes, hasta llegar a la propia Corte Suprema. Interpeló a las agencias gubernamentales y personalidades del Colegio Electoral.

Trump es el presidente de la agenda corporativa, bajo impuestos a las compañías, la lucha contra los carteles farmacéuticos que monopolizan y estrangulan al pueblo norteamericano.  La lucha por la migración legal asociada a la seguridad nacional.  Es el auspiciador supremacismo blanco, la oposición al aborto, la lucha por el ciberespacio (5G), y la reconfiguración hacia los tres internet (Moisés Naím) China, Europa y Estados Unidos.

Es el presidente del no financiamiento de la agenda LGBT, es el presidente con buen desempeño de la economía. Esta agenda fue impulsada por una visión autocrática de la política. El yoísmo personificado, societariamente fragmentado, agenda política sin consenso.

Es además, el presidente del manejo errático del Covid-19, pero   esta agenda de gobierno como expresión política alcanzó 74 millones de votos. -Aquí hay un camino por construir – y una agenda para negociar.

Joe Biden está a solo horas de ser juramentado como el presidente número 46, con una agenda distintas. La del multilateralismo en las relaciones internacionales, contra el unilateralismo. Es el globalismo mundial, el tratado sobre Cambio Climático.

Es el Black Lives Matter (George Floyd), en contraposición al supremísimo, donde toda la vida tienen valor.   

Es la agenda LGBT del liberalismo, como la agenda legislativa del Estado de New York, donde los seres humanos nacerían sin sexos, por lo tanto, no pueden ser anotado en el acta, hasta que ellos lo decidan.

Es la agenda que propugna por el retorno de la ciencia (CDC), para enfrentar la pandemia.  Es la vacunación masiva para controlar la pandemia y mayores fondos para la investigación.  Es la agenda de protección del programa DACA. Esta agenda obtuvo 84 millones de votos.

Entonces será necesario construir espacio de entendimiento, será necesario acercar posiciones en el congreso con Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes y Mitch McConnell, líder de los republicanos en el Senado. Es el camino de la democracia contrario a la autocracia, deben ser incluidos y no excluidos los que votaron por Trump, deben ser escuchados y no anulados.

Hay que consensuar lo importante de una política de salud preventiva contra el Covid-19, mantener una migración legal segura; mayor exigibilidad de cooperación y cumplimiento en la agenda ambiental multilateral, son temas que ayudan y unen al pueblo norteamericano.

Trump no puede ser censurado por los empresarios digitales, el Estado no puede abandonar la regulación de estas corporaciones. Porque simplemente es censurar 74 millones de ciudadanos, esto es una autocracia digital.

El presidente Joe Biden, junto a la carismática Vicepresidenta Kamala Harris, tienen un enorme reto por delante, tendrán que abrevar en la sabiduría de los padres fundadores de la gran nación del Norte, interpretando cada latido de los versos del poeta Walt Whitman, talvez pueden llegar a escuchar los latidos de los corazones de Lincoln y John, donde quiera que se encuentren.