Recientemente escuché a un precandidato presidencial decir que de llegar al poder establecería por ley programas asistencialistas de manera masiva queriendo decir con esto que esta sería la única vía para el combate de la pobreza: el clientelismo a ultranza con el consecuente aumento de parasitismo social.
No sabemos a ciencia cierta la cantidad de recursos destinadas por el gobierno dominicano a programas asistencialistas, sin embargo huelga decir que gran parte del presupuesto es consignado al clientelismo político a través de acciones disfrazadas como “gasto social”. Se necesitaría un estudio investigativo profundo para detectar y localizar el clientelismo presupuestario estatal.
Un ejemplo de clientelismo disfrazado asistencialista son los llamados “sueldos botella” (en buen dominicano, aquellos que cobran sin trabajar) un organismo Oxfam reveló que del presupuesto de del año 2017, el Gobierno gastó unos 39,000 millones en sueldos “botellas”-
En el estudio denominado “Se buscan: recursos para garantizar derechos”, se calculó que para este año el volumen de recursos malgastados sobrepasa los RD$90,000 millones, que equivalen al 13% del gasto total del Gobierno lo que se considera muy alto para un país como el nuestro.
Para la clase política es más fácil lograr adhesiones a través de dádivas y canonjías para comprar votos en vez de crear verdaderos plantes de desarrollo y emprendurismo para las clases más pobres.
Es lamentable que de manera general, sucesivos gobiernos no le dediquen atención al área de planificación gubernamental a largo plazo, ya que los políticos generalmente creen que sólo deben vivir el momento; repartir subsidios aquí y allá y crear la ilusión de que están trabajando de forma productiva. Con paliativos económicos pasajeros especialmente en tiempos de campaña.
La verdadera base para el desarrollo es la planificación para cerrar ciclos de pobreza. Se considera utópico pero no es así que la clase política esté comprometida con programas de desarrollo sustentable como por ejemplo el acompañamiento de la población hacia planes de capacitación y creación de empleos productivos.
El asistencialismo estatal como forma de proceder institucional en muchos estados latinoamericanos lleva ya muchos años de vigencia y aplicación por los líderes políticos de diferentes ideologías convirtiéndose con los años en un mecanismo de corrupción administrativa y a la vez de politiquería con fines primordialmente clientelistas. En definitiva, en lo que hace a la vida nacional, el asistencialismo estatal no presenta éxitos, sino paliativos muy temporales y económicamente insostenible.