Un año más, el mundo cristiano se prepara para conmemorar otra Semana Mayor o Semana Santa. Sin embargo, esta no es una semana igual, tiene sus particularidades, no sólo por los actos que se conmemoran en este tiempo sino por lo que a nivel global hemos estado viviendo.

Hace un año, el mundo vivió la Semana Santa más parecida a la primera de hace XXI siglos y decimos esto por todo el dolor que a nivel global se ha vivido. Algo nunca visto en las generaciones presentes, el globo casi completo lloraba por un mismo pesar.

La experiencia fue muy difícil, el cuerpo físico estaba amenazado por un micro virus que “ninguno” conocíamos, el cuerpo emocional lacerado por el miedo, la frustración, el conflicto y la angustia, sin saber hacia dónde dirigirnos.

Era tanto dolor, que ninguna otra Semana Santa, a no ser la primera, se había sentido así. La humanidad herida por lo mismo, sin salida, sin luz, sin esperanza, sin caminos, y la vida de por medio, amenazada y dolida.

Es en ese sentido, que, un año después conmemoramos otra Semana Santa más, sin embargo, esta parece diferente, aunque con las mismas amenazas, con la misma realidad sanitaria, pero con un poco más de luz y caliente en el alma. Parece como si en medio del túnel se vislumbra una luz.

Una Semana Santa que mueve hacia la luz

Bien es sabido que, las situaciones por las que el mundo atraviesa hoy, siguen siendo muy parecidas a la Semana Santa del 2020, no obstante, hay cosas que se han ido moviendo, y en medio de todo, la densidad de la penumbra ha ido bajando, el temor también se ha movido, y aunque sigue el miedo, otras emociones han aparecido.

El corazón de la Semana Mayor, es el viernes y domingo santo, claro,  precedido por el jueves y la entrega en la cena con los amigos y amigas; pero lo fuerte es,  que,  otros viernes santos se siguen repitiendo en la historia,  pues cada vez aparecen nuevas formas de tortura para la vida inocente, y en ese sentido, recordamos todo un año de pandemia, donde mucha gente inocente y no tan inocente ha sucumbido en formas tan duras como es la soledad y el abandono provocado, esta dureza no sólo para el que se ha ido, sino también para quienes se quedan.

Este año 2021, al volver a las conmemoraciones de la esta semana, parece que una luz se asoma para iluminar el camino tortuoso que aún está presente, pues no es lo mismo caminar dando tropezones por la oscuridad, que caminar en las piedras con un poquito de luz.

Buscamos el sentido de homeostasis

El diccionario Oxford, define homeostasis como el estado de regulación o equilibrio entre todos los sistemas del cuerpo, los cuales son necesarios para sobrevivir y funcionar correctamente.  De esa misma manera, el cuerpo social, necesita regulación, y es por eso, que un estado de tensión, temor o miedo no puede persistir por un tiempo eterno.

La Pascua de resurrección es signo de vida, y una vida que se hace nueva; y en ese camino de buscar el equilibrio y regulación, es donde el cuerpo social o el macrosistema, busca y necesita equilibrarse.

El camino que fue dando en los albores de la situación sanitaria, estuvo sustentando por un temor muy grande, tan fuerte, que era casi imposible al sistema inmune mantenerse en pie o ileso, y esto es parte del “éxito” de dicha situación, pues si grande era el efecto del virus, mucho más fuerte han sido los efectos del temor inducido, el cual debilitó fuertemente al sistema inmune de las personas.

Aun así, el refranero reza que: “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, y por eso, se hace vital el proceso de homeostasis para los cuerpos.

Este tiempo nos mueve a la Pascua primera

Con certeza no sabemos lo que seguirá sucediendo, lo que sí sabemos a medias es que, por encima de todo y todos, la luz va venciendo a la oscuridad, y podemos ver y sentir que algo nuevo se ha ido gestando y la vez va brotando.