Hoy debería ser un día para celebrar la resurrección del Señor, el más grande acontecimiento de la humanidad y el más importante de la religión cristiana. Deberíamos celebrar que, a diferencia de otras semanas, aquí lo primero que se activó no fueron los organismos de seguridad como el COE, sino las alertas de los lugares de vacacionar.

Las semanas santas anteriores su éxito estaba no en quienes resucitaron con Cristo, sino en si se habían reducido el número de muertes, cosa que, evidentemente, contrasta con el sentido hermoso de este tiempo.

Esta Semana Santa nos ha hecho ver signos hermosos de resurrección en donde el amor se ha puesto de manifiesta ante la tragedia humana que vivimos del Coronavirus.

Quizás es lamentable que el dolor sea lo que nos lleve a expresar el amor, pero bien dice la palabra que no hay resurrección sin cruz. Cuando me refiero a señales hermosas de resurrección describo las muestras de solidaridad. Personas que se han desprendido de lo mucho o poco que tienen para ayudar a los más necesitados y empobrecidos.

En mi pueblo de Cevicos un grupo de jóvenes tuvieron la iniciativa de recaudar fondos para ayudar a personas empobrecidas que necesitan de una mano amiga. Su gesto contagió a decenas de cevicanos que se unieron a esta causa donando no solo dinero, sino frutas, víveres, entre otras cosas.

Médicos que, pese a las malas condiciones de los hospitales y las pocas maneras de prevenir el contagio aún siguen trabajando para que la gente no muera o al memos mueran que no sean tantos.

Policías que cada noche salen a exponerse al custodiar una ciudad habitada por personas que por más que se les anima a quedarse en casa escenifican hechos que dejan mucho que desear.

Esto demuestra que Jesús no entregó su vida en vano. Su amor y valores ponen en marcha muchos corazones, pies y manos… mucha gente dispuesta a entregar la vida para salvar a otros y eso fue justamente lo que hizo Jesús.

Como dije esta pudo haber sido la mejor Semana Santa… pero, no ha sido del todo así. Si bien es cierto que hemos vistos signos tangibles de resurrección, también es cierto que se han visto situaciones de una ciudadanía irresponsable que aparentemente le importa poco su seguridad y la de los demás.

Si bien es cierto no se reflejaron tantas muertes como en otras ocasiones, salvo más de 13 personas que fallecieron por la ingesta de clerén, también es cierto que hubo más de 30 mil personas detenidas violentando las normas establecidas de no irse a balnearios, playas o lugares de recreación y diversión o no respetando el toque de queda.

Personas bailando gagá en muchedumbre y también ayer nos dijeron las estadísticas fatídicas de este virus que no disminuye ni los contagios ni las muertes.

Amanecimos ayer con 2,967 casos (38 casos nuevos), 99 personas en cuidados intensivos y 173 muertes.

Lo peor en esto es que la gente no rompe las normas por necesidad, por hambre ni razones justificadas, rompen las normas por el simple hecho de desafiar las autoridades, porque no han entendido la magnitud del problema que tenemos entre manos.

Creo que llegó la hora de que las medidas sean más drásticas. Es cierto que el Coronavirus ha desnudado la triste realidad de nuestro sistema de salud, la inmensa pobreza y desigualdad que tenemos en República Dominicana, pero también ha desnudado el que no tenemos una ciudadanía responsable, consciente de que, así como tenemos derechos también tenemos deberes.

Digo que las medidas deben ser más drástica pues, como dijo el gran Alejandro Magno, “de la actitud de cada depende el futuro de todos” y eso la gente debe entenderlo antes que el problema sea mucho más grave.