Aquí toy, en esta esquina que muchos tildarían de peligrosa, en el legendario y mitológico capotillo, como uno más entre el montón, un simple objeto accesorio  en esta escenografía urbana, ambientada por el musicón del colmandón, la lírica del Dembow, una bachata o las trompetas de una salsa;gente alegre, morenascon shores y tacos altos que para nada están acomplejadasde mostrar sus chichos y celulitis;la estética aquí es un performance de una desbordante alegría que,con y sin razones, contagia a cualquiera.

La noche invita a todo ser vivo, hasta a los perros viralatas, a que se autoconvoquen a esta fiesta, que tiene como pista de baile este resquebrajado asfalto que sobrevive gracias los remiendos hechos por las sobras de materiales de construcción de las remodelaciones de alguna casa, asfalto que narrael tiempo que ha pasadodesde que aquel alcalde merenguero dio su brazo a torcer y,después de pal de protestas, soltó los cuartos para convertir aquellos caminos de tierra en una suerte de vía publica cuasi-urbana.

Sí, aquí toy sentado en el contén, obstaculizando la entrada al colmadón, en plenacalle, con una fría (que no esta tan fría) en la mano y mi bb en la otra, alternado un trago mientras veo qué hay de nuevo en el mundo virtual.

Correos electrónicos entran (noticias y vainas formales de movimientos sociales, el 4%, etc.),  el romoempieza a hacer en mí su efecto neuronal,  empiezan a llegarme unos flashes mentales, recuerdos rurales del 2009: cuando un grupo dejamos la ciudad y nuestros mundos de clase media, pa´creernos que éramos hippies e irnos a vivir aGonzalo (pueblo icono de la lucha de los haitises), a aportar como un actor más, en esa lucha de preservar un patrimonio natural y colectivo; recuerdos de cuando  atajábamos camiones sentándonos en las calles y con guitarra en mano cantábamos canciones de Cerati, los Beatles y Giordano Morel; de cuando aprendimos a usar las piedras no para agredir y lanzarlas a la insensatez, sino para construir, hacer muros y barricadas sin cemento, en pro de la vida.

¡Fue casualidad, chepa, chercha, deseos de joder, dios sabrá!Lo que nos llevó allí, una consigna se convirtió en la plataforma para que cada persona o grupo juntara como entendiera, nadie era el vocero ni la imagen, nadie le pautaba a nadie, todos eran la cara y todos tenían voz y calidad para hablar; se había desatado un movimiento social realmente democrático, como hasta la fecha no se ha manifestado en el país (y créanme que lo digo sopesando otros en lo que he participado con más difusión y permanencia).

Era la potencia social expresándose en todos lados, desde los extremos hasta el centro. Los que podíamos jactarnos de conducir y enarbolar cualquier discurso y aprovechar las cámaras para construir una imagen o una articulación que se convirtiera en la voz oficial de esa lucha, no lo hicimos, porque entendíamos que debía ser un proceso donde todos pudieran hablar y el protagonismo  que pudimos haber asumido, decidimos que debía ser ejercido por los rostros de los jóvenes deGonzalo (que no hablaban tan bonito como nos gusta a los acomodados de la ciudad, pero eran los directamentemás afectados de ese proceso).

Y allí, todos hablaron, todos se expresaron, todos tomaron iniciativa, no había coalición; sólo había un discurso y un sentir que caló en toda la población, un problema que concernía a todos y el cual muchos decidieron enfrentar y buscarle solución, sin la necesidad de juntarse en órganos y comités que marcaran la pauta.

Pues así es,como se hacen las luchas políticas y sociales en el siglo XXI, no desde los centralismos democráticos y las mesas de coordinación, sino desde las ideas que una población puede asumir y sobre todo empoderarse accionando en ellas.

He aquí, mucho antes que en Egipto y en España, en esta simple isla del caribe, una acampada había dado el ejemplo de iniciar un proceso social que culminó torciendo el brazo al poder.

Lástima, que movimientos sociales más abarcadores que el de los Haitises, no hayan aprendido el principio: es la gente la que debe ser vocera y gestora de su propio destino.

¡Diablo! Ya se me fue el medio jumo que tenía, déjame i´ a buscar otra fría.