Ondas brumosas que no logran desvalijarse; cual hipertrofia candente que se solapa permanentemente en nuestro cuerpo social, que nos hace perder el equilibrio como sociedad. Es el sentido desproporcionado de lo que hacemos, de lo que somos, sobredimensionando lo que no somos; ocultando temerosamente la esencia de lo que verdaderamente somos y aminorando el sentido real de nuestra existencia.
Parafraseando a ese gran poeta, narrador y ensayista mexicano, Octavio Paz, en su libro El Laberinto de la Soledad, cuando decía “el mexicano excede en el disimulo de sus pasiones y de sí mismo. Temeroso de la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve sombra y fantasma, eco”. Era una frase, con su mirada para toda Latinoamérica. Una expresión del desdoblamiento, de lo que no somos que queremos ser. Un ser desdibujado en la combinación del desfase entre un Yo Real y un Yo Consciente, que sintetiza todo el espacio de simulación y de hipocresía social que esparcimos en la conducta como sociedad.
A ese sentido desproporcionado de nuestra importancia tenemos que revestirlo, disfrazarlo de artimañas, de mentiras, de infamia, de iconos e iconografías de colores sin colores; de fotos del ayer cristalizada en el presente, de horizontes sin perspectivas, sin visión. Se dibujan en una constelación coloreada en estrellas de calumnias, de abyección, en una práctica fatua que denigra y degrada; por la mera contemplación de sentirse el triunfador, sin ropa verdadera que cubra por entero su cuerpo y mucho menos su alma.
La Esquizofrenia lo permea en el juego real de su existencia. De ahí que en su modus vivendi utiliza la falsedad, el engaño, la ambición desmedida y el espectáculo en su drama permanente. Nada lo inmuta en el teatro de la vida; porque ha hecho de su opereta; la opereta de la sociedad, mutándola en el juego de la exclusión. La Esquizofrenia social crea una cultura de la falsedad, pergeñada, entonces, en una sociedad sin códigos, que se expresa y contamina en pensamientos descafeinados, cuyas consecuencias repercuten en la insaciabilidad; en la multiplicación de la codicia, con un alma descorazonada, produciendo una sociedad que se pervierte.
Esa esquizofrenia colectiva, en el ritmo de la historia, contrae a aquellos que la ejecutan como su arma cotidiana, convirtiéndolos en guiñapos que se estrujan y destruyen ellos mismos, una vez se descubre el verdadero color de sus “hazañas”. Son los que no tienen ni siquiera el sentido de la dignidad en el manto sagrado de morir. Su equilibrio es un juego inmanente de su eterna fragilidad, al saberse verdaderos simuladores, manipuladores y distorsionadores de la realidad.
La Esquizofrenia social produce comparaciones sin esperanzas, porque vive en el ascua recurrente de los rasgos visibles del éxito social. En ellos no existe nada que tenga que ver con la cooperación, con la sociabilidad y la empatía. Todo en ello es la Competencia sin reglas; en un neodarwinismo que implica desconocer, humillar, maltratar y destruir; con una ideología sin soporte argumental.
La rivalidad lo alimenta; es como el alma humana que nutre la individualidad como el cuerpo necesita de la comida. Esa rivalidad de la cultura esquizofrénica se deleita con la marginación, con el goce del dolor de los demás, con la no comprensión de la diferencia, de la asunción de la Tolerancia y la Diversidad en una sociedad democrática. Su pasión, desborda el tiempo y el presente, desfigurando los derechos de la Tercera Generación.
Los esquizofrénicos no toman en cuenta los efectos deontológicos de sus acciones ni las consecuencias de sus decisiones. El maquiavelismo es su norte, su guía. Su eco es el retumbe de un presente anclado en el pasado, como si la historia no existiera y el presente fuera una mera receta del pasado: Trujillo, Santana, Balaguer, Báez, Lilis, Mon Cáceres; son sus paladines, que los traen al día de hoy, como si el tiempo no transcurriera. Su doble moral es su andar; su eterno trajinar.
Más que ilusiones, los esquizofrénicos, con sus enfermedades mentales, producen alucinaciones, en un estado permanente de la distorsión de la realidad, que denota una vigilia sin sentido, como fruto de la desorganización del pensamiento; con ideas delirantes de su pasado que lograron a fuerza de golpe y del tambor del infundio, el fraude, la falacia, la ficción y el artificio. Es la disociación de Su Yo, que no permite entender la nueva realidad; que no le permite comprender a otro, en el eterno maniqueísmo, uniformidad; de un consenso, que es el primer engaño de sí mismo, en su pobreza libidinal.
Cuando vemos lo que acaba de hacer el Director de Aduanas, Fernando Fernández, al retirar los cargos a varios jóvenes que cometieron comportamientos desviados. Esos jóvenes son acusados de estafa por más de cien millones de pesos, desde hace más de 3 años. El Director de Aduanas, se despacha “El Ministerio Público que lo persiga y lleve hasta las últimas consecuencias y si puede encontrar los RD$100 Millones de Pesos, de los cuales se habla y devolverlos al fisco, felicidades, pero ya no tenemos nada que buscar ahí”.
Cuando encontramos que nuestro país, es uno de los líderes de la región en el ranking de ventas de medicinas falsas, falsificadas. El Ministerio de Salud Pública sabe donde se encuentran localizadas “esas empresas” “esos laboratorios” y no pasa nada. Cada cierto tiempo se denuncia y nada. Para mi eso es más peligrosos que el narcotráfico. Uno está consciente de comprar o no comprar drogas prohibidas; empero, ir a una farmacia a comprar una medicina que nos va a sanar y resulta que al ser falsa nos deteriora más la salud. ¡Es un acto más criminal, pues el usuario no está consciente del engaño!
Cuando sabemos que en Dominicana han muerto 105 seres humanos por DENGUE y más de 14,528 enfermos y en cambio en otros países, nos hallamos con más de 200,000 enfermos y ni un solo muerto; tenemos que llegar a una sola conclusión: La poca sensibilidad de los actores políticos y la ausencia de una clara Política Social.
La aprobación de un Presupuesto para el año 2014 y no se ha conocido el PRESUPUESTO COMPLEMENTARIO; nos indica la supremacía del Poder Ejecutivo y la poca institucionalidad. Todo ello, es el drama dantesco de una sociedad que sufre de una Esquizofrenia Social, cuyo eje central se caracteriza en la construcción de una imagen y una percepción que no guarda relación con la realidad; en una disociación cuyo punto máximo es la hipocresía social, el cinismo, la manipulación y la mentira. Construcción que lo hace perder en el rol de su historia. En este drama se necesita una reconversión mental para desterrar esa eternidad esquizofrénica.