En la mente de muchas personas la palabra “espiritualidad” a menudo se la vincula con la religión o con creencias religiosas. De allí que la frase “espiritualidad en el jardín” pueda sugerir creencias religiosas a algunas personas. Es cierto, en judaísmo, cristianismo, hinduismo, budismo y en las creencias de la nueva era, los jardines, y plantas, hasta los que se cultivan en lugares cerrados, son considerados lugares de espiritualidad. Es posible que algún jardín o parque cerca de su lugar de residencia pueda fomentar alguna conexión o sentimiento espiritual.
No puedo negar que cuando me siento en mi jardín o, visito un jardín botánico, me invade una sensación de paz; esto así a pesar de la circulación de vehículos en las vías de comunicación vehicular cercanas. Este efecto emocional se apodera de mí sin que me distraigan las sirenas de la policía y de las ambulancias en los alrededores. De mi mente desaparecen los sonidos estridentes de la música de algunos vehículos, así como los ruidos de las maquinarias de los jardineros a mi alrededor.
En este lugar es oportuno pasear la mirada sobre los jardines que existen o han existido en nuestras comunidades en la actualidad. Probablemente muchos de los lectores de Acento.com tienen ascendientes cristianos.
Deseo evocar aquí la historia del hermano Lawrence quien a la edad de 26 años en 1640 se incorporó a la Orden de los Carmelitas Descalzos en la calle Vaugirard en París. En calidad de hermano laico él pasó el resto de su vida en esta comunidad parisina, donde su tarea principal era trabajar en la cocina y en el huerto de la comunidad. Él inspiró un libro, Practicing the Presence of God, en el que comentó, “en medio del ruido y estrépitos de mi cocina, mientras varias personas al mismo tiempo pedían diferentes cosas, Dios me llenaba de gran tranquilidad, como cuando estaba de rodillas en la capilla”. Él comentó, además, que trabajar en el huerto era tan espiritual para él, como cuando escuchaba la música y la liturgia en la capilla.
En el budismo Zen, los jardines desempeñan un papel central en la meditación y en la comprensión. El jardín Zen en realidad comenzó a aparecer en Japón aproximadamente en el siglo XI, en las cercanías de los templos budistas. El propósito de estos jardines era proveer a los monjes con un lugar para caminar y contemplar las enseñanzas de Buda. El diseño de estos jardines se suponía que promovía el sentimiento de paz y armonía en ese espacio.
En varios jardines del sur de Florida se incluye una sección de jardín Zen. El Jardín Botánico de Miami Beach tiene un jardín Zen que a la serenidad que proporciona añade una rica colección de especímenes de bambúes. Un puente rojo cruza y une los dos estanques apoyándose sobre un lecho de piedras de ríos. Las tradicionales linternas de pagodas adornan el halo de misterio asiático del sitio. En Delray Beach, en el condado Palm Beach, el Museo Morikami junto con el jardín japonés es un centro de arte y cultura japoneses que incluye dos jardines japoneses, entre estos un jardín bonsái.
En el hinduismo, las plantas y los árboles siempre han tenido una importancia especial y por ello son reverenciados. En los textos sagrados del hinduismo hay muchas referencias acerca del crecimiento de los árboles, la creación de jardines y bosques. Las plantas que se usan para estos jardines inducen vibraciones positivas que son ampliamente usadas en medicina y con propósitos ornamentales.
He contactado a varios residentes del área de Miami quienes han comentado acerca de la espiritualidad en sus jardines. Por ejemplo, Mac Kennedy expresa que él espera la salida del sol cada día en su jardín, pues esa acción lo ayuda a reorganizar su mente y pensamientos. Margaret Mahoney dice que gusta de esperar en su jardín, en la tranquilidad de la mañana las primeras luces del día que iluminan con suavidad el jardín al despuntar el día.
Susan Howell cultiva un jardín de plantas nativas alrededor de su casa y ella ayudó también a crear un jardín para mariposas en la iglesia Miami Shores Community Church. Acerca de su jardín señala, “cuando recorro mi jardín de polinizadores, me siento testigo de la creación; la infinita inteligencia de la naturaleza se comunica profundamente con mi alma”. Ella añade, “mi jardín ha sido uno de los lugares de refugio durante el período del covid; mi jardín me pone en contacto con lo divino”.
Personalmente he disfrutado visitando varios jardines públicos en los Estados Unidos y el Caribe. En los Estados Unidos he visitado excelentes jardines botánicos, en Nueva York, San Luis, Misuri, San Francisco, California y Denver, Colorado. Podría escribir varios artículos acerca de estos jardines, pero no es el objeto en esta ocasión.
Experimento personalmente un profundo sentimiento de deleite cuando visito el Jardín Botánico Moscoso de Santo Domingo. El nombre rinde honor al primer botánico dominicano, Dr. Rafael María Moscoso, quien escribió en 1943 un catálogo de la flora de la isla La Española. Allí, además de las más de 69,000 especies botánicas clasificadas hay un jardín japonés con una vista maravillosa de bambúes, araucarias y juníperos, así como un puente tradicional que representa el camino al cielo. Todo el entorno allí transmite quietud y una sensación relajante. Este jardín botánico es el más bello en toda la región caribeña.
Mientras meditaba en mi jardín acerca de cómo organizaría este artículo, un ruiseñor se posó en una rama cerca de mí y me pio un saludo. Un cardenal vino cerca de mí a deleitarse comiendo algunas bayas de una de las plantas nativas de mi jardín. Antes de que pudiera levantarme varias mariposas vinieron a sorber en silencio del néctar de las flores. Todo esto es parte del deleite que propicia la meditación y espiritualidad en el jardín.
Vista del Jardín Botánico Dr. Moscoso