Con la llegada de un año nuevo son muchos los mensajes que envían amigos y amigas con deseos de felicidad, pero en esta ocasión me llegó uno particularmente significativo.
Se trata de un amigo con quien he compartido responsabilidades en el oficio de periodista y me habla de una “deuda de gratitud” porque nunca me presté a juegos pérfidos y por el contrario le demostré lealtad sin límites.
Para él y para otros, las personas leales a principios y a la verdadera amistad son una especie en peligro de extinción y tienen razón porque los comportamientos individualistas, ventajistas y adulones están ocupando casi todos los asientos en esta sociedad.
A mi querido amigo y a los lectores voy a recordarles que cada vez que estoy ante una responsabilidad puesta a mi cargo, si la acepto porque la comprendo, no hago otra cosa que cumplir mi compromiso sin doblegarme y sin pensar una sola vez que los bienes materiales o las “oportunidades” compran dignidad.
Un poema escrito en el siglo XIX por un poeta inglés llamado William Ernest Henley sintetiza un ideario sencillo que todo hombre o mujer puede adoptar con solo estar dispuesto a pagar el sacrificio de enarbolarlo como bandera.
El poema se llama “Invictus”, escrito en 1875 en una situación particularmente difícil para la salud del autor, sirvió de inspiración al gran líder Nelson Mandela quien lo evocaba en las cárceles del sistema del apartheid donde fue encerrado por 27 años, pero salió de ellas lleno de gloria a terminar de liquidar ese régimen de segregación racial impuesto por los colonialistas europeos en Sudáfrica.
“Invictus”
William Ernest Henley
Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
Twitter: @FelipeCiprianp