Por años esperábamos que alguna vez cesara el tránsito de vehículos pesados por el Malecón. Ahora una ordenanza municipal los obliga a desviarse, buscando individuales alternativas de enlace de superficie por otras vías, y ya se anuncian anticipados conflictos de transporte. Es obvio que así sea porque el esquema de las soluciones es el del traslado de los problemas, ya puesto en práctica, fracasada e inútilmente, con los elevados.

Resolver problemas urbanos, y el transporte, el tráfico y el tránsito lo son, amerita concentrar ideas sobre el todo geográfico de la ciudad, sin dejar espacios sin atender. Trabajar puntualmente sobre específicos territorios, es malgastar el tiempo y los recursos. Desde 1995 se viene viendo en Santo Domingo lo que esto quiere decir. Tres túneles, dos pasos a desnivel, tres elevados sectoriales, que discurren como tobogán en un baja y sube permanente, y un colectivo de alta velocidad para el transporte masivo de pasajeros, denominado Metro, aportan soluciones parciales que han generado otros problemas y algunos ya son conflictivos, como las paradas de los carros de concho en cada parada del Metro, una nueva modalidad de espera que absorbe espacio de la calle y acumula carros en sus bordes, dizque facilitando al usuario cierta agilidad de abordaje del Metro al concho. O viceversa.

Pero resulta que ese recurso (si es que se le puede denominar así) no aporta nada que no sea tumultos pues congestiona y demanda mayores espacios de estacionamientos en las vías que están para circulación, no para estacionamientos. Eso demuestra una vez más que la ciudad no fue preparada para el funcionamiento óptimo del Metro. Nótense que a cinco años de iniciarse las labores del costosísimo  transporte mecanizado, aún no les funcionan los ascensores y las famosas rutas alimentadoras que iban a suplirse con guaguas articuladas, no acaban de llegar para rendir el servicio complementario de distribución sectorial del personal humano que use el Metro.

Eso quiere decir que si la obra más grande de ingeniería vial que se ha realizado en la capital dominicana adolece de fallas tan garrafales como esas, es entendible que otras derivaciones de la puesta en funcionamiento del Metro no se hayan podido poner en uso dado el sistema constructivo que lo afectó, lleno de improvisaciones y prisas sin planificaciones urbanísticas. Por esto último el Metro necesita las rutas alimentadoras que no llegan. Porque se concentraron en eficientizar la construcción y descuidaron la planificación urbanística de los entornos servidos por el Metro.

Algo similar estaría ocurriendo en el malecón con los vehículos pesados, de ser desviados sin darles alternativas de por dónde irse hacia sus respectivos destinos. Toda la ciudad estará a la espera de las decisiones de los diferentes conductores de los camiones y patanas que usan ahora la vía. Serían decisiones unipersonales, no armonizadas ni consensuadas.

¿Qué espera la municipalidad, es decir, el Ayuntamiento, la Alcaldía con este “sálvese quien pueda”? ¿Dejar que el libre albedrío de los transportistas tome las decisiones cruciales con relación a la ciudad, al tráfico y al tránsito urbano? ¿Dejar en manos de la Cervecería Nacional Dominicana la decisión final de uso para todo el malecón, de un extremo a otro?

A esta última pregunta, el común de la gente debe saber que los empresarios dueños de la Cervecería son los primeros que se oponen a las  restricciones de uso del transito pesado por el malecón. Porque desde donde están sus instalaciones de envasado, salir para dos de los tres ejes carreteros nacionales, es muy fácil si se hace desde el malecón, para enlazar con el este y con el oeste (o sur, como prefieren identificarlo los que se niegan a que tengamos oeste).

Los muelles de Haina y Boca Chica fueron alguna vez la génesis del problema. Ya no. Menguada la actividad en Boca Chica, pero reactivada y aumentada la misma en el multinodal, más la que se mantiene en Haina, toda la parte baja de la ciudad, con sus redes viales, se convierte en garante de enlaces para el transporte pesado y la avenida del malecón, que debiera ser un paseo marítimo, se ha convertido en una vía de casi igual similitud a la Av. General Gregorio Luperón. La intensidad, volumen y velocidad de traslados las hacen peligrosas para el discurrir urbano y los potenciales peatones que las usan a riesgo.

Entonces queda claro que el problema es de horarios y controles para esos horarios. Porque una cosa es que discurra un tráfico pesado a partir, por ejemplo, de las dos de la madrugada (los conductores se supone que cobrarían más por su trabajo aunque descansarían en horas distintas y diurnas) y otra cosa es que ese discurrir sea a fiesta de bocinazos, para molestar a propósito y mantener insomnes a los vecinos y huéspedes de los hoteles del malecón. En consecuencia, el control de las velocidades debe ser efectivo porque el rodamiento a mayor velocidad, produce mayor ruido.

Para esto habría que mantener a grupos policiales de transito despiertos en horas inusuales. ¿Está la Policía Nacional dispuesta a trabajar en esas condiciones? Pero no pueden ser patrullas de a pié. Deben estar motorizadas y debidamente comunicadas.

¿Está la ciudad preparada para esto? Obviamente que no. Nunca ha estado preparada para nada porque nunca nadie se ha sentado a planificar nada en ella ni para ella, ni siquiera las fiestas de carnaval. Así con el Metro hay ahora otros líos, con los elevados y túneles, por igual, trasladados los problemas surgen otros problemas en otros lugares y se sigue caotizando la ciudad porque sectorialmente no se puede analizar la urbe agigantada de imprevistos e improvisaciones. El plan debe ser de conjunto. Solo así servirá lo que sea que se haga…