La especie humana es el resultado de una constante migración por todo el planeta. Nuestra historia es trashumar buscando mejores lugares para vivir. En ese movernos vamos mezclándonos y recreando culturas. Esos procesos están cargados de logros y fracasos, de alegrías y pesares, de guerras y espacios de paz, de encuentros y ausencias. El mestizaje es la garantía de que los seres humanos podamos adaptarnos eficientemente a todos los ambientes y superar las expresiones reduccionistas de las etnias y nacionalidades chovinistas. Yo soy el resultado de la migración.

Mi madre nació en Oviedo, Asturias, en 1929. Su abuelo era el jefe de la Estación ferroviaria de Los Económicos. El levantamiento contra la República en 1934 marcó su destino. Su padre, mi abuelo, murió durante el bombardeo de la capital del principado y eso sumió a la familia en la pobreza. En 1949 emigró a la República Dominicana buscando un mejor destino. Una tía de ella vivía aquí casada con un dominicano. Tres años después su madre, su hermana y hermano se mudaron a Sao Paulo, Brasil. Nunca mamá salió de aquí, ni volvió a ver a su familia. Murió en 1992. Mi familia materna ahora es brasileña.

Mi padre también nació en 1929, en Brión, A Coruña. Era el último de cuatro hermanos. Ramiro, el tercero, había emigrado a Venezuela en 1950. Por las cartas que intercambiaban los hermanos el ansia de papá por migrar a Venezuela crecía día a día, pero no encontraba la forma de hacerlo. En 1954 se enteró de un acuerdo entre un “generalísimo” dominicano y Franco que ofrecía viaje y tierra de labranza para quienes quisieran ir allá. Vio un mapa escolar y notó que Venezuela y Dominicana estaban “muy cerca”, pensó que hasta nadando podía llegar. Triste para él fue descubrir al llegar aquí que no era tan cerca y que el encuentro con Ramiro se dilataría, de hecho, nunca volvieron a verse en persona. Papá conoció a mi mamá en 1958 en la Avenida Mella y se casaron el 12 de diciembre de 1959 e instalaron su hogar en San Juan de la Maguana. Papá sobrevivió a mi madre y regresó a España en 1996, encontró a una novia de su juventud, también viuda, se casarón y vivieron juntos hasta que él murió en el 2008, en Duomes, Negreira.

Tanto mi madre y su familia, como papá y su hermano, emigraron porque eran pobres y buscaban un mejor lugar para poder trabajar y sostener a los suyos, llevar comida a la mesa cada día y cuidar a sus descendientes. Ya mi abuelo paterno había vivido una década al inicio del siglo XX en Cuba, pero regresó a España. De las hijas de mi tía materna, donde vino mi mamá a vivir, tres emigraron a Estados Unidos. De mis tres hijos la más pequeña emigró a Barcelona hace algunos años. Estoy seguro que muchos de nuestros descendientes emigrarán a otras tierras diferentes de las que nacieron cuando incluso yo no esté vivo para verlos.

La sociedad dominicana es netamente una nación de emigrantes que llegaron aquí y tuvieron hijos que construyeron este país. Basta con pensar en Juan Pablo Duarte y muchos de los trinitarios, o alguien tan relevante como Juan Bosch, hijo de emigrantes y a su vez peregrino por tantas tierras en su condición de exiliado político. Un José Francisco Peña Gómez, hijo de haitianos, o un Pedro Henríquez Ureña que vivió más tiempo fuera del país que dentro. Curioso que tres de los hombres que más aportaron a formar nuestra sociedad vivieron casi la mayor parte de su tiempo en el extranjero, pero eso es un tema a dilucidar en otro momento.

Debido a que soy hijo de emigrantes pobres y que la mayor parte de nuestra sociedad proviene de migrantes, he desarrollado una fuerte sensibilidad contra toda forma de xenofobia, racismo o aporofobia. El rechazo en contra de los haitianos, los cocolos, los descendientes de árabes, chinos, españoles o sudamericanos, me ha llevado a militar en muchos esfuerzos en defensa de los derechos de los migrantes y sus descendientes. Además, el espíritu del Evangelio, la Doctrina Social de la Iglesia y la postura de Francisco nos debe comprometer a todos los católicos en la defensa de la dignidad de los que emigran por guerra, hambre o persecución.

Al iniciar este siglo un gran amigo e historiador, Carlos Esteban Deive (QEPD), me introdujo en los esfuerzos que una sociedad llamada Españoles en el Mundo hacía en el país a favor de los emigrantes españoles y sus descendientes. Paulatinamente me fui integrando en varias iniciativas de esta organización y colaborando en los procesos que desde el Consejo de Residentes Españoles (CRE) en la República Dominicana realizan bajo el liderazgo de Eduardo Pahino. El accionar de Españoles en el Mundo a través del CRE impacta positivamente a la comunidad española en Santo Domingo, pero también en Constanza, Nagua, Santiago, Puerto Plata, Barahona, Bávaro y donde quiera que viva un español o española en nuestro territorio.

Para este domingo 23 de mayo estarán abiertas las urnas del Consulado de España en Santo Domingo para renovar la matrícula del CRE y motivo a que todo ciudadano español vaya y vote por la plancha número 1 que encabeza Eduardo Pahino y que representa los candidatos de Españoles en el Mundo. La finalidad de todos los candidatos en esa plancha es servir a todos los españoles y españolas, y sus familiares, que viven en República Dominicana, para mejorar su calidad de vida, promover el acceso a servicios de salud y generar oportunidades para educarse.

Existen muchos derechos económicos, sociales y políticos que merecen estar mejor servidos para los migrantes españoles y sus descendientes, y en esa tarea Españoles en el Mundo lleva años promoviéndolos y abriendo nuevas opciones. Renovar el liderazgo de Españoles en el Mundo en el CRE contribuye a que nuevas oportunidades se encuentren para los que emigraron y hoy no tienen fuerzas para laborar, para sus descendientes que comparten dos nacionalidades y para los que recién llegan al país buscando opciones laborales.

¡Todos a votar por la Plancha 1, de Españoles en el Mundo, este domingo 23 de mayo en el Consulado de España en Santo Domingo!