Unión Europea

Lo ocurrido este domingo  25 de mayo en las elecciones al Parlamento Europeo (PE), no ha sido una sorpresa salvo para los que tenían una venda en los ojos. Todos los pronósticos auguraban un triunfo, en algunos países de importancia capital, como Francia y el Reino Unido de partidos populistas de derecha.

De manera, que el terremoto político, en palabras de Manuel Valls, primer ministro de Francia, refiriéndose a su país, ha llevado a un descalabro monumental del socialismo francés, que queda reducido a un tercer lugar con menos del 14% de los votos (13,8%), frente al 26 % obtenido por el Frente Nacional (FN)l de Marina Le Pen.

El FN es un partido de la extrema derecha pura y dura, que ha ido gradualmente haciendo un “aggiornamiento” en sus proclamas mezclando las ideas autoritarias de siempre con algunas del populismo izquierdizante, para adaptarse a un mercado electoral  que ahora son sus votantes (antes copado por el PCF y por parte de la derecha tradicional), que rechaza el racismo y la xenofobia explícita, pero que considera que hay que poner coto a la inmigración descontrolada y a otros efectos perversos del llamado multiculturalismo, además, de airear las verdades del barquero sobre las políticas neoliberales de la UE, que buscan el interés sobre todo del capital financiero y que han ido arrinconando el modelo social Europeo, surgido en la posguerra.

La democracia europea tiene un déficit democrático grave, y está más dominada por los intereses del capital, que por la de sus ciudadanos. Esto tiene que cambiar o iremos de crisis en crisis.

En el caso del Reino Unido, puede decirse lo mismo del triunfo sin paliativos del partido UKIP (Partido Independiente del Reino Unido), del carismático Nigel Farage, que se ha alzado  con la victoria desplazando a los Conservadores y a los Laboristas. En Alemania los nazis han logrado un diputado y ha habido avances de Geert Wilders  líder de un partido abiertamente antimusulmán en Holanda, del xenófobo (anti gitanos y anti judíos) Jobik en Hungría y, en el mismo saco, se puede meter al partido “racista” económico Liga Norte, que no sólo rechaza a los extranjeros sino a sus propios nacionales del Sur, a los que considera la “vergüenza de Italia (por ser más pobres y según ellos dependientes económicamente del rico Norte). Y en Grecia, “Aurora Dorada”, partido abiertamente fascista, quedó en tercer lugar con el 9% de los votos.

¿Puede la irrupción de estos partidos  cambiar radicalmente la política de la UE?  No. Las estimaciones de escaños realizadas hasta el momento muestra un predominio en el PE de los conservadores del Partido Popular Europeo (212), y en segundo lugar de los socialdemócratas (186), quienes junto al grupo del ALDE la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (70), alcanzan la mayoría absoluta (sumados  estos tres grupos tienen 462 eurodiputados sobre 751 que es el total de parlamentarios europeos).

Puede ser que con la situación que dejan éstas elecciones el  PE refleje  mejor la plural opinión de los ciudadanos, y las discusiones en su seno sean más ricas.  Además, podrán escucharse las voces de quienes, sea por euroescepticismo, por nacionalismo, o simplemente por un radical descontento con aquellas políticas, contra los trabajadores europeos,  que están  empobreciendo la vida y el progreso de millones de personas.

Hay una consigna  que se escuchará cada vez más fuerte en Estrasburgo y en Bruselas (las dos sedes del PE): Europa no es la Europa de los banqueros, tiene que ser la Europa de los pueblos y, este rumbo, es el que se ha perdido. La gente tiene la impresión que en Bruselas tienen más fuerza los más de 1700 “lobbystas” reconocidos como tales, que tratan de lograr legislaciones y medidas favorables a sus intereses corporativos, que la suerte de  millones  de sus ciudadanos. La democracia europea tiene un déficit democrático grave, y está más dominada por los intereses del capital, que por la de sus ciudadanos. Esto tiene que cambiar o iremos de crisis en crisis.

España

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno Español
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno Español

En cuanto a España se anuncia con los resultados de las elecciones el principio del fin del sistema bipartidista de hecho, que ha reinado desde la transición. El PP, partido del  y  en el Gobierno, ha ganado las elecciones con un 26% de los votos. El PSOE ha quedado en segundo lugar con un 23% de los votos. Ambos no alcanzan el 50% del total de votos, de manera que esto rompe con todo el escenario político anterior. Los del PP se sienten públicamente – de cara a la galería- contentos.

Al menos eso ha dejado ver en su comparecencia ante la TV la secretaria general del PP, que  se mostraba contenta con los resultados (¡sic!), ya que decía: sólo en España y en Alemania los partidos en el Gobiernos han salido victoriosos. Victoria pírrica, victoria amarga, una pseudo victoria.

Por parte del PSOE, la derrota ha sido total. Sin paliativos. De manera más honrada, su candidata Elena Valenciano, una experimentada “apparachitki” y dirigente socialista, desde las Juventudes Socialistas hasta su puesto actual de número dos del mismo, dijo que estaban descontentos con los resultados y que el lunes en el Comité  Ejecutivo Federal se tomarían decisiones, si fuera menester.

Los medios especulan con la renuncia de su secretario general  Rubalcaba, un dirigente de grandes cualidades, pero que tiene una imagen más de “hombre- del-estado” que de ser capaz de liderar un proceso de cambio y de ilusión por hacer las cosas diferentes dentro y fuera del partido.

Entre el PP y el PSOE han perdido unos cinco millones de votos desde las anteriores elecciones europeas de 2009. Eso daría para la reflexión del más irreflexivo. En España no se puede hablar como en Francia de terremoto político y, desde mi punto de vista, hay motivos para sentirse moderadamente satisfechos. La extrema derecha explícitamente fuera del PP, como su última escisión, VOX, no ha sacado un solo diputado. La izquierda ha crecido sustancialmente, y esa es la lectura políticamente correcta  ya que es el hecho relevante y sustancial de estas elecciones, aparte del derrumbe parcial del bipartidismo, y el hecho de que se apuntala aún más el “soberanismo catalán”, al obtener la coalición dirigida por  ERC, la mayoría, sobrepasando a CiU, y mandando al PP a un papel políticamente  irrelevante en esa región.

La llamada Izquierda Plural, la coalición formada por IU en la cual se encuentra el PCE y otros partidos de izquierda, ha obtenido más de 1,5 millones de votos y se convierte en la tercera fuerza política del país, y obtiene 6 eurodiputados. Y lo sorprendente, un partido creado hace apenas tres meses, sin dinero, sin locales, sin burócratas o ”permanentes” pagados, que apenas se ha gastado en los comicios unos 200 mil euros  ha obtenido más de 1,2 millones de votos y 5 eurodiputados, convirtiéndose en la cuarta fuerza política en votos en España.

Se trata de PODEMOS, su líder un joven de apenas 35 años, Pablo Iglesias, profesor de ciencias políticas, que ha mantenido un programa de TV, “La Tuerca”, en una empresa de televisión de escasa audiencia, aunque ha sido invitado o contertulio en programas de gran audiencia televisiva, persona declaradamente de izquierdas y crítico con el sistema político y económico.

PODEMOS ha arrastrado el voto joven descontento con la izquierda tradicional, con las políticas de la derecha neoliberal (y de la socialdemocracia tradicional que le hace el juego a la primera),  un joven político que genera ilusiones,  que da la imagen de alternativa real, no de simulacro, y que ha captado la atención por su claridad expositiva y por decirle “al pan, pan y al vino, vino”.

Pablo Iglesias  y Podemos, ha arrastrado las simpatías y votos, no sólo de los jóvenes Indignados, sino también de muchos veteranos de la izquierda socialista e incluso comunista, así como de diversos segmentos de descontentos sin ideología definida, salvo ser conscientes, de que, la pasividad, es propia de idiotas; como llamaban los antiguos griegos a los apolíticos o a los que no votan  en situaciones donde se requiere actuar, y expresar el descontento de manera social y políticamente eficaz.

Pues bien, si se suman los votos de la izquierda tradicional (PSOE e IU) y la de PODEMOS, tenemos que en España han votado por la izquierda el 40.95 de los votantes excluyendo los grupos de izquierda nacionalista y otros que tienen un ámbito regional o incluso local.  Si se extrapola –a efectos exclusivamente especulativos-, un escenario semejante en el Parlamento español, se puede concluir que hay opción de ir hacia gobiernos de

Coalición, dónde la izquierda, si lograra pactar entre ella, pudiera gobernar.

Si en los próximos meses que restan hasta las próximas elecciones las izquierdas españolas del ámbito del Estado español, logran sembrar en el electorado la confianza de que pueden gobernar para hacer una política a favor de la gente, de las personas, teniéndolas a ellas como principal preocupación de sus políticas de Gobierno, se podría dar un vuelco electoral y lograr que la izquierda, con un Programa claro y definido de profundas y viables reformas políticas y sociales, pueda cambiar la vida –para mejor- de los españoles. Así será si trabajan para ello, pensando en los superiores intereses de las mayorías, y sobre poniéndose a los mezquinos intereses de partidos.

Torrelodones, 25-26 de mayo de 2014