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La ley dominicana sobre derechos de autor

La ley 65.00 del 2001, en el artículo 169 lo castiga penalmente a quienes violen los derechos de autorías de tres meses a tres años y multas  de cien a mil salarios mínimos, sin contar los reclamar daños y perjuicios que se puedan reclamar de acuerdo a la magnitud del hecho; sin embargo, aunque hay personas quisquillosas que por cualquier tontería demandan, más para darse notoriedad que por haber recibido un daño real, las demandas por plagio literario son raras o nunca se han incoado penalmente, por lo menos que nosotros supiéramos.

Es muy difícil detectar a veces unos plagios en estos tiempos donde se puede bajar de la Web, frases, páginas y versos o hasta poemas enteros de autores desconocidos, un problema para los miembros de los jurados en los concursos. Es casi imposible detectarlos, muchos se habrán reído al salirse con la suya. Sin embargo, cuando el plagio se hace de obras de autores nacionales, la ley mantiene todo su imperio. De que existen autores mediocres que se valen del talento de otros y cambiando una palabra o una frase copian descaradamente, lo hemos sabido siempre; aquí hubo casos flagrantes que simplemente se mostraron como si fueran “gracias”. La Ley es tan rígida en casos de flagrante delito, que basta con la evidencia misma, que el ministerio público puede actuar si se le muestra la denuncia o se entera del hecho. Tan rigurosa es.

Aunque haya casos aquí, lo que ha sucedido en Valencia es digno de un comentario.

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La condena valenciana

El diario Hoy de Badajoz, Extremadura, España, fundado en 1933 por una Editorial Católica, que en 1888 pasó al Correo, y este, en 2001 a Prensa Española. En su edición del 31 de julio, con la firma de Doménico Chiappem, con el título de Condenado a 15 meses de prisión por plagiar poesía y lucrarse con ello, presenta la portada del libro siguiente:

Con el subtítulo de: Por primera vez se dirime la intertextualidad en un juicio penal que sentencia a un ganador del Alfons el Magnànim.

Pasando a explicar cómo ocurrió el delito penal que ha condenado al autor de este y otro libro, a  prisión, lo copiamos textualmente:

«El poeta Jorge de Arco, autor del 'Las horas sumergidas', entró a la librería Hiperión de Madrid y compró el poemario 'Volverse sombra', ganador del premio Alfons el Magnànim, convocado por la Diputación de Valencia en 2015. Ese día de febrero de 2016 comenzó a leerlo y detectó que su autor, Darío Frías, había copiado nueve de sus poemas, publicados tres años antes. También le pareció reconocer versos de otro poeta y periodista, Carlos Aganzo. Ambos compararon sus obras y, en este proceso, encontraron otra publicación de Frías, 'En la región de Escitia', ganadora del premio Nicolás de Hierro, también en 2015, patrocinada por el Ayuntamiento de Piedrabuena (Ciudad Real).

El título ya era sospechoso. Aganzo había publicado un año antes 'En la región de Nod'. Bolígrafo en mano, encontraron doce poesías en el primer libro y 21 en el segundo, tan parecidas, que decidieron iniciar una querella juntos. «Escandalosa y flagrante copia», acusaron.

En la querella por un delito continuado contra la propiedad intelectual por plagio, presentada en julio de 2016, se compara el material literario y se aprecia que donde decía «encontréis», el acusado escribía «buscáis»; donde «diciembre», «noviembre», y así cientos de veces con sustitución de vocablos, como «llenaron» por «sembraron», «lunas» por «soles», «sufrirá» por «vivirá», «susurro» por «murmullo». Todas las demás palabras permanecían idénticas, así como el orden de los versos, con lo que se reproducía la métrica (gran parte son endecasílabos), la musicalidad de la lectura e incluso la idea y el sentido. Hasta una dedicatoria. Si Aganzo le dedicaba un verso a su hija, Frías le dedicaba ese mismo a la suya. «Mi poesía es muy personal, parte de mi experiencia», afirma Aganzo, después de la sentencia. «Que otro se apropie de tu vida, te hace sentir vulnerado».

En los hechos probados de la ponencia de la jueza María del Pilar Casado Rubio, del juzgado de lo penal 8 de Madrid, se establece que «de los 15 versos (de 'Las horas sumergidas'), nueve son idénticos a los de 'Caídos ángeles' de Aganzo y 'Horas sumergidas' de De Arco», y del poemario 'En la región de Nod' de Aganzo se habían utilizado aún más estrofas y de algunas «se ha copiado todo». Vecino de Tudela y de profesión profesor, Frías se defendió de la acusación: lo suyo era intertextualidad creativa. «Reelaborarlas de forma crítica y original», aseguró en el juicio. No copió los textos, tomó el legado de la obra de Aganzo, desplazó el significado. Sacó cuentas: en uno de sus libros hay 181 versos, de los que transcribió 90 «poemas enteros» de los que no reconoce copia. Para cimentar su argumento, llamó a un perito, José Zacarías La Linde, «mucho más vehemente pero no más convincente» que el de la acusación, Rafael Morales Barba.

Mientras uno sostuvo que se trataba del «diálogo de un poeta con otro poeta», el otro dijo que «el que plagia no hace esfuerzo de imaginario propio»; cuando el primero mantuvo que no hacía falta reseñar cuándo se utilizaban versos de otros, el segundo contradijo: «Se ponen en cursivas o hay que indicarlo».

Aunque en España se han realizado otros juicios por plagio literario, éste es el primero que tiene una resolución por la vía penal, debido al «ánimo de obtener un beneficio económico ilícito», como dicta la sentencia. Con sus dos poemarios Frías había ganado 11.500 euros en unos meses.

Si Roberto Bolaño -un escritor que en sus comienzos cazaba premios como un indio búfalos, según sus propias palabras- escribió en el cuento 'Sensini' unas lecciones sobre cómo participar en varios certámenes con el mismo relato, cambiando título y nombres de los personajes, el poeta Frías parece haber dado un paso más allá. En los concursos participó con la técnica del corta y pega, según consta en la sentencia: «Lo que se ha hecho es copiar la de otra persona sin indicar nada». El castigo, ejemplar: 15 meses de prisión, indemnización y decomiso de la obra y del dinero de los premios.»

Aparte del descaro y la insolencia del supuesto autor plagiario, creo que esta sentencia sienta una jurisprudencia mundial y si se atrapara un escritor nuestro haciendo esas marullas, sería interesante que se le sentara en el banquillo y se le enviara a Najayo a ver si en ese encierro encuentra su estro y aprende a cantar con voz propia escribiendo lo que le nazca, sin atreverse a robar para beneficiarse con algún premio o con un simple elogio… Eso bastaría y a la mejor, las fuñidas musas que se le habían negado, como quería Rubén, queden preñadas de nueve, no meses, sino libros o poemas.

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Fotos tomadas en la Alhambra en el 2003

Pequeño jardín en el interior
Inscripción en los jardines

 

Mora Serrano bajo un árbol de granada
Maricécili Mora Ramis y Manuel Mora Serrano contemplando los jardines (No es un bastón que tiene Mora sino un paraguas).
Rosa con gotas de agua recién caídas