La semana pasada el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (CDC) dio a conocer su informe sobre la situación del Zika en Puerto Rico, lo que probablemente sea el mejor referente del que disponemos para hacernos una idea de la situación real de la epidemia en nuestro país. En Puerto Rico, con un tercio de la población dominicana y condiciones sanitarias muy superiores a las nuestras, se reportaban a la fecha 5,500 casos de Zika, incluyendo 672 embarazadas, cifras que según el CDC “subestiman radicalmente” la verdadera magnitud de la epidemia (1). En RD, mientras tanto, se reportaban 4,878 casos, con 828 embarazadas.
El CDC se muestra alarmado por la rapidez con que se ha venido propagando el virus en Puerto Rico, señalando que el porcentaje de positivos en las pruebas sanguíneas aumentó del 14% de la población examinada en febrero al 64% en junio. Dichas pruebas constituyen el método más seguro para estimar incidencia, dado que en el 80% de los casos la enfermedad no presenta ningún síntoma.
Lo que más preocupa, por supuesto, son los casos de Zika en mujeres embarazadas. Las autoridades estiman que hasta 50 embarazadas podrían estar contagiándose diariamente en Puerto Rico (2), lo que augura consecuencias terribles. Estudios recientes han revelado que el Zika puede traspasar la barrera placentaria en cualquier trimestre del embarazo y que las lesiones fetales varían de acuerdo al momento de la infección (3). Aunque la microcefalia es la secuela más temible de todas, no es la única, registrándose además enfermedades convulsivas y otros problemas neurológicos, deformidades en las coyunturas, ceguera y retraso mental, entre otras. De ahí la preocupación externada por las autoridades de salud en el sentido de que, más allá de los casos de microcefalia, Puerto Rico podría estar afrontando toda una generación de niños con deficiencias cognitivas y conductuales a partir del próximo año.
Si esa es la situación en Puerto Rico, ¿qué nos espera a nosotros? Con condiciones de saneamiento ambiental poco menos que catastróficas y un sistema sanitario que da pena, la situación en RD debe ser muchísimo peor, algo que las autoridades de salud han hecho lo posible por minimizar, por no decir ocultar. Ineficientes, incapaces y mentirosas como suelen ser nuestras autoridades, las del Ministerio de Salud nos tranquilizan asegurándonos que no son ni dos ni tres los bebés nacidos con microcefalia, no no no, es solamente uno. Llenaron los medios de comunicación con reseñas de sus jornadas de eliminación de criaderos de mosquitos, tras las cuales volvimos exactamente a lo mismo, porque no establecieron operaciones sistemáticas ni campañas permanentes de prevención. Organizaron unos cursitos para enseñarle a los médicos a medir el perímetro cefálico de los recién nacidos y los promovieron como medida de vigilancia sanitaria casi heroica. Mientras tanto, el país sigue lleno de mosquitos y no para de llover.
Lo que no se ha hecho es una verdadera campaña de prevención, siquiera comparable a la que se hizo cuando el cólera. Tres componentes imprescindibles de esa campaña serían: 1) información y movilización pública masivas a través de los medios de comunicación; 2) eliminación de criaderos de mosquitos mediante intervenciones permanentes de sanidad ambiental, acompañadas de fumigaciones sistemáticas; y, lo más importante, 3) una campaña gigantesca de promoción de métodos anticonceptivos altamente eficaces, como el DIU y los implantes, puestos a disposición de inmediato y en forma gratuita para todas las mujeres y adolescentes que los soliciten en centenares de puntos a todo lo largo de la geografía nacional. Pero ¿cómo hacer semejante cosa en un país donde las boticas populares ni siquiera se atreven a vender condones? Se podrían ofender los curas, lo que aparentemente sería mucho peor que la avalancha de niños discapacitados que se nos viene encima.
Lo otro que no se ha hecho, ni siquiera se ha discutido, es despenalizar el aborto en casos de daño fetal severo (que no es lo mismo que inviabilidad fetal), a fin de que las embarazadas con diagnóstico confirmado de microcefalia fetal puedan tomar la decisión de interrumpir el embarazo, si así lo desearan. Y que no venga ningún cura, pastor o congresista a pontificar sobre el carácter sagrado de la vida, porque eso es pura demagogia cuando no es usted el que se va a hacer cargo de esas criaturas, el que las va a ver sufrir, el que va a proporcionarles atención 24/7 durante todas sus vidas.
El hecho de que los abortos de fetos microcefálicos se realicen en el segundo trimestre del embarazo impone la necesidad de una reflexión ética seria y profunda, algo que tampoco hemos hecho. Quizás porque los religiosos se han apropiado del tema con sus éticas brutales y sus discursos misóginos, arrogándose el derecho a opinar sobre estos asuntos de manera absoluta y exclusiva. Lo que hace falta es una reflexión ética plural, secular y humanista, al margen de las agendas retrógradas de la religión organizada y sus secuaces políticos. Una reflexión que además contribuya a desmitificar a las iglesias como fuente y sostén únicos de toda virtud moral. Esa es una reflexión que nos urge en un país como este, donde hay tanto gansterismo político presidido por obispos.
(1) Donald G, McNeil Jr., “Zika Cases in Puerto Rico Are Skyrocketing”, The New York Times, July 30, 2016.
(2) Ibid
(3) Scientific American, “Zika Shown to Penetrate the Placenta, Strengthening Its Link to Birth Defects”, May 16, 2016. http://www.scientificamerican.com/article/zika-shown-to-penetrate-the-placenta-strengthening-its-link-to-birth-defects/