Dominicanos y Dominicanas acudieron a votar este pasado domingo en medio de la incertidumbre. Las heridas del reciente fiasco electoral están todavía muy crudas, muy abiertas en la calle. La arrogancia proyectada por las fuerzas del poder hacían el terreno fértil a la especulación y a la duda. Pero dominicanos y dominicanas dieron una muestra de civismo. No estoy diciendo que fueron unas elecciones perfectas. No las hay. Pero en todos los ámbitos, incluso dentro de la misma arrogancia del poder, prevaleció el sentido común y hasta cierto punto la decencia. Reconocer que uno ha sido derrotado es acto poderoso.
Le queda al país recibir este nuevo gobierno con la mente abierta, con el ojo aguzado. Lo más importante es la oportunidad de hacer por este país, y ser capaces, entre todos y todas, de poner en práctica lo que tanto criticamos a nuestros líderes. El turno es nuestro, la bola está en nuestra cancha, tenemos pista para correr. Avancemos recordando de donde venimos. Recordemos que no se trata de vencedores y vencidos, sino de avanzar en unidad hacia una sociedad más digna, más educada, más tolerante, en donde sin miedo podamos debatir, entendernos, dar la mano, pedir ayuda… Se puede, ¡claro que se puede!