Terminar una relación de pareja que no funciona es una de las decisiones que más cuesta en esta cultura. Por supuesto que no es el ritmo de las generaciones anteriores donde la posibilidad de separación ni siquiera se planteaba, pero tampoco es la idea propagada por los sectores más conservadores de que "hoy la gente se divorcia por cualquier cosa".
En mi experiencia terapéutica lo que he visto en todos estos años es lo contrario, se trata de la decisión a la que más largas se le da, que más se piensa y créanme que es para pensarlo por todo lo que implica, pero es una de las áreas donde las personas encuentran mayores justificaciones para evitar dar el paso.
Pueden ser relaciones que a la clara den señales desde el principio que no funcionarán y las luces amarillas no se ven. Parejas que durante un tiempo tuvieron una vida en común pero eso terminó y tienen vidas paralelas por el resto de sus años. Parejas que no son felices, pero encuentran las miles de razones para no salir (los hijos, los padres, la familia, el dinero, la sociedad, la luna, las estrellas, el sol…..) cualquier razón que valide la idea de que es posible esperar más de lo seco y estropeado.
He visto cantidad de mujeres y hombres que llegan con la idea clara de que no son felices, no hay nada en común, no hay vida sexual ni intimidad afectiva, pero dar el paso se posterga y se posterga. En el caso de las mujeres a veces sus parejas son infieles o viven con sospecha de ella y dan las miles de razones para justificarlo.
He visto cantidad de parejas que él arrastrado por ella, asiste a terapia como prueba de amor, pero nada tiene que ver con trabajar la relación y asumir cada uno y una el compromiso individual que representa. Ante la pregunta de la terapeuta de si hay amor entre ellos, la respuesta de él suele ser "si no la amara no estuviera aquí", lamentablemente el amor es más que eso. Muchas veces las personas van a terapia para convencerse a ellos mismos o a los demás de que están haciendo algo, pero con ir al consultorio no es suficiente pues el trabajo inicia después de haber salido de este sagrado lugar.
A principios del año pasado, recibí por sólo una vez a una joven recién casada y embarazada. Una chica linda, educada, profesional e inteligente, pero con una triste historia de amor desde el noviazgo que llegó al matrimonio por el pensamiento fantasioso e ilusorios de que “todo cambiaría”. Lo que experimentó luego de la opulenta y costosa boda fue una vida en soledad y desamor, en esta primera visita el motivo de continuar era su embarazo y la tan pesada carga de la familia y cultura que señala y juzga los errores.
En estos días, poco más de un año después y haciendo honor al pronóstico de la primera sesión, la situación ha empeorado, la soledad es mayor y la distancia insostenible. Los motivos para continuar siguen siendo los mismos, ahora el niño, la familia y la cultura que señala y juzga.
Esta chica de apenas una treintena de años se pasará muchos más intentando dar respuesta a lo que se espera de ella por ser de una "buena familia" con mucho que perder en dinero e imagen si se divorcia, pero mucho que ganar en individualidad, desarrollo personal y felicidad, si decide vivir.
De lo que se trata no es de pensar en el divorcio como primera medida de solución a los problemas de pareja, esa sería una respuesta simplista a la complejidad de estas relaciones. De lo que hablo es de casarse por las razones adecuadas, asumir cada persona un compromiso individual con la relación para hacerla crecer y sostenerla, buscar ambos todas las soluciones posibles a los problemas y si al final no funciona, tener la valentía de despedirse con la intención de buscar la propia felicidad y permitir la felicidad de la otra persona. Todo esto en el entendido de que el amor llega más de una vez en la vida y la propia intención de ser feliz provocará el encuentro con la persona que acompañará para continuar el camino y seguir creciendo.