En estos momento hay cientos de miles de personas, o millones, que han hecho o están haciendo su lista de buenos deseos para el próximo 2021. Unas escribiéndolas en un largo papel y otros grabándoselas en la mollera que es también como se le dice a la cabeza, sobre todo si es un poco o demasiado dura.

Qué voy a ser mejor persona de lo que he venido siendo hasta hoy. Qué no le voy a dar tabanazos al niño por las malas notas. Qué voy a visitar a los abuelos pues no los veo desde hace tres años y los pobres están para un día de estos. Qué no me voy a dar tantos jumos los fines de semana… y así formando unas filas de Qué, Qué, Qué, Qué, Qué… más largas  que una sarta de longanizas de esas que elaboran Villa Mella.

La verdad es que no se para qué se pierde el tiempo en esas cosas si en el fondo se sabe bien que la mayoría o todas no se van a realizar. Llevamos años haciendo lo mismo, deseando lo mismo, e incumpliendo lo mismo. Díganme queridos lectores -si es que alguien lee mis disparates- de lo que se propusieron hacer a finales de 2019 y cuántos deseos han logrado al final en este fatídico y pandémico 2020.

Comencemos por los más altos y difíciles: ¿Les ha tocado el premio grande de la lotería? ¿Lograron conquistar el buen mozo o la buena moza que no nos dejaba dormir ni un solo minuto? ¿El mundo ha cambiado radicalmente a mejor y no habrán más guerras? ¿Pudo comprar aquel Maserati rojo tan chulo que le causaba cataratas de envidia? ¿Le doblaron el sueldo así, no más por su cara bonita?

Y siguiendo con los deseos más sencillos ¿Aprendió inglés fluently en tres meses con aquel método tan bueno del profesor Spikoneo Fast? ¿La dieta del bendito sobrepeso del Profesor Fláquez obtuvo resultados permanentes? ¿Por fin dejó de darle tabanazos al muchacho o le está dando algunos más de propina para descargar el estrés? ¿Disminuyó la ingesta de alcohol con lo bueno que caen esos tragos después de tanto ajetreo con el trabajo, la casa y sacar a orinar al perro?¿Dejó de fumar esos apestosos y peligrosos cigarrillos? Lo más seguro es que se llevaron  a buen término pocos, muy pocos y tal vez ninguno. Y es que soñar no cuesta nada y realizar los sueños cuesta mucho y a veces demasiado. Cambiar, aunque sea media pulgada, conlleva un trabajo inmenso.

Para hacer las listas de deseos con mayores posibilidades de éxito y fijar objetivos  proponemos conocer sus principales características tales como hacemos en publicidad o mercadeo y así tener mayores posibilidades de lograr las metas que deseamos alcanzar, y de paso evitar cometer algunos fallos importantes en su elaboración.

La primera recomendación es que sean posibles, nada de quimeras, nada de entelequias, nada de pajaritos volando por debajo del mar. Hay que proponer lo que sí se puede hacer. La práctica diaria indica en estas complejas y competitivas actividades demuestran que lograr solo tres de ellos conlleva un gran esfuerzo, a veces hasta gigantesco. Para cumplir cuatro objetivos hay que sudar y sufrir mucho, mucho, mucho, y cuando se establecen cinco o seis o más ya sabemos que varios se van a quedar varados por el camino, causando sin duda mucha frustración. Así que pongámonos como meta para este nada fácil año que viene  uno, dos o tres deseos, no más. No seamos glotones del querer hacer.

Lo segundo que se le pide a los objetivos es que sean claros y específicos. No basta con decir voy a ser una mejor persona, o deseo  que el mundo cambie. Eso es muy general y entonces lo más probable es que no lleguemos a pasar de simples sargentos. Hay que decir cómo seré una mejor persona: porque voy a ayudar a los discapacitados de la vista o del oído aportando trabajo voluntario los fines de semana, o a sembrar cien árboles en un campo cercano, o voy a reciclar lo que en mi casa se bota alegremente sin ser revisado, papel, plástico, vidrio, alimentos o desechos termonucleares de los juguetes de los niños de ahora. Esos sí son bien concretos y bien posibles.

La tercera condición del objetivo es que sea flexible. Las palmas sobreviven a los huracanes no por su dureza sino por su inteligencia arbórea de doblarse y no romperse. Si la pandemia no nos ha permitido reunirnos de forma personal con algún grupo de ayuda tal como habíamos programado, hay que echar mano a otra opción que nos pueda permitir hacerlo. En estos momentos la más recurrente es lo virtual, así pues a juntarse vía Zoom Pérez que tan de moda está. Pero hay otros muchos, la palomas mensajeras, las señales de humo como hacían los indios de las películas, los megáfonos de los plataneros, o el primitivo walky talky con hilo largo. Sea creativo.

La cuarta es la temporalidad de los objetivos, trate de ponerles tiempos y fechas. Como están las cosas complicadas hoy día, un año es un pedazo de tiempo muy largo para conseguir la mayoría de las metas. Fíjelas para bimestres, trimestres, semestres y alárguelos o acórtelos si es preciso. Y fije prioridades, no las comience todas  a la vez, las más importantes primero y las demás que pongan en fila.

Vamos con la quinta y última: Qué los objetivos sean evaluables. Lo que no se puede medir no se puede conocer, eso dicen los investigadores de mercado y tienen toda la razón. Hay que saber si plantamos los cien árboles propuestos o solo llegamos a una docena, porque hacer hoyos, doblar el espinazo, echar agua y aplastar la tierra bajo el candente sol que nos gastamos por aquí agota hasta el más bichán. Si hemos logrado o casi logrado las metas ¡felicidades! Y si hemos fallado, o más esfuerzo para la próxima vez o menos árboles como objetivo, solo los que podamos en realidad plantar.

Pero algo bueno tiene el hacer esas listas y es que sirven algo parecido al método de la introspección que utilizan los psiquiatras para que tumbados en un sillón vomitemos los conscientes e inconscientes que se nos quedan pegados por los entresijos de la mente, la conciencia y esos lugares intangibles del cuerpo, mientras toman sesudas notas o hacen crucigramas para no aburrirse con las tonterías que decimos. Si queremos hacer algo mejor es porque tal vez no lo hicimos  suficiente bien o nada en absoluto y eso es siempre muy deseable

Tener deseos de hacer o cambiar a algo en favor de uno mismo o de los demás es demostrar tener un corazón lleno de buenas intenciones. Hagámoslas realidad para que todo llegue a buen término. Por mi parte me trazaré el único deseo de escribir mejor y más interesante de lo que he hecho hasta ahora. Será difícil porque no soy el Gabo de los cien años, ni Miguelito Cervantes, ni Guillermito Shakespeare, ni Rafael Lantigua, ni José del Castillo, ni Pedro Conde, ni Efraím Castillo, ni otros muchos, pero lo intentaré, lo intentaré, lo intentaré, lo intentaré, lo intentaré, lo intentaré y lo intentare. Y si es preciso moriré en el intento.