El movimiento revolucionario dominicano ha tenido en su historia varios intentos por agrupar sus fuerzas en una sola entidad política. Todas han culminado en un rotundo fracaso. Peor aún, dividiéndose más, complicando el asunto. Lo que vemos hoy es continuación de esas fallidas tentativas.
La pequeña burguesía, de donde vienen los dirigentes, militantes y simpatizantes de la izquierda revolucionaria, es un segmento social intermedio que oscila entre la burguesía y el proletariado. Inestable, vacilante y temerosa, desde el punto de vista de clase.
¡Vaya a ver, usted, la muestra!
En la revolución de Abril del 1965 se practicó la unidad de acción en armas. Los principales grupos revolucionarios pudieron planificar en conjunto acciones militares y lograron movilizar sus hombres y mujeres, bajo una misma dirección política militar.
De ahí hasta llegar a nuestros días, hemos navegado en un mar picado por las divisiones y subdivisiones. Se han presentado casos en que una entidad política se ha dividido en cuatro partes; otra de diez personas, en tres. Un verdadero desastre. En la actualidad se reproducen como la verdolaga.
Se ha producido una hemorragia grupal indetenible. Preocupante para la salud mental del movimiento.
La verdad que da pena y ganas de llorar observar el cuadro que presenta la izquierda revolucionaria criolla. Ayer teníamos verdaderos dirigentes y cuadros políticos, fogueados donde se templan el hierro y el acero; y con un “brisita” capitalista, algunos han caídos rendidos a sus pies.
La guerra ideológica, capitalista, ha hecho su trabajo. A los que no lograron asesinar, lo han convencido por la buena. Hoy los vemos, muertos de risas, defendiendo partidos y posiciones políticas que le sirven a la estructura burgués oligarca que dirige el Estado.
Algunos de ellos, en una ocasión, intentaron unir a los revolucionarios y comunistas, y terminaron, en su tránsito penoso, en los partidos que se alternan el poder. Debilitaron a sus organizaciones de origen, y consiguieron puestos relevantes en el Estado y en su nueva parcela.
Divisiones, deserciones y limitado nivel teórico han debilitado el movimiento revolucionario ocasionando dificultades que imposibilitan el entendimiento entre las organizaciones de la izquierda revolucionaria. Sin olvidar un individualismo crónico, muy bien disimulado, que contamina las relaciones.
Algunos no quieren desprenderse de sus siglas, parcela, por temor a perder la única fuente que le da vida y salud; y otros, agobiado por la frustración dan nacimiento a nuevas agrupaciones.
No hay duda, estoy convencido, tenemos un movimiento revolucionario muy débil en lo organizativo y en la capacidad teórica para estudiar y comprender los fenómenos políticos, económicos y sociales. Con estas debilidades se dificulta avanzar. Los procesos del conocimiento se encuentran atascado por la incapacidad.
Aunque seguimos impulsando la unidad de los revolucionarios y fuerzas progresistas, reconocemos que hay un escenario, sombrío, interno y desfavorable al mismo. En el exterior, las condiciones están dadas para articular un poderoso movimiento político que represente a la izquierda dominicana. Pero no se le puede pedir peras al olmo.