“Junta tu frente a la mía y enlaza tu mano, y haz juramentos que mañana ya habrás roto”-Paul Verlaine, poeta francés.

El presidente Abinader habló al país. Creemos que apuntó sus flechas a la diana de los asuntos de mayor relevancia para la ciudadanía. Uno de ellos es el de los nuevos impuestos. Introducir nuevos gravámenes en estos momentos hubiera significado la erosión de la base de apoyo del PRM, conformada fundamentalmente “por personas de abajo” y amplios sectores de clase media.

Muchos negocios y empresas de la clase media han visto cómo en unos meses se han reducido sustancialmente sus ingresos por causa de la ruina o reducción de los mercados. Quitar más ingresos a quienes lo están perdiendo por causa de una pandemia imprevista y prácticamente incontrolable, nos parece en estos momentos una alternativa que seguramente terminaría con menos recursos para el gobierno y más descontento social.

La realidad es que el presidente no desestimó la alternativa de más impuestos, simplemente la postergó por unos meses, pero dentro de una reforma fiscal integral. En este contexto, no pudo dejar de mencionar el famoso Pacto Eléctrico, a todas luces desestimado por Danilo Medina luego de años de esfuerzos buscando unificar criterios técnicos e institucionales.

De hecho, quienes quebraron la voluntad de Medina en relación con el Pacto Eléctrico fueron los intereses empresariales soterrados que él representaba. A ellos conviene la conservación del estado actual de cosas en el subsector (con las distribuidoras en la delantera como abominables plataformas de negocios personales), incluida su condición de mecanismo absolutamente innecesario de punción permanente de las finanzas públicas.

No podía faltar entre los asuntos abordados por el presidente Abinader la corrupción e impunidad, temas que quizá tienen la misma edad de la joven democracia dominicana. Descubrió que la Cámara de Cuentas, órgano constitucional, fungía en realidad como una herramienta de generación y salvaguarda de la impunidad al servicio del Comité Político del PLD. Al margen de sus atribuciones legales, la real función de la Cámara de Cuentas era no hacer nada o archivar las auditorias las raras veces que las realizaba.

¿Cómo es que un organismo fiscalizador de las cuentas y operaciones de las instituciones gubernamentales no lograra penetrar en los detalles del contrato de excepción del hormigón asfáltico? ¿Cómo es que no le interesaran los múltiples gastos anómalos y obviamente pecaminosos de ministerios y direcciones generales del Estado? Puede concluirse que los contribuyentes pagaban los gastos administrativos y operacionales de este organismo para que guardara un silencio cómplice ante las múltiples y groseras “indelicadezas” en el manejo de los recursos públicos.

Estamos de acuerdo con el presidente. La Cámara de Cuentas era un componente esencialísimo de un blindaje político-institucional en funciones de garante y reproductor de la impunidad. Una herramienta institucional más para afianzar y multiplicar la corrupción como fenómeno consustancial de un sistema político claramente instrumentalizado por grupos de desalmados, hipócritas e indolentes. Esa coraza inexpugnable que protegía la corrupción y la impunidad con la malvada caución del presidente anterior, hizo un daño grave y duradero a la institucionalidad de la democracia dominicana. ¡El silencio tozudo y perseverante de Medina no era más que la primera voz nacional del cohecho!

El presidente Abinader hizo alusión al caso Odebrecht, satisfaciendo así las expectativas ciudadanas. Incorporó el elemento que faltaba, el de Punta Catalina, y dijo que esa obra implicó sobornos por unos 39 millones de dólares, es decir, aproximadamente, unos 2 mil 262 millones de pesos. Ante actos de tan desafiante naturaleza depredadora, esperemos que el Ministerio Público actúe con presteza, objetividad y determinación inquebrantable. Somos de la convicción de que, si hay expedientes que pueden o no garantizar la continuidad del PRM en el gobierno, son los Odebrecht y del hormigón asfáltico.

Nuestro deseo es tener un presidente que no solo escuche, sino que actúe con valentía inédita respetando la consabida autonomía de los poderes del Estado. Si los funcionarios anteriores no tienen autoridad moral para criticar la gestión en curso del presidente Abinader, por ser ellos declarados responsables del mayor régimen de impunidad y corrupción de la historia reciente dominicana, la apuesta sería entonces una clara diferenciación cualitativa de los que están con ellos, una raya de Pizarro labrada en acero, que no marcada con la punta de los dedos del pie derecho en la tierra.

Cumplir con esta fundada perspectiva ciudadana puede ser más importante que cualquier otro hecho: más relevante que cualquier obra material, más trascendente para el futuro del sistema político que cualquier reforma institucional o legal que pueda emprenderse.

Debemos apuntar, finalmente, que algunas informaciones y evidencias sobre estos casi sesenta días de gestión perremeísta, no dejan de llamar al pesimismo, si bien sabemos que la desesperanza no sirve para nada. Presidente: Juntemos nuestras frentes y enlacemos nuestras manos, pero evite tempranamente que los juramentos sean violados mañana por la avalancha de hechos despreciables.