Hace unos días fui invitada por parte de mi organización, Estudiantes por la Libertad a participar del Encuentro Regional, Desafíos Económicos y Geopolíticos en América Latina y el Caribe, un evento organizado por el Centro de Análisis para Políticas Públicas, CAAP, básicamente se trataba de un  encuentro en un formato híbrido que reunía a figuras nacionales e internacionales de la derecha política, gracias a la magia de las telecomunicaciones. Aunque mis expectativas no fueron cubiertas, fue una experiencia que me permitió tomarle el pulso a la política latinoamericana y entender que tan divorciada se encuentra de la realidad social compartida en la región, razón por la cual no se ha podido articular una cultura liberal en la base de la sociedad que supere la narrativa reaccionaria y de reduccionismo económico, que responde a los efectos sin detenerse a analizar las causas de los fenómenos sociales que han llevado a la sociedad a volcarse a las propuestas populistas de derecha o izquierda, que actualmente dirigen el debate nacional e internacional en la política latinoamericana, en busca de soluciones mágicas que finalmente terminan manteniendo al ciudadano en la condición del socialmente el excluido.

Es parte del proyecto de politización de la sociedad, reducir todo problema social a una diatriba política, para ellos los desafíos sobre la situación actual y futura de la región se trata de una  guerra política sin cuartel, entre democracia y autocracia, como expresó el expresidente de Bolivia, el Sr. Quiroga, es muy típico de la condición humana confundir los efectos con las causas, porque de los efectos los sentidos reaccionan primero, mientras que para dar con las causas primeras se requiere de un esfuerzo de nuestra capacidad intelectiva para escarbar en las entrañas de los problemas y descubrir la causa determinante y las causas primeras que de ella se desprenden, sin embargo, la burbuja del político ignora deliberadamente que la pérdida de confianza en el sistema democrático, desde la percepción de la gente, radica en que la misma no es funcional, porque nosotros como sujetos democráticos nos sabemos excluidos de la sociedad y habilitados como fines instrumentales cada cuatro años, cuando requieren nuestro voto; pero ¿por qué el modelo democrático se revela deficiente ante la gente?, ¿no será porque la democracia ha sido instrumentalizada como un fin táctico por sectores con poder económico para obtener poder político y así continuar profundizando las desigualdades cada vez que concentran más poder, es decir, emplear la democracia en sus fines formales, como quien se confecciona un traje a medida para salir a “representar” un papel para ganar el favor popular y una vez obteniendo dicho poder “para hacer”, nada de lo prometido? no es casualidad que el 55% de la población no tendría problemas con asumir un gobierno no democrático siempre y cuando sea eficaz; la percepción que la sociedad tiene sobre cómo viven día a día, moldea tanto sus posturas políticas, como sus aspiraciones y los esfuerzos por lograr sus metas, y el Latinobarómetro es reiterativo en recordar que la gente es muy consciente de lo desigual que es la región, y cuando se habla de desigualdad en el contexto latinoamericano, no hablamos exclusivamente del índice de Gini sobre la concentración del ingreso, hablamos de condiciones estructurales que solo son superadas en países con crisis políticas y socioeconómicas como África Subhariana; existe un acuerdo abrumador en la región de un 77% en promedio, en Paraguay alcanzó el 95% y en Chile y Costa Rica un 91%, de que sus países son gobernados en interés de unos pocos poderosos; ignorar esto no solo es pecar de reduccionista sino de una apatía consciente y deliberada hacia los problemas estructurales, que a fin de cuentas nos afectan a todos directa o indirectamente.

En la burbuja política latinoamericana se vive una guerra a nivel geopolítico entre China y USA, y a nivel regional entre democracia y autocracia, pero a nivel nacional es curioso como inmediatamente la línea divisoria desaparece y piden no reducir el debate entre izquierda y derecha únicamente, muy curioso, pero real, aceptar la verdad a medias no es verdad, pero por lo menos es un esfuerzo que se le parece. Ciertamente tanto el expresidente Lacalle, Quiroga, como el candidato presidencial chileno, Sichel, reconocen que ambos para acceder al poder (derecha e izquierda) gozan de legitimidad de origen, es decir, por lo menos ellos son consciente de que emplean la democracia en su aspecto formal para lograr sus objetivos, como fin táctico, la democracia les es útil, al llamar a la pauperrima votación mayoría, cada periodo, pero una vez en el poder no hay legitimidad de ejercicio y ambos negociantes de la política socavan el juego democrático, primero para mantenerse en el poder y posteriormente, para  incurrir en cualquier acto de corrupción que les permita concentrar recursos y aumentar su poder económico y político. De manera tal que la “crisis de representación” que denuncia el candidato Sichel, es solo un efecto más, cuya causa radica, desde mi perspectiva, en el tratamiento instrumental y convenenciero que le da la partidocracia tradicional a la Democracia.

Así aminoran la condición del individuo a ser tratada en función del poder político, como si de piezas muertas carentes de autonomía se tratara y que únicamente cobran vida y sentido por el ímpetu supremo que le imprime la “representación política” para ocupar un lugar activo en el orden público, al obligarlos indefectiblemente a formar parte de una serie de estructuras sociales deficientes, subvencionadas a través del Estado, como remarcó la ex alcaldesa Ana Botella, al recordar y poner la atención en lo que se ha convertido la sociedad Argentina, una sociedad civil subvencionada por el Estado, por enfrascarse en soluciones asistenciales y simplistas, reduciendo la vida privada a una suerte de pega a una burócrata y seguir gestionando soluciones a través de políticas públicas para grupos y creer que eso es sinónimo de democratización, si este despropósito de sociedad en la cual no existe esfera privada forma parte del proyecto de politización de la sociedad es una perspectiva sesgada a los complejos problemas que enfrenta la sociedad. Siendo justos como dice Ellul; es verdad que la política puede resolver problemas administrativos, del desarrollo de una ciudad y de organización económica en general de la misma, lo cual se impone como un logro sustancial de la modernidad, pero de ninguna manera puede ocuparse de los problemas personales del hombre, del desenvolvimiento de su estilo de vida, el sentido, sus valores y principios, y mucho menos la responsabilidades que implica la libertad como condición sine que non para vivir en sociedad.

Si nos ubicamos en nuestro tiempo-espacio, y nos permitimos ver en qué se ha convertido América Latina después de la asuncion de la democracia como modelo político y de organización social, y reconocer que a pesar del progreso en términos de infraestructura y el crecimiento económico concentrado en los dinosaurios del empresariado latinoamericano y adicional a ellos la superestructura del narcotrafico; Sichel siendo más realista  ha reconocido que el desafío en Latinoamérica radica en dos factores fundamentales; violencia y narcotrafico y la desaparición progresiva de las capas medias, y no necesariamente porque hayamos dado un salto cuántico a la bonanza, sino todo lo contrario, debido al empobrecimiento progresivo,  producto de las políticas redistributivas y la ineficiencia de los programas sociales, los cuales fueron básicamente creados para compensar la precariedad de la remuneración salarial en unos casos y en otros, como bandera política para exhibir una supuesta superación de la extrema pobreza al crear un segmento social denominado ingresos medios, el cual sigue enfrentando considerables problemas en términos de su poder adquisitivo, porque como es bien sabido, tal como crece el individuo y su familia de igual manera aumentan  sus necesidades, por lo que nunca habrá sostenibilidad donde no hay proporcionalidad ni límites establecidos de lo necesario, por esa manía obsesiva economisista de reducir la vida del individuo a sus necesidades básicas y en función de ello a solventar la miseria con fines políticos.

Latinoamérica es la región más violenta del mundo, ya que en países con niveles similares de desigualdad, nuestra región presenta tasas de victimización por delitos y homicidios mucho más altas, a pesar de sólo albergar el 9% de la población mundial, representamos el 34% del total de muertes violentas, sin contar las formas de violencia no letal, como la violencia sexual, los robos, el abuso policial y la trata de personas.

La violencia en la región se ha convertido en moneda de cambio, producto de la desigualdad estructural que es la que la fomenta, porque ella opera a través de tres canales que la hacen un factor subyacente que impulsa y mantiene la doble trampa de alta desigualdad y baja productividad de la que hablan los informes internaciones. Primero; la violencia y el narcotrafico introducen en la sociedad unos incentivos comparativamente más atractivos que los retornos de las actividades legales, segundo; la frustración y alienación que engendra la hostilidad de los entornos marginales, la falta de oportunidades e injusticias sufridas, estimulan la violencia como única alternativa posible a la tensión psicológica y social acumulada, los niveles de desconfianza que siente la gente para encontrar soluciones pacíficas a las tensiones creadas, no les conducen más que a las amenazas y a una respuesta violenta como “salida”, los analistas dicen que cuando las personas perciben que los sistemas solo funcionan para unos pocos, pierden la fe en la capacidad de la voz para realizar acuerdos y dirimir los conflictos. Y tercero; los más vulnerables, los mapes, los hijos de Machepa, son los más propensos a sufrir la violencia en todas sus formas, por lo que todo signo de debilidad es una señal de fácil lectura para el tigueraje que impera, para aprovecharse de personas que en condiciones normales en una sociedad civilizada deberían recibir apoyo y soporte por parte de los “más fuertes”.

Sin irnos más lejos la violencia en nuestra región representa una estrategia de negociación entre actores estatales y no estatales en pugnas, cada que un sindicato o gremio quiere respuestas para sostener acuerdos imprime presión llamando a huelgas violentas y afectar incluso la integridad física y la propiedad privada de un ciudadano que se encuentra igual que todos, perjudicado por la partidocracia tradicional, como ocurrió con los saqueos contra la sociedad civil en Chile.

Siendo sincera, en el último bloque, el económico, salí de mi estado de concentración cuando le preguntaron a la Sra.Nuria cual sería la principal innovación que ella entiende se necesita para posicionar la región y atraer inversión extranjera, y ella respondió que  vender en positivo a la región, porque si no lo hacemos será difícil capturar la inversión y mantenerla, según la dama, hablar bien de la región y vender sus atributos, atraerá inversionistas, como si estos inversionistas no se informan lo suficiente antes de invertir y como si la crítica rosa sobre la realidad de Latinoamérica hace desaparecer los efectos que produce la gestión política orientada a la concentración del poder en manos de un grupo, que insisten en convertir la sociedad en una tienda aparte, habitable para turistas e inversionistas y excluyente del resto de la ciudadanía dentro de nuestra propia región, una postura muy típica del ensimismamiento criollo, ignorar la realidad, como si el hecho de ignorarla hacen desaparecer los efectos que produce negar los hechos, en lugar de enfrentarlos como personas y no como bestias cuando la violencia se presenta como única salida posible.