Si días después que mi casa fuera destruida quisiera mostrar cómo era andaría con un libro, igual que aquel hombre del que decía Bertolt Brecht andaba con un ladrillo para mostrar cómo era la suya. Mi casa si una identidad tiene es la tener en su interior muchos libros. En mi casa no hay un mueble emblemático, una nevera grande, una estufa nueva o una cama king size, sólo hay libros por todas las partes. Lo que sirve para que los delíveres del colmado frente a cualquier duda sobre la casa a donde deben ir, concluyan en sus deliberaciones y examen exhaustivo de los ajuares de donde deben llevar el pedido de agua que se hizo es en el apartamento de los libros, donde abre un señor que de la puerta no los deja pasar.

La ritual pregunta de iniciación de un delívere cuando llega a mi casa es, ¿y usted se ha leído todos esos libros? Esta pregunta parece ser la más común respecto a los libros, ya que es universal. Umberto Eco decía que a él también le hacían la misma pregunta y respondía que el que tiene una vajilla en su casa no la posee con la intención de usar todas sus piezas y que quizá en toda su vida sólo usaría un plato y una cuchara. Eco creó el concepto de la antibiblioteca que son los libros de una biblioteca que no se han leído y que pueden ser más que los leídos. Son muchas las cosas que se compran y pese a la superstición de que el dueño o la dueña debería usarlas todas eso no sucede. Así hay mujeres con cientos de pares de zapatos y sólo con la posibilidad de usar uno a la vez y de ponerse pocos de ellos en su vida aun siendo larga.

Existen los hombres que tiene más de un vehículo y a veces tienen hasta diez o más con la única posibilidad de conducir uno y no dos o cuatro de ellos al mismo tiempo para exhibirlos en las calles como signo de posesión con digna o de opulencia cilíndrica. A nadie le preguntan teniendo más de un carro, teniendo dos, teniendo diez o teniendo cien por qué tiene más de un vehículo y si los ha montado todos o si los monta todos a la vez, pero es una pregunta propia para hacerle a quienes tienen libros, que cuando exceden de diez la gente dice que tiene libros de más, porque hoy cualquier libro adicional a uno es un exceso y la posesión de un libro marginal después de tres es de un enfermo.

De los libros preguntan cosas respecto a las cuales uno se vuelve insensible, pero siempre hay innovador que pregunta sandeces inéditas y uno se le va algún sitio el deber de cortesía y las normas de comportamiento de la cartilla de moral y cívica de la era del jefe y lo toma como espécimen para los estudios relativos a las preguntas que nunca se deben hacer y de la inclusión de impertinentes en el catálogo de los individuos que no se deben ni ver Los que dicen y preguntan idioteces sobre los libros sólo son superados por los que te dicen: “¡Diablo que tremendo artículo te escribiste ayer! Eso es algo que yo siempre he querido decir, pero tú sabes uno tiene que cuidarse. Ahora bien, esos fundazos que le mandate al fulano que desde ese puesto vive haciendo diablura creyendo que nadie lo sabe, es para que se dé cuenta ese desgració y no siga haciendo negoció desde el puesto extorsionando a los contribuyentes.”. Cuando uno pregunta a ese que siempre nos lee: – ¿De quién hablas? Nos dice: “No te hagas el pendejo, sabes muy bien a quien le mandaste esos riflazos.”.

No basta explicar que uno no escribe dirigido a alguien en particular, que en los artículos con frecuencia uno se repite, porque todo lo que escribe es sobre principios de lo que ha hablado por más de tres décadas y que la vehemencia es sólo mi forma y que los arrebatos de estilo que llegan al registro de énfasis es sólo mi modo. Cuando escribo sobre alguien le pongo nombre y apellido y si de alguien quisiera escribir con resentimientos lo haría con el número de su cedula de identidad y electoral del que me sacó de laDGII por su propia ineptitud e instigado por personas que secretan veneno a modo de sonrisas u otros que hoy hacen vida conyugal en esa institución en una práctica que estuvo prohibida por mucho tiempo en ese organismo hasta que algo se hizo a su favor, por lo menos los cónyuges no podían trabajar en el mismo local y nunca uno del otro podía ser supervisor cuando terminaban enamorados trabajando juntos y se casaban, pues nunca ingresaba uno a la entidad recaudadora si el otro en ella ya trabajaba.

Así también está prohibido cobrar un sueldo y tener al mismo tiempo una pensión en el sector público, pero hay gente que en honor a la amistad todo le luce. Después me dijeron que estaba arrepentido el sujeto que me sacó, como la mora del poema de Martí,que harta de una perla que tenía cogió y la tiró al mar, pero uno piensa que de ese tema no vale pena hablar y no escribo de nadie porque me deje sin trabajar.También hablaría de uno que tiene unos enconos subterráneos que tapa con una calma volcánica que pueden afectar a los otros, pero que a él lo mata y lo sé porque se le nota. Él tiene la capacidad de decir si con tal tristeza y argumentos que uno se contagia de pena y le dice lo siento cuando sabe que él le está diciendo que no, pero siempre me ha honrado su amistad y como retribución a los elogios que de mi dice gratis la hago recíproca.

No me hago ilusiones, sé hasta dónde llega el aprecio que él dice me tiene y pongo los límites que él pone. Saliendo uno expulsado de laDGII bajo su dirección no he escrito ni he hablado de tal tema, con él sólo nos sentamos a hablar de libros y a beber un café, algo que espero suceda otra vez. Entonces teniendo yo tanta gente de las cuales hablar, con la que he trabajado por más de 30 años y existiendo aquellos a los cuales le agradezco, ¿cómo piensa alguien que cada vez que me siento a escribir es sobre gente para mí huérfanos de vida intelectual, que no hacen en modo alguno un solo ejercicio especulativo que requiera únicamente pensar, que suelen ser tan pobres que hasta su última voluntad la reducen sólo hacerse rico. y que son en tal manera indigentes que sólo hablan de dinero, cuando la riqueza material es un tema en el que soy inepto? Deberían leerme bien y saber que todo lo que escribo es pura especulación filosófica que es lo que me gusta.