A principios de diciembre de 1971 apareció en las calles de Bruselas, en dos maletas, el cuerpo decapitado de una mujer. Se trataba del cuerpo de Miriam Pinedo Mejía. Su cabeza aparecería en el fondo de un lago artificial, quince años después. Seis meses antes, a finales de mayo de 1971, Miriam Pinedo había sido encontrada inconsciente en su casa, junto a Maximiliano Gómez, El Moreno. La viuda de Otto Morales se recuperó luego de varias semanas en estado semicomatoso. El líder del MPD, en cambio, murió. El médico legista determinó que ambos fueron víctimas de una intoxicación por gas, causada por una fuga accidental en su calefacción.
Durante las investigaciones correspondientes a mi libro Combatiendo Fantasmas, encontré un abundante material sobre ambas muertes, en su mayoría inédito en República Dominicana. Incluí en mi libro la mínima parte de estas informaciones relacionada con su tema. Me abstuve de incluir todo el material encontrado porque hubiese roto la homogeneidad del libro. Por otro lado, dos hechos tan transcendentales en nuestra historia política reciente ameritan un libro aparte.
He continuado mis investigaciones, en razón de las cuales he visitado archivos de cuatro países europeos. Los resultados de las mismas apuntan a un entramado mucho más complejo del que se cita frecuentemente en relación con este caso. Es cierto que hay indicios que implican a la CIA en estas muertes. Pero hay mucho más. Hay expertos franceses en contraespionaje soviético. Hay izquierdistas franceses que dirigen desde la clandestinidad una red de ayuda a los movimientos revolucionarios del tercer mundo. Hay terroristas políticos italianos. Hay visitas secretas a Moscú y a Pekín. Hay belgas, o al menos personas europeas. Hay planes de una revolución marxista global en América Latina. Hay ejércitos secretos que asesinan agitadores de izquierda y están listos para enfrentar una eventual invasión soviética a Europa occidental. Hay acusaciones y contracusaciones…Hay mucho más…
Las muertes de Miriam Pinedo y de Maximiliano Gómez tuvieron como contexto la Guerra Fría. Ambos fueron víctimas de una encarnizada partida de ajedrez en la que ellos, al igual que otros que cayeron antes y que caerían después, no fueron más que simples peones sacrificados en desalmados gambitos ideológicos.
Actualmente escribo mi tercer libro sobre ese sangriento año 1971, sobre esa ciudad sangrienta y gris que fue entonces Bruselas, sobre esa guerra soterrada que costó la vida, la flor de la vida, a ambos dirigentes revolucionarios. Pero escribo principalmente sobre el que quizás es el mayor misterio de este sórdido episodio: ¿Quién o quiénes fueron los responsables de ambas muertes? ¿Fueron sicarios dominicanos que viajaron a Europa?¿Miembros de la Banda Colorá?¿Del DNI?¿O militares?¿Fueron dominicanos que ya residían en Europa?¿Fueron izquierdistas maoístas?¿O marxistas-leninistas?¿Fueron miembros del MPD?¿O la dirección completa de dicho partido?¿Fueron antiguos miembros del 14 de junio?¿Sobrevivientes del foco guerrillero de Las Manaclas?¿Fueron dirigentes políticos de aquella época?¿O de la actual?¿O miembros del cuerpo diplomático dominicano (que laboraban en la embajada de algún país vecino de Bélgica) de aquella época?¿O miembros del cuerpo diplomático dominicano de hoy en día?¿Se pasean los asesinos libremente por las calles de la Capital?¿O por las calles de alguna capital europea?¿O por calles de aquí y de allá? ¿Quién ordenó las muertes?¿Washington?¿Moscú?¿Pekín? ¿Santo Domingo?
Las fuentes que he consultado sugieren respuestas a muchas de estas preguntas. De entre todas estas fuentes, las que menos información han librado son, curiosamente, las dominicanas. He obtenido información de algunos de los dominicanos que vivieron en Bruselas, pero no de todos. Comprendo que levante suspicacias el que un desconocido ande haciendo preguntas escabrosas por teléfono o por correo electrónico. Lamentablemente, la distancia no me deja otra alternativa. Es cierto que, durante un viaje a Santo Domingo que planeo próximamente, planifico entrevistar a varios de los testigos de estos hechos. Pero mientras tanto, el teléfono y el correo electrónico me parecen razonables. Invito, pues, a quienes vivieron estos terribles hechos como testigos, como actores o incluso como sospechosos, a colaborar con esta labor investigativa, en la seguridad de que sus eventuales testimonios serán tratados con absoluta discreción. Doy mi palabra de honor. Si no confiaran en ella – están en su derecho – pueden recurrir al testimonio anónimo.
Quienes vivieron las tragedias de 1971 y viven todavía andan por las siete décadas, en su mayoría. Creo que están en el deber de testimoniar cuanto vivieron, para que estas muertes no queden sin esclarecer. Uno de los entrevistados me dijo una vez que existen personas de tan alto rango relacionadas con las mismas, que en una ocasión un medio declinó, temeroso, publicar sus testimonios. No será mi caso. Daré a conocer la integralidad de los resultados de mis investigaciones.
Invito pues a los actores, testigos y sobre todo a aquellos a quienes se señalan como los responsables de estas muertes, a ponerse en contacto conmigo – abierta o anónimamente – a fin de que den sus versiones, las cuales cotejaré con las demás. Quien calla, otorga, dice el dicho. Quedo a su disposición.