Hay que ser fieles. Caballos famélicos desembocan en la arena mientras la sombra de un campesino espanta las moscas. Tiradas en la arena activamos un programa de memoria que habla de gobernadores boricuas que transportaron nieve a la isla para que ya fueran acostumbrándose al helado sentimiento de la estadidad. Vos y yo somos elementos cautivos del tiempo y el balance. Mi consola Ashihara me da un secreto tuyo para podernos enamorar mejor y me entero de que en tu barrio borojolero te decían Huesoetigre y que eras tan bárbara que podías en los mejores días desrevoltear un huevo a lo Chuck Norris. Luego de ese pequeño chiste retorno a la semilla, al informe de códigos que aseguran: San Juan es también una playa, el faro de la isla del encanto, un guiño de océano que subterráneo tiende un rizoma hasta llegar a Puerto Plata, que más que una ciudad norteña, es un cúmulo fragante y a veces, una sombra difícil de olvidar y un asombro difícil de defender en los colegios donde el precio de vivir era una pregunta el costo de una mariposa estaba por los cielos. Morí soñando en una mezcla de cítricos y lactosa en donde tu vestido de marinera sin sosiego atendía el rastro donde mi mano te recorría bella y ciega como un sudario entre la risa y la profecía der ser para ti en la playa del Escambrón el dominicano en yola que soñaste.