Sigo redescubriendo la magia en nuestra arquitectura. La fuerza del volumen que presenta este edificio anónimo es impresionante. Ocupa un lote medianero de 290 metros cuadrados entre dos inmuebles coloniales donde una vez hubo una vivienda tradicional, en la calle Arzobispo Nouel No.54, entre las calles Hostos y Duarte.

Vista frontal del inmueble. Tomada por el autor

Su carga estética se concentra en la destreza de combinar unos huecos horizontales con paños cerrados en el cuerpo que sobresale de la línea de la propiedad. Está concebido como una caja maciza que expone la fortaleza del hormigón armado, el material que se impuso en Santo Domingo a partir de la década de 1910. Toda la gracia se resume a la fachada, en la cual se desarrolla un cuerpo de formas simples con huecos bien proporcionados.

En el extremo derecho se observa un plano vertical con cuatro huecos enmarcados con molduras rectas que se completa con dos huecos hacia la fachada oeste. A la izquierda se genera una combinación de huecos y llenos de proporciones horizontales que agrupan a los balcones. Al igual que las cuatro ventanas, las aristas de estos huecos presentan molduras rectas y la ausencia de un apoyo en el extremo izquierdo contribuye a aligerar la sensación de pesadez del conjunto. Detrás de los balcones se distribuyen vanos en un muro que se retira hacia adentro y aporta movilidad: una ventana a la izquierda se combina con tres pequeñas ventanas en el centro, seguidas de una puerta. La carpintería es original, con su diseño de paneles de vidrio y madera pintada de blanco, propios de la época de su construcción. Una baranda baja de hierro completa el vocabulario decorativo.

Vista lateral con aperturas para ventilación e iluminación natural. Tomada por el autor

La primera planta está destinada a local comercial y presenta grandes huecos que sirven de escaparate, junto a una puerta en el lado derecho que sirve de acceso a los pisos superiores. El espacio unitario está concebido como planta libre, es decir, sin tabiques que lo dividan, con columnas en el medio donde la estructura lo exige. De esta manera el local sirve para usos múltiples como si fuese una nave industrial, flexible y amplio, tal como se comportaban los espacios comerciales en el centro histórico desde mediados del siglo XX. Gracias a esta liberación de muros internos es posible adaptarlo a diferentes usos comerciales, uno de los beneficios que aportó el Movimiento Moderno a la arquitectura.

Los dos pisos superiores están destinados para viviendas. Cada uno acoge un solo apartamento de tres habitaciones, dos baños, sala, comedor, terraza posterior, balcón frontal, cocina, área de lavado y cuarto para el servicio. La planta se organiza con las áreas sociales al centro bordeadas de dos pasillos, uno a cada lado, que conducen a las habitaciones y a los servicios. La ventilación de la zona central se logra con el cruce directo desde el balcón frontal hasta la terraza que sale al patio. Las habitaciones están dispuestas en el borde de la planta, con ventanas que colindan hacia los lotes adyacentes. Esta solución es rara dentro del centro histórico, ya que normalmente las habitaciones medianeras ventilaban hacia el patio interior o hacia pequeños patinillos, esquema que no aparece en este inmueble.

Es notable el deterioro de este inmueble, de autor hasta ahora desconocido, por falta de mantenimiento. Sin embargo, acciones menores podrían devolverle el esplendor que contiene este ejemplo de arquitectura moderna, simple, con claridad estética, en el corazón del centro histórico de Santo Domingo.

Esquema manual de la distribución de apartamentos superiores. (Tomado de la ficha del Centro de Inventario de Bienes Culturales. Dibujo de Águeda Arvelo, 1988).

 

Esquema manual de la distribución de la planta baja. (Tomado de la ficha del Centro de Inventario de Bienes Culturales. Dibujo de Águeda Arvelo, 1988).